En defensa propia y del Lliure
Admirado Albert Boadella:
Desde hace unos tres a?os he recibido de ti una serie de descalificaciones e inexactitudes, casi siempre a trav¨¦s de la prensa escrita. Si hasta hoy me he resistido a contestarte ha sido por el respeto que te tengo. Despu¨¦s de leer tu art¨ªculo publicado en EL PA?S el 13 de abril, titulado Los llantos del Lliure, ante tanto desprecio y mentira, uno se pregunta una vez m¨¢s: ?qu¨¦ te ha hecho el Lliure, qu¨¦ te he hecho yo? Y, sobre todo, ?qu¨¦ te ha hecho el ciudadano para que puedas confundirle as¨ª?
Quiero pasar por alto la an¨¦cdota de tu conversaci¨®n con Jos¨¦ Borrell, y agradecerte una vez m¨¢s tu intervenci¨®n... Sin duda, esa conversaci¨®n fue importante para que el ministro decidiera contribuir a la construcci¨®n de la nueva sala, como lo fueron otras muchas. Y recuerdo muy bien, por haberla presenciado, que la ¨²ltima y decisiva la tuvieron Borrell y la tambi¨¦n ministra (de Cultura) Carmen Alborch. Pero, ?por qu¨¦ sale a colaci¨®n ese asunto? Un teatro es un bien para todos, como lo es cualquier obra de arte. ?O habr¨¢ que tener el mal gusto de recordar que hace ya muchos a?os, cuando te ocurr¨ªa lo que nos sucede a todos tantas veces, que te faltaba una chispa para disparar tu creatividad, alguien (del Lliure, ya es mala pata) puso un ejemplar de Ubu Roi encima de la mesa que a ti te dio la posibilidad de regalarte y regalarnos con Operaci¨® Ub¨²? No deber¨ªa hacer falta. Para eso est¨¢bamos y estamos, ?no? Aunque tal vez tenga raz¨®n la sabidur¨ªa popular de estas tierras cuando afirma: 'Si alg¨² no et pot veure, ¨¦s que potser et deu algun favor'. A m¨ª me ocurre como a ti: 'La demagogia utilizada en esta ocasi¨®n', escribes, 'me obliga a defenderme con unas razones que hubiera preferido no exponer p¨²blicamente'.
Si la teor¨ªa del favor-ofensa fuera cierta (y que me perdonen los psic¨®logos), s¨®lo puede apoyarse en razones de tipo personal. Recuerdo y te veo a¨²n sentado a mi lado en el coche; yo conduc¨ªa, t¨² ibas ligeramente disfrazado, te hab¨ªa recogido del lugar donde te escond¨ªa Carlota Soldevila despu¨¦s de tu espectacular fuga y ahora pas¨¢bamos la frontera con Francia. En otros coches viajaban Fabi¨¤ Puigserver, Guillem Jordi Graells... (gente del Lliure, ?hum!), todos fichados, yo en periodo militar (?15 a?os del ala en el castillo de Figueres pod¨ªan caerme!). Incluso, desde el Lliure, organizamos una huelga de todos los teatros en el Sal¨® Diana. Eso podr¨ªa ser una raz¨®n poderosa. Jean Genet nos explic¨® algo muy peculiar sobre la humillaci¨®n de la memoria y el valor est¨¦tico de la traici¨®n. Pero no recuerdo todo eso como un favor que te hac¨ªa, sino como un deber c¨ªvico. Tambi¨¦n podr¨ªa ser un favor de tipo profesional: ahora me doy cuenta de que los tres teatros que he dirigido los he puesto a tu disposici¨®n para que actuaran Els Joglars. Pero eso tampoco era un favor, sino una decisi¨®n de tipo art¨ªstico que volver¨ªa a repetir. Una de las pocas satisfacciones que produce dirigir un teatro es ¨¦sta: poder ofrecerlo a los artistas que uno admira. Una tercera y ¨²ltima posibilidad ser¨ªa la econ¨®mica: la ¨²nica cantidad que t¨² podr¨ªas adeudarme, sin saberlo, son unas decenas de miles de francos con los que hice adem¨¢n de pagar la limpieza de las pintadas que algunos miembros de Els Joglars hicieron con mi nombre, convenientemente adjetivado, en la fachada del Od¨¦on, en Par¨ªs, de las que el contribuyente franc¨¦s no ten¨ªa ninguna culpa. Creo que la causa fue una disputa con una sastra o un portero del teatro. El representante del Patrimonio no me acept¨® el dinero. Se dio por pagado con mi sonrojo cuando vi las grabaciones de las c¨¢maras de vigilancia del Senado, que se halla a escasos metros del hist¨®rico teatro. 'C'est vos compatriotes', me dijo el jefe de los gendarmes en lengua y tono muy franceses. Me resisto a pensar que es tu manera de ser insolidaria la que te lleva a actuaciones semejantes. Nos has ense?ado a todos a convertir la insolidaridad y el ensa?amiento en una categor¨ªa est¨¦tica con momentos de brillantez inolvidable en el escenario.
