Rebeldes y hechiceras
Un historiador revela las relaciones de la Inquisici¨®n con la magia en el Reino de Granada entre los siglos XV y XVIII
Un legajo, guardado en el Archivo Hist¨®rico Nacional, perteneciente a los archivos del Tribunal Inquisitorial del Antiguo Reino de Granada puede tener entre 1.000 y 3.000 folios. Pues bien, centenares de esos legajos, llenos de descripciones minuciosas de hasta 680 procesos por delitos de hechicer¨ªa y superstici¨®n han sido peinados -casi por vez primera y durante a?os- escrupulosamente por Rafael Mart¨ªn Soto (M¨¢laga, 1954) para arrojar nuevos y precisos datos sobre las pr¨¢cticas relacionadas con la magia en el Reino de Granada entre los siglos XV y XVIII y las penas que sus practicantes recib¨ªan por ejercer la magia, la curander¨ªa, la hechicer¨ªa o la adivinaci¨®n.
El resultado de la labor de investigaci¨®n de este enfermero malague?o le vali¨® un aclamado cum laude en su tesis doctoral hace un par de a?os en la Universidad de M¨¢laga. Ahora, ya doctor en Historia Moderna, Mart¨ªn Soto ha visto convertida aquella tesis en un libro de 430 apasionantes p¨¢ginas, llenas de t¨®picos revisados e inexactitudes corregidas.
Magia e Inquisici¨®n en el antiguo Reino de Granada (editorial Arguval) es un libro que demuestra que nuestro conocimiento tanto sobre la Inquisici¨®n como de la brujer¨ªa est¨¢ lleno de inexactitudes. 'Durante la Inquisici¨®n hab¨ªa dos tipos de delitos', recuerda el historiador, 'los m¨¢s importantes, los que constitu¨ªan la raz¨®n principal de su existencia, eran delitos contra la fe cat¨®lica; eso quiere decir que antes que las brujas, los que sufrieron de verdad la persecuci¨®n fueron luteranos, jud¨ªos o musulmanes: la Inquisici¨®n lo que buscaba eran herejes o ap¨®statas', a?ade.
Desde la Edad Media hasta bien entrado el siglo XVIII la magia era una forma de pensamiento, una manera de relacionarse con las leyes de la naturaleza muy parecida a la religiosa pero alternativa a ¨¦sta. Una suerte de preciencia oculta que sol¨ªa ejercerse por hombres. La hechicer¨ªa ser¨ªa, en cambio, la magia popular y ah¨ª predomina m¨¢s la pr¨¢ctica femenina. 'Se podr¨ªa decir que entonces la mujer rebelde, en vez de feminista, era hechicera', apunta Mart¨ªn Soto.
Los servicios de brujas o hechiceras los solicitaban hombres o mujeres para aumentar la propia salud o fortuna econ¨®mica, social, sexual o amorosa. O bien para que el marido las 'quisiera bien' y dejara de practicar la violencia indiscriminada. La mayor¨ªa de las denuncias que se cursaban ten¨ªan detr¨¢s un fondo de envidias entre vecinos o sentimientos de estafa entre cliente y profesional. O bien, temores de clientes a un castigo divino por haberse escapado al bando contrario. Tambi¨¦n menudeaban las denuncias entre cl¨¦rigos. 'Entre los casos que he estudiado, donde gracias a las alegaciones fiscales que los acompa?aban, se encuentra una exacta descripci¨®n de pr¨¢cticas por boca de acusados y de penas recibidas, m¨¢s del 10% eran pr¨¢cticas de magia oculta dentro de la propia iglesia', recuerda Mart¨ªn Soto.
Delitos menores
Lo cierto es que, en realidad, las brujas, pues la mayor¨ªa eran mujeres, no sufrieron en Espa?a, salvo casos excepcionales y muy notorios, todo el peso inquisitorial. 'En Espa?a se dej¨® de creer pronto en el seno de la Inquisici¨®n en este tipo de delitos; al contrario que en el resto de Europa, aqu¨ª se consideraban delitos menores; en realidad, estas pr¨¢cticas se asociaban a delitos contra la propiedad o contra el honor, que sol¨ªan resolverse en otro tipo de tribunales civiles', explica el historiador. Las penas consist¨ªan en a?os de destierro, multas econ¨®micas, confiscaci¨®n de bienes, c¨¢rcel perpetua -eso s¨ª, con numerosos permisos- y azotes. Un buen n¨²mero de causas eran suspendidas por falta pruebas.
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