Partidarios de la felicidad
Por raros que parezcan, existen d¨ªas en que de repente uno puede vivir la ilusi¨®n de lo perfecto. Existen d¨ªas en que Barcelona parece una ciudad ideal, sin carencias ni lagunas, preparada para todo. Mi descubrimiento de Fine!, un nueva banda musical, pertenece a uno de esos d¨ªas. ?sta es la secuencia de los hechos. Era lunes por la noche y estaba escuchando la radio; ten¨ªa sintonizado L'¨²ltim metro, el buen programa musical que presenta Josep Mart¨ªn en Catalunya Cultura (d¨ªas laborables, de once a doce); como es habitual, propon¨ªa nuevos grupos, bandas interesantes, y entonces puso dos canciones de Fine!: Dos semanas m¨¢s, una instrumental preciosa, con una melod¨ªa repleta de detalles, y Seymour why?, que me cautiv¨® desde la primera nota con una trompeta a lo Bacharach y una voz femenina ¨¢spera y c¨¢lida al mismo tiempo. Cuando termin¨® la canci¨®n, el locutor los present¨®: s¨ª, cantaban en ingl¨¦s, pero eran de Barcelona y hab¨ªan grabado su primer disco -Now that we're alone- para Strange Ones, un peque?o sello de Terrassa. Tom¨¦ nota y a la ma?ana siguiente me fui a CD-Drome, la tienda de la calle de Valldonzella (un para¨ªso de la m¨²sica independiente), donde me estaba esperando (como un im¨¢n) el disco de Fine!
Nuevo grupo musical. Los Fine! hacen canciones encantadoras, simp¨¢ticas y agridulces como un final de verano. Se declaran partidarios de la felicidad
Una hora despu¨¦s ya lo estaba saboreando en casa, construyendo ficciones (un vicio) para cada una de esas melod¨ªas encantadoras, simp¨¢ticas y agridulces como un final de verano, y este dato bastar¨ªa para justificar la perfecci¨®n de los hechos. Pero hay m¨¢s, porque resulta que al cabo de un par de d¨ªas, el jueves, Fine! dio un miniconcierto en el F¨®rum FNAC de El Triangle y all¨ª pude escucharlos en directo y luego charlar con ellos. Fine! son cinco -Desir¨¦e, Dani, ?lex, V¨ªctor y Sito- y tienen todos entre 22 y 27 veranos. Al cabo de tres a?os de ensayar juntos, de escribir canciones y pulirlas hasta el agotamiento, estos chicos se dieron cuenta de que ten¨ªan un pu?ado de temas y aquello pod¨ªa ser un disco; encontraron a un amigo tan entusiasta como ellos y aqu¨ª est¨¢n. ?C¨®mo suenan las canciones de Fine!? A falta de banda sonora ad hoc, las palabras deben consignar estos rasgos de estilo: m¨²sica pop sencilla y seductora, melod¨ªas pegadizas y algo melanc¨®licas (la voz de Desir¨¦e), arabescos de guitarra, alg¨²n que otro arreglo electr¨®nico y, de vez en cuando, el lamento de la trompeta que subraya una atm¨®sfera. Fine! -lo dice el t¨ªtulo- est¨¢n muy bien, y se declaran partidarios de la felicidad. No les gusta la m¨²sica intelectualizada, dicen, ni las letras de protesta, pero tampoco las frivolidades, y cuentan que su m¨¢xima aspiraci¨®n es conseguir cambiar el estado de ¨¢nimo de quien les escuche, 'transmitir la felicidad', dicen tan ricamente.
Como otros grupos europeos que triunfan en este momento, cuando reconocen a sus maestros, Fine! hablan de Manchester, de los a?os ochenta. ?Qu¨¦ caprichosas, las influencias y las modas! Los noventa, justo cuando ellos empezaron a escuchar m¨²sica, fueron para el sonido Bristol, para la electr¨®nica y la frialdad del trip-hop: una imagen de callejones encharcados, sucios, y de fondo el latido de un coraz¨®n que no se para y una voz que susurra intrigante, esto era el trip-hop. Y ahora ellos necesitan volver a los ochenta y citan a The Smiths, a Stone Roses, a The Sundays. Las mismas guitarras transparentes, y sin embargo un distinto mensaje. Morrissey se met¨ªa con Margaret Thatcher y Paul Weller hablaba de derribar muros, y Fine! -como The Cardigans, como Saint Etienne, como La Buena Vida- cantan a una existencia hedonista, donde lo m¨¢s importante es que el sol brille cada d¨ªa (y en esto tampoco se encuentran lejos de Burt Bacharach y Hal David).
Las letras que escribe Desir¨¦e hablan de gente corriente, del 'verano revisitado', esa estaci¨®n que, no sabe por qu¨¦, le gustar¨ªa que fuera eterna, puesto que septiembre 'borra todos los viejos colores'. El contrapunto a esta exaltaci¨®n solar lo ponen los momentos quedos, melanc¨®licos cuando no tristes: una sonrisa recordada es peligrosa por su carga de nostalgia; marcharse de casa durante dos semanas para luego volver puede ser una soluci¨®n a los problemas amorosos. A todo esto, uno escucha una y otra vez las canciones de Fine! y no se cansa y no puede evitar sonre¨ªr, sentirse bien, un chaval. Puede producirse incluso un t¨ªmido amago de caderas, el baile incipiente. No s¨¦, quiz¨¢ el secreto se encuentre en esta amabilidad algo na?f (aunque a veces ir¨®nica) que respiran las canciones del disco; quiz¨¢ sea tambi¨¦n algo coyuntural, cosa de este verano que se acerca con todo su peligro -ba?adores multicolores, pieles bronceadas, atardeceres magenta-, pero debo reconocer que el pasado lunes, cuando escuch¨¦ por vez primera la melod¨ªa zigzagueante de Dos semanas m¨¢s, con ese ¨®rgano lento y distra¨ªdo punteando cuatro notas de La chica de Ipanema, viv¨ª un prolongado simulacro de felicidad, o eso me pareci¨®.
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