Econom¨ªa de culto o las falacias del 'credo popular'
La autora sostiene que la supuesta bonanza econ¨®mica espa?ola es m¨¢s mitol¨®gica que real.
La historia, y tambi¨¦n el arte, registran el caso de un sacerdote bohemio del siglo XIII que, yendo hacia Roma, se detuvo a la orilla del lago Bolsena para celebrar la misa. Su unci¨®n religiosa era tan grande, y el escenario de la celebraci¨®n tan id¨ªlico, que, al elevar hacia el cielo la sagrada forma, el sacerdote tuvo por un instante la sensaci¨®n de que sudaba sangre. La observ¨® con m¨¢s detenimiento y, efectivamente, comprob¨® que aquella oblea estaba te?ida de un color escarlata. Bendecido por la gracia de lo que ten¨ªa por un milagro, el sacerdote no par¨® desde entonces de propalarlo a los cuatro vientos. Tuvieron que pasar muchos siglos para que una mentalidad racionalista, como la nuestra, diera con la raz¨®n del aparente prodigio. Bastante menos l¨ªrica que la leyenda, la raz¨®n no era otra que la serratia marcescens, una bacteria de intenso color rojo que hab¨ªa encontrado asilo en el pan consagrado.
De tenor igualmente l¨ªrico han sido las continuas manifestaciones de triunfalismo del Gobierno central, ampliamente publicitadas mediante esa frasecita antologable del Espa?a va bien, que un poquito m¨¢s tarde, y por mor de la campa?a a las generales, se transform¨® en vamos a m¨¢s, primera persona de un plural que estaba muy lejos de incluirnos a todos. Se trataba, en los dos casos, de abonar el terreno a una mitolog¨ªa econ¨®mica casi religiosa, a la que no faltaba un creador, Aznar, ni un corpus de milagros, a continuaci¨®n veremos algunos, ni una ret¨®rica casi m¨ªstica abundantemente extendida a golpe de publicidad.
Una de las supersticiones m¨¢s sutiles acu?adas por el Ejecutivo se produjo con la reforma del IRPF. La tierra de promisi¨®n era por entonces la multiplicaci¨®n de los haberes del contribuyente mediante la presunta, y ahora veremos que falsa, rebaja de la presi¨®n fiscal. A Dios rogando y con el mazo dando, lo que realmente hizo el Gobierno fue rebajar con la mano izquierda la recaudaci¨®n por impuestos directos (que, adem¨¢s de ser los m¨¢s equitativos, ya que tributan m¨¢s quienes m¨¢s tienen, son los que m¨¢s se sienten), mientras con la mano derecha aumentaba la recaudaci¨®n de los impuestos indirectos, aquellos que, adem¨¢s de no sentirse directamente, ya que se difuminan en los precios, gravan a todos por igual. El resultado combinado de ambas medidas fue una sigilosa subida de la presi¨®n fiscal de 2,5 puntos, lo contrario de lo que se predicaba, y una escalada de precios que ha colocado a nuestro pa¨ªs entre los m¨¢s inflacionistas de Europa. No es extra?o que Bruselas haya pedido al Gobierno espa?ol 'mayor rigor' si no quiere seguir atizando el fuego del recalentamiento.
Al calor de este escenario fiscal, la inflaci¨®n termin¨® el a?o 2000 en el 4%, el doble del list¨®n establecido por el Banco Central Europeo y de la tasa interanual prevista por el Gobierno, y 1,4 puntos porcentuales por encima de la media de la zona euro. Y de esto no vale echarle la culpa a los precios de un crudo que ha subido lo mismo para todos los pa¨ªses europeos, seg¨²n esa l¨®gica perversa que el Gobierno usa de adjudicarse los tantos cuando suman y, cuando toca restar, echar balones fuera. De hecho, la inflaci¨®n subyacente o estructural espa?ola, es decir, descontada la energ¨ªa y los alimentos no elaborados, ha aumentado en el a?o 2000 de manera significativa. En concreto, del 2,4% en 1999 ha pasado al 3% al cierre del pasado a?o. Ahora, ante la evidencia del batacazo inflacionista, hasta el que fuera erigido como el sumo sacerdote del milagro econ¨®mico, Rodrigo Rato, ha declarado que 'est¨¢ de acuerdo en que al Gobierno hay que tirarle de las dos orejas y de la nariz por no tener un 2,5% de inflaci¨®n subyacente'. Sin embargo, haciendo gala de una permisividad que s¨®lo practican con los que pertenecen a su mismo credo, no le parece 'una cuesti¨®n tr¨¢gica'. Pero lo es. No s¨®lo porque vuelve a descargar el mazo sobre el bolsillo del ciudadano, sino porque tiene una repercusi¨®n directa sobre la competitividad de la econom¨ªa espa?ola. La prueba inobjetable es que la balanza comercial ha acusado la escalada inflacionaria y ha cerrado el ejercicio econ¨®mico de 2000 con un d¨¦ficit que constituye un r¨¦cord hist¨®rico, nada menos que 7,16 billones de pesetas, una cifra que pr¨¢cticamente triplica la obtenida en 1996 y que equivale a un 7,1% del PIB.
De todos modos, donde los fervorosos publicitarios se han empleado m¨¢s y mejor a lo largo de estos a?os ha sido a prop¨®sito de la creaci¨®n de empleo y del fuerte aumento de las cotizaciones a la Seguridad Social, que ha permitido cerrar las cuentas de la misma con super¨¢vit y encender de paso la estrella del d¨¦ficit cero en la caja del Estado. Vamos, el dos por uno.
