La mano que aprieta
'La dona incompleta', que dirige Belbel en la Sala Beckett, es una de las mejores historias fant¨¢sticas que me han contado ¨²ltimamente
- 1. 'Living Theatre'. Al llegar, te hacen dejar las bolsas y las chaquetas en el guardarropa. En la sala s¨®lo caben 60 personas. Toni Casares, el director de la Beckett, dice, riendo: 'F¨ªjate si somos alternativos que hasta reducimos nuestro aforo'. Sin embargo, nunca la Beckett ha parecido m¨¢s grande. La sala est¨¢ en penumbra, una penumbra rojiza, y han retirado todas las butacas para sustituirlas por sillas de ruedas y sillones deslizantes: aire inquietante de hangar sin dimensiones. O del living room que Kyle MacLachlan visitaba en Blue Velvet: de un momento a otro, Dean Stockwell, con la cara blanca y los labios pintados, puede empezar a cantar In dreams': 'In dreams / I walk / with you...'. S¨ª: aut¨¦ntico living theatre. Entramos en fila de a uno. Los actores, en silencio, nos conducen a nuestros asientos. Aposentados en nuestras sillitas de ruedas, parecemos el plano final de El jard¨ªn de las delicias, de Saura. En las paredes han colocado espejos para que las m¨²ltiples acciones puedan seguirse desde cualquier punto de la sala. Espejos que se abren como ventanas nocturnas, on¨ªricas; ventanas que reflejan frascos con extra?as criaturas en formol, y tambi¨¦n nuestras cabezas, flotando en la penumbra, como si formaran parte de la colecci¨®n.
La luz rojiza se adelgaza y desaparece. Quedamos totalmente a oscuras. De pronto, escuchamos aqu¨ª, all¨¢, detr¨¢s, al lado, en nuestra nuca, los jadeos de un hombre aterrado, un hombre que intenta escapar de un gran peligro. Tropieza con las sillas, las aparta, avanza, cae de rodillas, pide clemencia. El due?o de la casa, el due?o de la colecci¨®n, un mafioso demente, le persigue con una vara el¨¦ctrica, fluorescente, aplic¨¢ndole descargas en las zonas m¨¢s sensibles del cuerpo. Bien, bien, bien: as¨ª comienza, como un viejo episodio de Los vengadores (primera ¨¦poca, en blanco y negro), La dona incompleta, la ¨²ltima funci¨®n de David Plana (Mala sang, Petita mort) en la sala Beckett. El hombre acosado es Llu¨ªs Soler. Debe mucho dinero, una deuda de juego, al due?o de la casa, el due?o de la extra?a colecci¨®n. Cinco millones. El due?o de la casa (Manuel Veiga) le da un plazo de 48 horas para conseguirlos: o el dinero o la muerte, una muerte lenta y dolorosa.
Ahora estamos en un banco. El hombre acosado, el jugador, cuenta a la directora (Cesca Pi?¨®n) una historia para obtener cr¨¦dito. La historia de una hija enferma, moribunda. Cuando la directora est¨¢ a punto de firmarle el cheque, interviene la secretaria y se lo impide. La secretaria (Laura Conejero) es una ejecutiva de hielo; cabello rubio y corto, ojos fr¨ªos, una gran profesional. A la secretaria le falta un brazo; es la mujer incompleta del t¨ªtulo. Bien, bien, bien. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ahora? El jugador sale del banco, destrozado, y le seguimos en su descenso. En el centro de la sala se abre un nuevo espacio: su casa, la cama de su hija (Bea Segura). Intenta embaucar a su propia hija, y luego brilla el ne¨®n opaco de un bar, y el jugador cuenta otra historia, la historia de un barco y unas misteriosas rocas de cuarzo, para venderle a un amigo (Oriol Broggi) una droga que no existe. Los personajes se mueven a nuestro alrededor, y empujan nuestras sillas -qu¨¦ idea m¨¢s brillante y m¨¢s sencilla- para crear travellings; para acercarnos, a toda velocidad, al epicentro de las escenas: nuestros ojos son los de la c¨¢mara.
- 2. C¨¢mara oscura. Una noche, el jugador entra en la consulta de un m¨¦dico (Jordi Banacolocha) y roba lo primero que encuentra: un brazo ortop¨¦dico. A partir de aqu¨ª, la historia gira sobre su eje, y, sorpresa, la secretaria de hielo se convierte en protagonista. Y el brazo ortop¨¦dico, la pr¨®tesis neural, cobra vida por su cuenta. Y aprieta. Y aprieta. Y aprieta, catapultando a Laura Conejero a una espiral de pesadilla. No contar¨¦ m¨¢s. La dona incompleta es una de las mejores historias fant¨¢sticas que me han contado ¨²ltimamente, una intriga paranoica que pod¨ªa haber escrito John Franklin Bardin. Hace a?os, so?¨¦ con un posible montaje de El percher¨®n mortal o El fin de Philip Banter, sus mejores novelas. Un montaje con m¨²ltiples escenas abri¨¦ndose como flores macabras en la oscuridad. Un montaje que rodease al p¨²blico; un montaje con poco dinero y mucha, much¨ªsima imaginaci¨®n. Un montaje como el que podr¨ªa hacer un disc¨ªpulo de Welles. Bien: es justo lo que ha hecho Sergi Belbel en uno de los mejores espect¨¢culos de su carrera. Siete espejos, siete actores, siete kilos de talento.
La dona incompleta es una fiesta de la imaginaci¨®n, de la imaginaci¨®n creadora. Hay mucho cine en la cabeza de David Plana. Sospechosos habituales, para empezar: el narrador como mentiroso, como fabulador compulsivo. Mentiras que se encabalgan, que se despliegan, que te atrapan en una realidad paralela. Y hay mucho cine, tambi¨¦n, en la estupenda puesta en escena de Belbel. Est¨¢ Welles, ya digo, en el concepto, en la iluminaci¨®n (focos laterales, sombras amenazadoras) y en el juego de espejos, gentileza de Estel Cristi¨¤ y Max Glaenzel. Y en los travellings de las sillas de ruedas, plant¨¢ndote en el ojo del hurac¨¢n. (Es el montaje m¨¢s esencialmente cinematogr¨¢fico que he visto en un teatro desde Ultramarins, el texto de Paco Zarzoso reinventado, en un ce?ido d¨¦coupage de planos, por Ivette Vigat¨¤). Pero lo m¨¢s sugestivo, lo que dif¨ªcilmente nos dar¨¢ el cine, es la sensaci¨®n de estar en ese ojo del hurac¨¢n, rodeados de espacios simult¨¢neos, zarandeados por las constantes sorpresas de un texto que nos agarra por la nariz desde el primer momento y no nos suelta, y aprieta y aprieta, como la mano, terrible y aut¨®noma, de la secretaria de hielo. Sombras de manos antiguas, de viejos relatos fant¨¢sticos: The beast with five fingers, por supuesto, y de olvidadas pel¨ªculas de serie B, como la memorable La main, de Henri Glaeser, un thriller ponzo?oso, de finales de la d¨¦cada de 1960, con Nathalie Delon y Michel Duchaussoy. Corran a la Beckett porque s¨®lo est¨¢ en cartel hasta el 6 de mayo. Luego girar¨¢, vaya que s¨ª, pero en otro formato, en teatros a la italiana, aunque podr¨ªa permanecer en cualquier sala durante meses, o a?os, como The woman in black en Londres.
La dona incompleta, de David Plana y Sergi Belbel: una de las mejores sorpresas, o confirmaciones, de la temporada.
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