El fiscal retira la petici¨®n de pena de muerte para Joaqu¨ªn Mart¨ªnez
Los padres del preso instan a los espa?oles a seguir luchando y no abandonar la movilizaci¨®n
'Tenemos que seguir luchando', dijo Sara, la madre del acusado, en el tribunal del juez de Tampa Rogers Padgett. La maniobra del fiscal, se?alaron los abogados de Mart¨ªnez, Peter Raben y David Parry, busca dos objetivos: desmovilizar a la opini¨®n p¨²blica espa?ola, que ha convertido el caso Mart¨ªnez en el estandarte de su repudio por la persistencia de la pena capital en EE UU, y conseguir m¨¢s f¨¢cilmente un veredicto de culpabilidad por parte de los 12 hombres y mujeres del jurado que ayer empez¨® a constituirse en Tampa. 'Liberado de la responsabilidad de decidir sobre la vida de Joe [como llaman los estadounidenses a Joaqu¨ªn Jos¨¦], el jurado puede ser m¨¢s proclive a declararle culpable', dijo Parry.
As¨ª lo vieron tambi¨¦n Joaqu¨ªn y Sara Mart¨ªnez, que invitaron a los espa?oles a no bajar la guardia. 'Quiz¨¢', dijo Joaqu¨ªn, 'alguna prensa amarillista se desentienda de este caso, ya que ha desaparecido el peligro de que mi hijo sea ejecutado, pero no podemos permitir que un inocente pase un solo d¨ªa en prisi¨®n y ¨¦l lleva casi cinco a?os en la c¨¢rcel'. 'Mi hijo', prosigui¨® Joaqu¨ªn, 'no es culpable de estos cr¨ªmenes y s¨®lo se contentar¨¢ con un veredicto que proclame su inocencia'. Joaqu¨ªn Mart¨ªnez confirm¨® que su hijo rechaza cualquier pacto con la acusaci¨®n que le obligue a declararse culpable, aunque sea a cambio de una corta condena. 'No quiere rebajas, quiere justicia', dijo Sara, la madre.
Debilidad de la acusaci¨®n
Antes del comienzo de la fase de selecci¨®n del jurado, la fiscal¨ªa comunic¨® al juez y a la defensa de Mart¨ªnez su renuncia a conseguir que el preso espa?ol sea condenado a muerte. Fue el reconocimiento de la creciente debilidad de la causa de la acusaci¨®n, que, desde que Raben se ocupa de la defensa, sufre derrota tras derrota. El pasado a?o, el Tribunal Supremo de Florida anul¨® el primer juicio en Tampa de Mart¨ªnez, en el que el jurado le declar¨® culpable de los asesinatos, en 1995, de Douglas Lawson y Sherrie McCoy-Ward y lo envi¨® a la silla el¨¦ctrica. La pasada semana, el juez Padgett, que ya presidi¨® la primera vista, prohibi¨® a la acusaci¨®n usar su principal prueba material: el sonido y la grabaci¨®n de un v¨ªdeo en el que, supuestamente, Mart¨ªnez confiesa a su esposa que ¨¦l cometi¨® los cr¨ªmenes.
Mart¨ªnez entr¨® ayer esposado al tribunal y, una vez all¨ª, un alguacil liber¨® sus manos. Vest¨ªa un traje de chaqueta gris y su padre dijo: 'Es la primera vez que lo veo de traje desde el primer juicio, en 1997'. Sara, la madre, llevaba un escapulario de la Virgen del Roc¨ªo y una estampa del Cristo de Medinaceli, que unos andaluces le hab¨ªan regalado como talism¨¢n de buena suerte para la ocasi¨®n. Los Mart¨ªnez se sentaron en el segundo banquillo, al lado de la prensa espa?ola, mientras que el primero fue ocupado por los familiares de Lawson y McCoy-Ward. A trav¨¦s de un alguacil, el acusado hizo llegar a sus padres y los periodistas que se sent¨ªa 'mejor, con m¨¢s esperanzas' al conocer la fresqu¨ªsima noticia de la renuncia de la fiscal¨ªa a la pena capital. Antes de la anulaci¨®n de su primer juicio, Mart¨ªnez pas¨® 37 meses en el corredor de la muerte de la prisi¨®n de Starke, en el norte de Florida.
En la sala estaban C¨¢ndido Ibar y Tanya Qui?ones, los padres de Pablo Ibar, un joven de origen vasco y sobrino del boxeador vasco Urtain, que tambi¨¦n ha sido condenado a muerte en Florida. Entre ellos y la familia Mart¨ªnez se ha desarrollado una relaci¨®n de amistad y solidaridad, una causa com¨²n contra la ligereza con que en EE UU son enviados al verdugo los acusados de asesinato que no pueden pagarse defensas millonarias. Una delegaci¨®n multipartidista del Senado espa?ol intentaba ayer subrayar ante las autoridades de Florida el estupor y la indignaci¨®n de los aliados europeos de EE UU por este cruel anacronismo de la gran potencia.
Ciudadanos corrientes
Con 40 minutos de retraso entr¨® en la sala el juez Padgett, con toga, gafas y bien cuidado cabello y barba blanca que le daban un aire patricio. A continuaci¨®n fueron llamados los 40 miembros potenciales del jurado, ciudadanos corrientes de Tampa. El juez les inform¨® de que iban a tener que decidir sobre dos acusaciones de homicidio en primer grado con premeditaci¨®n, aunque el fiscal no iba a pedir la pena de muerte. Y les inst¨® a 'no actuar en funci¨®n de sus opiniones, sino de lo que escuchen en el tribunal'.
Comenzaron de inmediato los interrogatorios por parte del fiscal Watson y el abogado Parry del primer grupo de jurados potenciales. Eran seis mujeres y seis hombres; de ellos, siete blancos, tres negros y dos hispanos. Todos aseguraron no haber o¨ªdo hablar jam¨¢s del caso, pero uno era cu?ado de una funcionaria de polic¨ªa y dos trabajaban en empresas de seguridad, lo que pod¨ªa hacerlos favorables de partida a la acusaci¨®n. El abogado Parry recus¨® a esas tres personas. Por su parte, el fiscal Watson recus¨® a otras tres. El grupo inicial qued¨® reducido a la mitad y nuevos jurados potenciales se le incorporaron. Tres de ellos fueron descartados de inmediato.
Anoche prosegu¨ªa el decisivo cap¨ªtulo de la selecci¨®n del jurado. Cuando finalice comenzar¨¢ el juicio, que puede prolongarse hasta la pr¨®xima semana. Sin esposas, al lado de sus abogados y vigilado por dos alguaciles, Mart¨ªnez sigui¨® esas maniobras p¨¢lido y atento, con la barbilla apoyada en los dedos ¨ªndice de sus manos. Sobre ¨¦l sobrevuela todav¨ªa la amenaza de vivir entre rejas el resto de sus d¨ªas.
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