Una corralada
La corrida de Miura, que tradicionalmente se lidia el ¨²ltimo domingo de la Feria de Sevilla,fue una corralada. Esto tambi¨¦n es tradicional: la corralada. Miura, divisa de leyenda, suele salir con una descastamiento supino. Se ha dicho otras veces: si la legendaria ganader¨ªa en lugar de llamarse Miura se llamaran P¨¦rez, no lidiaba ni un toro. Todos para carne (si se la quer¨ªan comprar).
Aparecieron luciendo sus corpachones de gran alzada y largura, m¨¢s de uno vareado y zancudo, y a poco de pisar la arena ya estaban dando disgustos al personal coletudo. No s¨®lo disgustos pues, al final, uno de ellos, Juan Jos¨¦ Padilla, sali¨® mal parado al realizar la suerte suprema.
La cogida de Juan Jos¨¦ Padillo y el dramatismo que sigui¨® convirtieron el desastre resultante de la corralada en una verdadera gesta. Se llevaban en brazos a Padilla camino de la enfermer¨ªa cuando se solt¨® de las asistencias, pidi¨® espada y muleta y volvi¨® al redondel. Iba desmadejado, desgarrado el cuello de la camisa, colgando el corbat¨ªn pues all¨ª hab¨ªa llegado el derrote que lo derrib¨®. Se perfil¨® de nuevo y cobr¨® un bajonazo suficiente para aniquilar al toro. Y mientras lo llevaban de nuevo en volandas a la enfermer¨ªa el p¨²blico ped¨ªa la oreja, que fue concedida.
Lo que antecedi¨®, en cambio, no es para contarlo. Padilla tuvo una intervenci¨®n horrible con las banderillas, venga pasar en falso, hasta que al final acert¨® a prender un par. Y, muy voluntarioso, se puso a pegar derechazos, sin temple ni sosiego, ya que el miura topaba. Se ech¨® la muleta a la izquierda y result¨® que por all¨ª la tomaba fijo y humillado el animal, de manera que ahora s¨ª pudo Padilla correr la mano. Parec¨ªa un milagro la s¨²bita nobleza del toro. Pero no lo hubo; m¨¢s bien se trataba de un espejismo. Y volvi¨® a mansear, a irse del enga?o o mirarlo reserv¨®n.
Y de esta guisa la corrida entera. Claro que los lidiadores deb¨ªan ejercitar su oficio -lidiar; todos los toros tienen su lidia- mas alguno no estaba por la labor. El Fundi, por ejemplo, no lo estaba. Precavido con capote y muleta, sin aportar recurso lidiador alguno, dio la nota con los descastados torazos de Miura. Fracas¨® en su primera intervenci¨®n banderillera (con ¨¦l, Padilla, a quien cedi¨® los palos), estuvo eficaz en la segunda, y perdi¨® los papeles en los turnos de muleta.
Zotoluco, por el contrario, actu¨® con pundonor y buena t¨¦cnica, y se gan¨® el respeto del p¨²blico sevillano. Es importante se?alarlo. Parte del p¨²blico sevillano se preguntaba por qu¨¦ raz¨®n Zotoluco figuraba en los carteles y responsabilizaba a la afici¨®n de Madrid, que para los sevillanos custodios del t¨®pico es culpable de todo. Se hac¨ªa presente Zotoluco, se o¨ªan ac¨¢ y acull¨¢ gritos de "?Viva M¨¦xico!" y ya hab¨ªa quien dec¨ªa que eran los madrile?os s¨®lo que poniendo acento mexicano para disimular.
La burrer¨ªa de los toros de Miura, la intemperancia de sus topetazos, la traicionera catadura que les impulsaba a embestir de improviso y con perversas ma?as, ten¨ªan a los toreros en vilo y al p¨²blico tambi¨¦n. Y he aqu¨ª que Zotoluco prob¨® ver¨®nicas, porfi¨® naturales y derechazos, aguant¨® lo indecible y llegaron momentos en los que hasta consigui¨® meter aquel material ilidiable en la muleta. Como si se hubiese obrado otro prodigio. Y el p¨²blico de la Maestranza le ovacion¨® con calor.
Todas las cuadrillas pasaron apuros y algunos miembros del peonaje manifestaron su incompetencia. Menudas trazas tra¨ªan. Muy distintas al n¨²mero que montaron antes de empezar la corrida. Fue un caso aquello. A las cinco de la tarde llovi¨®, a las seis sali¨® el sol, y a las siete, que era la hora se?alada para comenzar el festejo los operarios de la plaza a¨²n no hab¨ªan acabado de acondicionar el ruedo. La verdad es que se lo tomaban con calma.
Tampoco se encontraba tan mal el ruedo. Muchas corridas se han dado en otros peores. Pero salieron los matadores y sus cuadrillas, lo pisaron y se pusieron a poner pegas. Media hora m¨¢s tarde hicieron lo mismo. Y el presidente, a la orden. Con lo cual la corrida empez¨® injustificadamente con tres cuartos de hora de retraso. Pese a la indignaci¨®n del p¨²blico, al que no le cab¨ªa en la cabeza que pudiese haber tanto tonto suelto en el mundo.
Miura / Zotoluco, Fundi, Padilla
Toros de Eduardo Miura, con gran presencia, fuertes, descastados, topones y broncos. Zotoluco: dos pinchazos hondos -aviso con retraso-, pinchazo y estocada desprendida (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada corta ladeada de la que se duele el toro pegando brincos y estocada (gran ovaci¨®n y salida al tercio). El Fundi: media, rueda de peones, cinco descabellos uno de los cuales sale catapultado al callej¨®n - aviso - y rueda el toro (silencio); metisaca bajo, media estocada baja, ruedas de peones que ahondan la espada hasta la empu?adura y cuatro descabellos (silencio). Juan Jos¨¦ Padilla: estocada corta tendida escandalosamente baja perdiendo la muleta, trapaceo de peones a quienes el toro arrebata los capotes, estocada corta trasera baja, descabello y se echa el toro (silencio); pinchazo hondo saliendo cogido y -visiblemente maltrecho- bajonazo perdiendo la muleta (oreja) . Enfermer¨ªa: asistidos Padilla de probable fractura de una pierna, y el ganadero Ignacio S¨¢nchez Ybarg¨¹en de un corte en la cabeza producido por el descabello que sali¨® despedido al callej¨®n. Plaza de la Maestranza, 6 de mayo (tarde). 18? y ¨²ltima corrida de feria. Cerca del lleno.
Babelia
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