El poder andaluz en una nueva ¨¦poca
?Qu¨¦ hay detr¨¢s de este renacer de localismos y provincianismos? Cuando hablamos del neoliberalismo y la globalizaci¨®n tenemos claro que uno de sus postulados esenciales es la puesta en cuesti¨®n de marcos pol¨ªticos reguladores y redistributivos. Quiz¨¢ tras esta ofensiva, convenientemente aireada de provincianismos y localismos se esconde la b¨²squeda, de ciertos poderes andaluces, de un marco m¨¢s adecuado a sus 'nuevos intereses', fundamentalmente en el terreno de la ordenaci¨®n del territorio, los proyectos urban¨ªsticos y la prestaci¨®n privada de servicios. Esto no se hubiera producido sin el agotamiento de un modelo de poder andaluz basado en el clientelismo y en la pura gesti¨®n de competencias. Quiz¨¢ es hora de revisar el funcionamiento de la autonom¨ªa andaluza y, sobre todo, su utilidad para la protecci¨®n del 'inter¨¦s p¨²blico'.
Es un hecho evidente que Andaluc¨ªa conquist¨® su autonom¨ªa, pero se elude plantear frente a quienes. ?Eran UCD y AP (ahora PP) quienes no quer¨ªan la autonom¨ªa para nuestra tierra? Y, en todo caso, ?qu¨¦ intereses representaban y por qu¨¦?
Est¨¢ claro que las grandes manifestaciones autonomistas de 1977 estaban llenas de hombres y mujeres 'del pueblo', hartas del paro y la emigraci¨®n, de los bajos salarios y del poder de los terratenientes andaluces; a su lado, intelectuales y clase media que quer¨ªan una regeneraci¨®n andaluza, preve¨ªan posibilidades enormes de desarrollo, se rebelaban ante un tipo de sociedad controlada, adormecida y manipulada.
?Qui¨¦nes eran esas gentes, representadas pol¨ªticamente por AP y UCD que se opusieron con ah¨ªnco a la autonom¨ªa andaluza? Sin duda estaban los terratenientes y empresarios andaluces que ve¨ªan el fin de su caciquil reinado, pero tambi¨¦n una gran parte de las clases media y alta que ve¨ªan peligrar su status, su prestigio, a manos de ese pueblo al que no dejan de ver como 'cateto y falto de preparaci¨®n' y con el que se niegan a mezclarse. Para ellos no hab¨ªa m¨¢s capital que Madrid ni m¨¢s aspiraci¨®n que el mantenimiento de la estructura social. Completaban esta mitad de Andaluc¨ªa los asustados por el ruido de sables que, en la trastienda, se gestaba en los a?os de elaboraci¨®n del estatuto.
Pero desde entonces hasta esta fecha las cosas han cambiado mucho. La derecha antiautonomista andaluza ha ido aceptando el autogobierno andaluz. Por desgracia no ha sido un proceso determinado por la hegemon¨ªa de las ideas de cambios econ¨®micos, sino todo lo contrario. Han contemplado la templanza de los cambios, han sido testigos gozosos (casi sin su intervenci¨®n) de la desaparici¨®n del empuje reformista de los primeros a?os. La reforma agraria feneci¨® a manos de la falta de decisi¨®n pol¨ªtica y de la pol¨ªtica agraria comunitaria, el resto de las reformas fueron aplac¨¢ndose hasta desaparecer. Por otra parte, el evidente empuje de las infraestructuras y del nivel de vida no han molestado, sino al contrario, a los sectores 'm¨¢s activos' de nuestra econom¨ªa: los servicios y la especulaci¨®n urban¨ªstica, que han sido, adem¨¢s, agraciados por el desarrollo desigual de las inversiones que hoy denuncian.
La autonom¨ªa andaluza ha sido ¨²til e in¨²til para el pueblo que la conquist¨®. ?til para casi acabar con la emigraci¨®n, para aumentar su nivel de servicios en una primera etapa (ahora estancada), para subir el nivel de vida. In¨²til para la creaci¨®n de empleo, para la transformaci¨®n del papel terciario y dependiente de Andaluc¨ªa, in¨²til para la intelectualidad, para la creaci¨®n y para la peque?a empresa andaluza. El balance, pues, es de moderada insatisfacci¨®n.
