Est¨¢ y no est¨¢
Produc¨ªa una sensaci¨®n extra?a ver a Guardiola en el Camp Nou el s¨¢bado tras anunciar que la pr¨®xima temporada ya no estar¨¢. Su presencia es contundente, legendaria; ha sido tantas cosas en ese club que resulta dif¨ªcil verle para no verle. ?l representa esa l¨ªnea que va de Su¨¢rez a Cruyff, pero es en el fondo el color mismo de la camiseta, su porvenir y su pasado. Por eso se hace dif¨ªcil verle y¨¦ndose: alguien le llam¨® y llor¨® al tel¨¦fono. Pudo haber sido cualquiera: su manera de irse es, adem¨¢s de inteligente, muy emocionante. No lo sabe hacer as¨ª cualquiera; antes tendr¨ªa que ser Guardiola.
Est¨¢ y no est¨¢; est¨¢, gesticula, demanda a sus compa?eros, comenta las jugadas, se entristece y brama, conmina al ¨¢rbitro a reconsiderar sus decisiones, se lamenta y grita, no se est¨¢ quieto, est¨¢. Est¨¢ y no est¨¢.
En Negra espalda del tiempo Javier Mar¨ªas reitera esa sensaci¨®n sobre la luz: alguien apaga la luz y luego apaga la luz. Guardiola ha apagado la luz; ahora le falta apagar la luz, porque la luz que le ha dado al Barcelona sigue encendida y casi es la ¨²nica encendida. El Barcelona es un equipo ¨¦pico, acostumbrado a heroicidades ineficaces pero brillantes, y necesita jugadores l¨ªricos, h¨¦roes sentimentales a los que aferrarse para mantener la ficci¨®n ilusionante de que es mucho m¨¢s que un club.
Guardiola ha sido nuestro espejismo. En ¨¦l nos hemos visto cuando el Bar?a ha perdido ocasiones de oro: su rostro ha sido el nuestro, sus imprecaciones se han parecido a las de los barcelonistas acostumbrados a la desgracia de tener directivas est¨²pidas. Un d¨ªa le dije cu¨¢ntas despedidas me hab¨ªan indignado: desde la de Zubizarreta hasta la torpeza con la que el club dej¨® que Figo diese un portazo. Hace una semana reprodujeron en As una desconsideraci¨®n de Gaspart a Guardiola: que nos llame a ver c¨®mo renovamos. Pens¨¦: ya empiezan a despedirle y lo har¨¢n mal.
Ahora se va Guardiola. Una decisi¨®n que dejar¨¢ la cancha vac¨ªa; ese hueco no es un n¨²mero; no es un capit¨¢n que se va, es una forma de ser que no encaja en un equipo al que le falta revalidar su aspiraci¨®n a ser m¨¢s que un club. El partido ante el Zaragoza mostr¨® el rostro de Guardiola en las ocasiones tristes y las felices; fue una antolog¨ªa: no es s¨®lo ¨¦l jugando, en ¨¦l respira la esencia de un tipo de jugador que ayud¨® a situar el centro del campo en la memoria de los espectadores.
No s¨®lo es un punto de referencia. Es un final de partida. Ahora que est¨¢ y no est¨¢ Guardiola, iremos viendo en qu¨¦ consiste la melancol¨ªa.
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