La segunda parte de tu art¨ªculo me preocupa m¨¢s: la capacidad de confundir a la opini¨®n p¨²blica presentando al Lliure, y a la necesaria discusi¨®n sobre el teatro p¨²blico, como una historia de intrigas y de ricos y pobres que no son tales. La intriga vendr¨ªa del encargo que me hizo el alcalde Maragall, y m¨¢s tarde Joan Clos, del ya enterrado proyecto de la Ciutat del Teatre.
En tu art¨ªculo afirmas: 'Llu¨ªs Pasqual se hizo nombrar comisario por Maragall'. De una vez por todas: yo no me hice nombrar nada. El Ayuntamiento me encarg¨® una mirada profesional de conjunto sobre los equipamientos existentes y futuros. Puede que a tu juicio yo no fuera la persona adecuada, pero la idea, en este pa¨ªs de imprevisiones, no era tan mala. Eso no cambiaba, de ning¨²n modo, la composici¨®n interna de los teatros. Yo no pod¨ªa 'dinamitar' nada porque en esos momentos no era ni siquiera director del Lliure. Te faltaron minutos para irte con gran esc¨¢ndalo sin empezar siquiera a dialogar. ?Por qu¨¦?
La segunda falsedad que repites constantemente es la que establece una comparaci¨®n de igual a igual entre una compa?¨ªa y una sala de teatro. Cuando una compa?¨ªa, por ejemplo Els Joglars, recibe una subvenci¨®n ¨¦sta revierte en la propia compa?¨ªa para la creaci¨®n de un espect¨¢culo concreto. En cambio, cuando esa subvenci¨®n se concede a un teatro p¨²blico de producci¨®n, por ejemplo el Lliure, ese dinero sirve: 1) para el mantenimiento de la sala y de sus servicios; 2) para realizar una pol¨ªtica de precios bajos (subvenci¨®n al espectador); 3) la cantidad restante, casi siempre exigua, sirve para la producci¨®n y exhibici¨®n de espect¨¢culos, en un teatro cuyas actividades multiplican por 10 las de una compa?¨ªa. As¨ª, cuando Els Joglars represent¨® Yo tengo un t¨ªo en Am¨¦rica en el Od¨¦on, pod¨ªa tener subvenci¨®n del Ministerio de Cultura, la coproducci¨®n de la Sociedad Estatal V Centenario y seguir gozando de una subvenci¨®n indirecta, en este caso del Gobierno franc¨¦s al espectador del Od¨¦on. Estas precisiones no suponen un juicio sobre el dinero destinado a la cultura, que no dependen de m¨ª, ni sobre tu trabajo art¨ªstico, que sigo admirando. No estamos discutiendo eso. Pero con la confusi¨®n que creas ni siquiera se puede dialogar. Bastar¨ªa hablar de las cosas desde el oficio y recordar que hay muchas maneras de entenderlo. T¨² te has adjudicado el papel de buf¨®n, pero no todo el mundo puede o quiere ser buf¨®n. Ese es uno de los muchos papeles de la rueda del teatro, no toda la rueda. ?Ya est¨¢ bien!
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