En medio de este proceso irrumpe la globalizaci¨®n y las propuestas neoliberales con nuevas formas de producci¨®n y de relaciones sociales, superpuestas a intereses especulativos y terciarios de nuestra econom¨ªa. ?Para qu¨¦ quieren la autonom¨ªa, e incluso m¨¢s lejos, para qu¨¦ quieren el poder pol¨ªtico en general?
El localismo cobra as¨ª un nuevo sentido: librarse de poderes reguladores u organizadores que molestan su actividad y sus capacidades de expansi¨®n. M¨¢laga contra Sevilla mejor que leyes ambientales. Granada contra M¨¢laga mejor que equilibrio territorial. Tiburoneo de fusiones bancarias mejor que inversi¨®n social de los beneficios.
En este marco ese reino de 'las ciudades' que nos prometen (que nada tiene que ver con nuestro sistema de ciudades ni con el desarrollo del municipalismo) se vuelve sospechoso y opaco. Apunta la formulaci¨®n de ¨¢mbitos de decisi¨®n m¨¢s influeciables, m¨¢s d¨¦biles, m¨¢s necesitados de la financiaci¨®n extraordinaria de las recalificaciones y de las actividades especulativas.
Estas demandas localistas o provincianas, abanderadas por 'los poderes locales' consiguen consensos diversos m¨¢s o menos comprometidos: fuerzas pol¨ªticas de distinto signo, sindicalistas, poderes financieros, empresarios y hasta la Iglesia.
Ante todo esto es necesario preguntarse ?cu¨¢l es la raz¨®n de que gran parte de los que formaron parte del bloque autonomista participen hoy de estrategias localistas y de confrontaci¨®n? Posiblemente, la existencia de desequilibrios territoriales de dif¨ªcil explicaci¨®n y regadas de sinrazones como las inversiones millonarias realizadas en Sevilla (de las que no son responsables los sevillanos que sufren niveles de paro superiores a la media y unos servicios p¨²blicos de inferior calidad), la incompetencia de la autonom¨ªa para resolver los problemas esenciales de paro y discriminaci¨®n y la centralizaci¨®n pol¨ªtica de todos los poderes en el Gobierno andaluz sin crear instrumentos intermedios como las comarcas ni dar a los municipios un papel en la planificaci¨®n econ¨®mica, territorial y de servicios de la comunidad.
Ante esto, no sirve de nada quejarse ni invocar la unidad andaluza. Las declaraciones huecas del presidente de la Junta son rituales frente a unos alcaldes que se juegan el puesto o el acceso al poder ante los medios locales y los poderes que all¨ª dominan. Sirven nuevas ideas y proyectos para Andaluc¨ªa, sirve la revitalizaci¨®n de la autonom¨ªa, la atenci¨®n a las nuevas demandas y la resoluci¨®n de viejos problemas.
El poder andaluz deber¨ªa ser una garant¨ªa no s¨®lo de crecimiento econ¨®mico sino de reparto social, de calidad de servicio p¨²blico, de pol¨ªticas activas de empleo y fomento econ¨®mico, de freno eficaz frente a los intereses especulativos, de defensa de la naturaleza y de desarrollo sostenible, de igualdad de g¨¦neros, de nuevos valores convivenciales y sociales. El proyecto puramente clientelar y de gesti¨®n del actual Gobierno andaluz est¨¢ agotado. Su inactividad e ineficacia es sintom¨¢tica del sue?o eterno en que los poderes financieros y especulativos quieren sumir al poder pol¨ªtico andaluz. Para salir de esta situaci¨®n ser¨ªa necesario volver a construir una convergencia de sectores populares interesados en un nuevo impuso auton¨®mico y en torno a un nuevo proyecto de cambio mucho m¨¢s activo, participativo, cr¨ªtico y transformador de la realidad andaluza.
Concha Caballero es portavoz adjunta de IU en el Parlamento de Andaluc¨ªa y coordinadora de IU en Sevilla.
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