En relaci¨®n con la creaci¨®n de empleo, la raz¨®n subyacente al milagro aparente consiste en que m¨¢s del 90% de los contratos realizados son precarios. El ¨²ltimo golpe asestado al mercado laboral ha sido la imposici¨®n por decreto de una reforma que abarata el despido y que no prev¨¦ medidas contundentes para contener la temporalidad, lo que confirma la sospecha de que el catecismo gubernamental s¨®lo entiende de flexibilidad y de eficiencia cuando van en perjuicio de los trabajadores, en un pa¨ªs que ostenta el doble r¨¦cord europeo de precariedad y siniestralidad.
En relaci¨®n con el d¨¦ficit cero, la sof¨ªstica milagrera del Ejecutivo ha alcanzado niveles de ¨¦xtasis, sobre todo a prop¨®sito del tan cacareado traspaso de excedentes de financiaci¨®n de la Seguridad Social a las arcas del Estado. Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n y Luis Mart¨ªnez Noval desvelaban hace unos d¨ªas (EL PA?S, 19 de febrero) en un magn¨ªfico art¨ªculo las dos argucias que esconde esta afirmaci¨®n. La primera, que la Seguridad Social ha estado recibiendo un volumen creciente de fondos procedentes del Estado, lo que le ha permitido cerrar el ejercicio con un super¨¢vit que el aumento de las cotizaciones no habr¨ªa producido de por s¨ª. Es decir, que para que haya sido posible el milagro del trasvase de la Seguridad Social-Estado que, a su vez, ha hecho posible el d¨¦ficit cero, ha tenido que producirse un previo y silencioso trasvase Estado-Seguridad Social. Y la segunda, que en los ¨²ltimos tres a?os se ha producido un descenso en el incremento del n¨²mero de pensionistas, descenso tan coyuntural como ef¨ªmero en un pa¨ªs con una poblaci¨®n cada vez m¨¢s envejecida. M¨¢s ocupados en colgarse medallas que en asegurar el futuro, los sumos sacerdotes se han olvidado de trasladar los excedentes obtenidos a trav¨¦s de esa afortunada conjunci¨®n de demograf¨ªa e ingenier¨ªa financiera a donde hubieran debido ir, esto es, al fondo de reserva, tal como Bruselas advierte y la l¨®gica impone en un pa¨ªs en el que resulta prioritario garantizar la cobertura de las pensiones, teniendo en cuenta que la tasa de fecundidad marcha muy por debajo del nivel de reemplazo generacional.
Los costes de esa pol¨ªtica de d¨¦ficit cero los han sufrido, pues, las pensiones, pero no s¨®lo. Para hacer posible el d¨¦ficit cero ha sido necesario tambi¨¦n reducir a¨²n m¨¢s las inversiones del Estado, siendo Espa?a el pa¨ªs de la eurozona que m¨¢s ha reducido la inversi¨®n p¨²blica con respecto al PIB desde 1996, el que menos gasta en I+D y el principal importador de patentes. A vueltas con la econom¨ªa, y no casualmente en un c¨ªrculo virtuoso, esto viene a unirse a una descapitalizaci¨®n continua del sector p¨²blico, la venta de sus empresas, el regalo de un bill¨®n a las el¨¦ctricas y la subasta a precios irrisorios de las licencias de telefon¨ªa m¨®vil de ¨²ltima generaci¨®n.
A la luz, no precisamente divina, de todos estos datos, el discurso econ¨®mico ha retrocedido espantado. Vade retro, una vez roto el hechizo del efecto combinado de la ingenier¨ªa financiera, a la que el Gobierno es tan aficionado, y de las medidas de maquillaje, de las que son verdaderos devotos. Recuperar1o ahora supone descender del milagro a la bacteria o, lo que es lo mismo, de la mec¨¢nica celeste a la econom¨ªa terrestre, que no s¨®lo es la ¨²nica que se usa por estos pagos, sino la ¨²nica que debe practicarse, tanto en aras de la coherencia ¨¦tica y pol¨ªtica como de la m¨¢s elemental racionalidad.
En El milagro de Bolsena, de Rafael, el sacerdote mira arrobado las cepas de una bacteria que toma por sangre e, inocente de la verdadera explicaci¨®n, pone en curso la moneda del milagro. Tambi¨¦n la Espa?a del milagro ha tenido sacerdotes y fieles de un falso prodigio: bajada de la presi¨®n fiscal, super¨¢vit de la Seguridad Social, d¨¦ficit cero..., ¨¦stos han sido algunos de la larga n¨®mina de milagros que ha puesto en curso el credo del Partido Popular. Ahora que la bacteria de la realidad impone sus cepas, los cantores se sumen en el mutismo y hasta aceptan un tir¨®n de orejas y de nariz por una mala gesti¨®n que, sin embargo, no les parece tr¨¢gica.
Dec¨ªa Lorca que 'debajo de las sumas hay un r¨ªo de sangre tierna' y es la verdad. Tras la aparente frialdad de los indicadores econ¨®micos se esconde el d¨ªa a d¨ªa de cuarenta millones de ciudadanos para los que inflaci¨®n, desempleo, eventualidad, precariedad, siniestralidad, etc¨¦tera, son tragedias cotidianas, aunque al presidente del Gobierno le parezcan cositas.
Qu¨¦ suculento y freudiano diminutivo para quien vive y reina tan lejos, tan por encima de nuestra realidad.
Magdalena ?lvarez Arza es consejera de Econom¨ªa y Hacienda de la Junta de Andaluc¨ªa.
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