Las elecciones italianas, un refer¨¦ndum moral
A nadie le gustar¨ªa despertarse una ma?ana y comprobar que todos los peri¨®dicos italianos, Corriere della Sera, La Repubblica, La Stampa, Il Messaggero, Il Giornale y los dem¨¢s, de L'Unit¨¤ a Il Manifesto, as¨ª como las revistas semanales y las mensuales, de L'Espresso a Novella 2000, hasta la revista Golem, difundida por Internet, pertenecen a un solo propietario, cuyas opiniones fatalmente reflejan. Nos sentir¨ªamos menos libres.
Esto es lo que ocurrir¨ªa en Italia con una victoria del Polo, que se llama a s¨ª mismo de las Libertades. El mismo due?o tendr¨ªa como propiedad privada tres cadenas televisivas y el control pol¨ªtico de las otras tres. Y las seis mayores cadenas televisivas nacionales cuentan m¨¢s, como medios de formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, que todos los peri¨®dicos juntos.
El mismo propietario controla ya peri¨®dicos y revistas importantes, pero ya se sabe lo que ocurre en estos casos: otros peri¨®dicos se alinear¨ªan con los del ¨¢rea gubernamental, ya sea por tradici¨®n, ya sea porque sus propietarios considerar¨ªan ¨²til para sus intereses nombrar a directores cercanos a la nueva mayor¨ªa. En pocas palabras, se instaurar¨ªa un r¨¦gimen de hecho.
Por r¨¦gimen de hecho cabe entender un fen¨®meno que se producir¨ªa por s¨ª solo, aun si se asume que Silvio Berlusconi es un hombre de absoluta honradez, que su riqueza se ha formado de un modo irreprochable y que su deseo de favorecer al pa¨ªs, incluso en detrimento de sus intereses, es sincero. Cualquiera que se encuentre en la situaci¨®n de controlar de hecho todas las fuentes de informaci¨®n de su pa¨ªs, ni aun siendo un santo, podr¨ªa sustraerse a la tentaci¨®n de administrarlas seg¨²n la l¨®gica que el sistema impusiera y, aun cuando hiciese todo lo posible por no caer en esa tentaci¨®n, el r¨¦gimen ser¨ªa administrado de hecho por sus colaboradores. Nunca se ha visto, en la historia de ning¨²n pa¨ªs, a un peri¨®dico o a una cadena televisiva que realicen espont¨¢neamente una campa?a en contra de su propietario.
Esta situaci¨®n, conocida ya en el mundo como la anomal¨ªa italiana, deber¨ªa bastar para establecer que una victoria del Polo en Italia no equivaldr¨ªa -como muchos polit¨®logos afirman- a la normal alternancia entre derechas e izquierdas que forma parte de la dial¨¦ctica democr¨¢tica. La instauraci¨®n de un r¨¦gimen de hecho (que, repito, se instaura al margen de las voluntades individuales) no forma parte de ninguna dial¨¦ctica democr¨¢tica.
Para aclarar por qu¨¦ nuestra anomal¨ªa no alarma a la mayor¨ªa de los italianos hay que analizar, ante todo, cu¨¢l es el electorado potencial del Polo. Se divide en dos categor¨ªas.
La primera es la del electorado motivado. Est¨¢ formada por quienes se adhieren al Polo por convicci¨®n efectiva. Es convicci¨®n motivada la del partidario delirante de la Liga que quisiera meter a los inmigrantes extracomunitarios, y posiblemente tambi¨¦n a los meridionales, en vagones precintados; la del liguista moderado que considera conveniente defender los intereses particulares de su ¨¢rea geogr¨¢fica, pensando que puede vivir y prosperar blindada y separada del resto del mundo; la del ex fascista que, aun aceptando (acaso a rega?adientes) el orden democr¨¢tico, se propone defender sus valores nacionalistas y acometer una revisi¨®n radical de la historia del siglo XX; la del empresario que considera (justamente) que las eventuales reducciones de impuestos, prometidas por el Polo, ir¨ªan exclusivamente en beneficio de los acomodados; la de aquellos que, habiendo tenido contenciosos con la justicia, ven en el Polo una alianza que pondr¨¢ freno a la independencia de los fiscales; la de quienes no quieren que sus impuestos se inviertan en las regiones atrasadas. Para todos ellos, la anomal¨ªa y el r¨¦gimen de hecho, si no bienvenidos, son en todo caso un peaje de poca monta que conviene pagar para ver realizados sus fines; por lo tanto, ning¨²n argumento contrario podr¨¢ apartarles de una decisi¨®n conscientemente adoptada.
