El ¨²ltimo recluta
Se ve¨ªa venir. Nadie quer¨ªa ser el ¨²ltimo recluta. As¨ª que, una vez decretado el fin del servicio militar obligatorio -tras los acuerdos del Majestic en mayo de 1996 entre las delegaciones negociadoras del PP y de CiU, a los que se lleg¨® por necesidades del gui¨®n para la primera investidura de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar como presidente del Gobierno- todos los conscriptos potenciales han emprendido una carrera en pelo, como ante el antiguo grito escolar de maric¨®n el ¨²ltimo, tratando de escaquearse con alegaciones aut¨¦nticas o viciosas para eludir la incorporaci¨®n a filas o, en el caso de ser objetores de cociencia, el cumplimiento alternativo de la Prestaci¨®n Social Sustitutoria (PSS). La abolici¨®n del servicio militar y de la PSS se dir¨ªa irreversible, pero en cualquier caso es necesario analizar c¨®mo se ha llegado a adoptar una medida legal de ese alcance, porque ese c¨®mo est¨¢ pre?ado de unas consecuencias que cada vez afloran con mayor claridad, seg¨²n acabamos de ver durante las celebraciones del D¨ªa de las Fuerzas Armadas.
Llegados aqu¨ª, el se?or ministro del ramo, Federico Trillo, deber¨ªa ahorrarse las sorpresas acerca de las actitudes period¨ªsticas de algunos compa?eros de viaje del PP, ya que eran por completo previsibles. As¨ª, por ejemplo, que Luis Mar¨ªa Anson ponga La Raz¨®n al servicio de los descontentos, que guardan el uniforme en el armario, para quienes el servicio militar nunca fue una derivada de las necesidades de la Defensa Nacional sino un acto de debida sumisi¨®n de la sociedad civil, ofrecido a sus salvadores y tutores castrenses. La f¨®rmula Anson dio ping¨¹es resultados durante la etapa en que nuestro colega dirigi¨® el Abc y ahora est¨¢ siendo ensayada de nuevo en el diario grapado de su propia invenci¨®n. Consisti¨® en el cultivo de las afinidades episcopales, a base de reiterar la publicaci¨®n ¨ªntegra de las enc¨ªclicas y de otras campa?as para estimular el trasvase hacia el peri¨®dico de los Luca de Tena de los lectores cat¨®licos del diario Ya, y, al mismo tiempo, prodigar halagos a los militares, incluidos cuando fueron necesarios los m¨¢s recalcitrantes para atraerlos desde el diario golpista El Alc¨¢zar hasta lograr que se encontraran en Abc tan en casa como el propio Jaime Campmany.
Pero vengamos primero a los programas electorales de 1996 y comprobemos que ninguno de los partidos de implantaci¨®n nacional con posibilidades de obtener la victoria en las urnas incluia una medida del alcance de la supresi¨®n del servicio militar. Aunque debe reconocerse que la tendencia se ve¨ªa venir desde que los centristas del CDS, los del segundo Adolfo Su¨¢rez, propugnaron en sus programas del 89 la reducci¨®n del tiempo en filas a tres meses. Se abri¨® as¨ª una subasta a la baja para halagar los o¨ªdos de los j¨®venes presuntos implicados en esas obligaciones y ganar sus discutidos votos. Con responsabilidad y conforme a la propuesta formulada en el debate de investidura de Felipe Gonz¨¢lez, despu¨¦s de la victoria socialista de entonces, en marzo de 1990 se constituy¨® una ponencia en el seno de la Comisi¨®n de Defensa del Congreso 'encargada de abordar el estudio y seguimiento de los temas relacionados con el modelo de Fuerzas Armadas en su conexi¨®n con el servicio militar'.
Los trabajos parlamentarios concluyeron en un texto aprobado por el Congreso el 27 de junio de 1991 por 206 votos a favor, 25 en contra y 9 abstenciones. Pero de nada sirven consensos tan amplios como el anterior, que fijaba los objetivos para el a?o 2000 cuando al servicio de la coyuntura en el hotel Majestic la b¨²squeda de los votos de CiU lleva a incorporar al propio programa una propuesta redactada con la ligereza de quienes sab¨ªan la imposibilidad de llevarla adelante, habida cuenta de que s¨®lo presentaban candidaturas en 4 de las 52 circunscripciones electorales. Qu¨¦ interesante releer ahora (v¨¦ase el volumen sobre El servicio militar: ?obligatorio o voluntario? de la Asociaci¨®n de Periodistas Europeos, en ediciones Tecnos 1991) el voto particular del grupo popular, que alertaba sobre la necesidad de evitar la transformaci¨®n de las Fuerzas Armadas en un espacio de inconsistencia. Continuar¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.