La segunda categor¨ªa, que llamaremos electorado encantado, seguramente la m¨¢s numerosa, es la de quienes no tienen una opini¨®n pol¨ªtica definida, pero han basado su sistema de valores en la educaci¨®n servil impartida desde hace decenios por las televisiones, y no s¨®lo por las de Berlusconi. En estos electores prevalecen ideales de bienestar material y una visi¨®n m¨ªtica de la vida, no muy distinta a la de quienes llamaremos gen¨¦ricamente emigrantes albaneses. El emigrante alban¨¦s ni siquiera pensar¨ªa en venir a Italia si la televisi¨®n italiana (perfectamente visible en su pa¨ªs) le hubiese mostrado durante a?os s¨®lo la Italia de pel¨ªculas como Roma, ciudad abierta, Obsesi¨®n o Pais¨¢... Es m¨¢s, se mantendr¨ªa lo m¨¢s lejos posible de una tierra tan desdichada. Emigra porque conoce una Italia donde una televisi¨®n rica y multicolor distribuye f¨¢cilmente riqueza a quien sabe que el nombre de Garibaldi era Giuseppe, una Italia del espect¨¢culo...
Ahora bien, a este electorado, que adem¨¢s (como indican las estad¨ªsticas) lee pocos peri¨®dicos y poqu¨ªsimos libros, poco le importa que se instaure un r¨¦gimen de hecho, que no disminuir¨ªa, antes bien, aumentar¨ªa la cantidad de espect¨¢culo a la que ha sido acostumbrado. Por ello mismo hace re¨ªr quien se obstina en sensibilizarlo habl¨¢ndole del conflicto de intereses. La respuesta que se oye a menudo alrededor es que, si Berlusconi promete defender los intereses de los dem¨¢s, a nadie le importa el hecho de que defienda tambi¨¦n sus propios intereses. De nada sirve que a estos electores se les diga que Berlusconi podr¨ªa modificar la Constituci¨®n; ante todo, porque la Constituci¨®n no la han le¨ªdo jam¨¢s, y en segundo lugar, porque tambi¨¦n han o¨ªdo hablar de modificar la Constituci¨®n a los representantes del Olivo ?Y entonces? Para ellos es irrelevante saber qu¨¦ art¨ªculo de la Constituci¨®n puede ser modificado. No olvidemos que, inmediatamente despu¨¦s de la Asamblea Constituyente, la revista sat¨ªrica Candido ironizaba con punzantes vi?etas sobre el art¨ªculo que dice que la Rep¨²blica defiende el paisaje, como si se tratara de una extravagante e irrelevante invitaci¨®n a la jardiner¨ªa. Que aquel art¨ªculo anticipase las actuales y tremendas preocupaciones por la salvaci¨®n del medio ambiente era un detalle que escapaba tanto al gran p¨²blico como a los mismos periodistas informados.
De nada sirve que a estos electores se les diga a voces que Berlusconi podr¨ªa poner la mordaza a los magistrados, porque la idea de la justicia se asocia a la de amenaza e intromisi¨®n en los asuntos privados. Este electorado afirma c¨¢ndidamente que un presidente rico por lo menos no robar¨ªa, porque concibe la corrupci¨®n en t¨¦rminos de millones o decenas de millones, no en t¨¦rminos astron¨®micos de billones. Estos electores piensan (y con raz¨®n) que Berlusconi no se dejar¨ªa nunca corromper por una cifra equivalente al precio de un piso de tres habitaciones con ba?o, o por el regalo de un coche de gran cilindrada, pero (cosa que por otra parte nos ocurre casi a todos nosotros) consideran imperceptible la diferencia entre 10 y 20 billones. La idea de que un Parlamento controlado por la nueva mayor¨ªa pueda votar una ley que, por una serie de causas y efectos no inmediatamente comprensibles, produjera al jefe del Gobierno un beneficio de un bill¨®n no corresponde a su noci¨®n cotidiana del haber y el debe, comprar, vender o canjear. ?Qu¨¦ sentido tiene hablarles, a esos electores, de empresas off shore, cuando a lo sumo desear¨ªan poder pasar en playas ex¨®ticas una semana de vacaciones con vuelo charter?
?Qu¨¦ sentido tiene hablarles, a esos electores, de The Economist si ignoran hasta el t¨ªtulo de muchos peri¨®dicos italianos y no saben de qu¨¦ tendencia son, y al subir al tren les resulta indiferente comprar una revista de derechas o de izquierdas, bast¨¢ndoles que en la portada se exhiba un trasero? Este electorado es totalmente insensible a toda acusaci¨®n y est¨¢ fuera de toda preocupaci¨®n por el r¨¦gimen de hecho. Es un electorado producido por nuestra sociedad, con a?os y a?os de atenci¨®n a los valores del ¨¦xito y de la riqueza f¨¢cil; que ha sido generado tambi¨¦n por la prensa y la televisi¨®n que no son de derechas; que es producto de los desfiles de modelos procaces, de madres que abrazan finalmente al hijo que ha emigrado a Australia, de parejas que obtienen el elogio de los vecinos porque han exhibido sus crisis conyugales delante de una c¨¢mara; es un electorado producido asimismo por lo sagrado transformado a menudo en espect¨¢culo, por la ideolog¨ªa de que basta agradar para vencer, por el escaso encanto medi¨¢tico de toda noticia que diga lo que las estad¨ªsticas demuestran -que la criminalidad ha disminuido-, mientras que es mucho m¨¢s morbosamente visible el caso de una criminalidad sobremanera cruel que induce a pensar que lo que ha ocurrido una vez podr¨ªa ocurrirles ma?ana a todos. Este electorado encantado es el que har¨¢ ganar al Polo. La Italia que tendremos ser¨¢ la que ellos hayan querido.
Frente al electorado motivado y al electorado encantado de la derecha, el mayor peligro para nuestro pa¨ªs est¨¢ constituido sin embargo por el electorado desmotivado de la izquierda (y nos referimos a la izquierda en el sentido m¨¢s amplio de la palabra, desde el viejo laico republicano y el joven de Refundaci¨®n Comunista hasta el cat¨®lico del voluntariado que ya no se f¨ªa de la clase pol¨ªtica). Es la masa de aquellos que ya saben las cosas dichas hasta ahora (y que ni siquiera necesitan que se las recuerden), pero que se sienten decepcionados por el Gobierno saliente, por lo que esperaban de ¨¦l, y que consideran tibiamente lo que han recibido, por lo que deciden castrarse por contrariar a su mujer. Para castigar a quienes no les han satisfecho, har¨¢n ganar al r¨¦gimen de hecho. La responsabilidad moral de ¨¦stos es enorme, y la Historia ma?ana no criticar¨¢ a los enganchados a las telenovelas, que habr¨¢n recibido la telenovela que quer¨ªan, sino a quienes, aun leyendo libros y peri¨®dicos, no se han dado cuenta todav¨ªa, o tratan desesperadamente de ignorar, que lo que nos espera ma?ana no son elecciones normales, sino un refer¨¦ndum moral. En la medida en que rechacen esta toma de conciencia est¨¢n destinados al cerco dantesco de los indolentes.
Contra la indolencia se invita ahora tambi¨¦n a los indecisos y a los desencantados a suscribir un llamamiento muy sencillo, que no les obliga a compartir todas las consideraciones de este art¨ªculo, sino s¨®lo la parte que se transcribe a continuaci¨®n en cursiva.
Contra la instauraci¨®n de un r¨¦gimen de hecho, contra la ideolog¨ªa del espect¨¢culo, para salvaguardar en Italia la pluralidad de la informaci¨®n, consideramos las pr¨®ximas elecciones como un refer¨¦ndum moral al que nadie tiene derecho a sustraerse.
?ste ser¨¢ para muchos un llamamiento a su conciencia y a asumir su responsabilidad. Porque 'ning¨²n hombre es una isla... No mandes nunca a preguntar por qui¨¦n dobla la campana: la campana dobla por ti'.
Umberto Eco es escritor y semi¨®logo italiano.
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