Error humano o incompetencia militar
El Tribunal Militar Central juzga a un teniente coronel y a un sargento por la muerte de un teniente en un ejercicio
Los militares y los jueces son los ¨²nicos profesionales que se juzgan a s¨ª mismos. Una responsabilidad m¨¢s que un privilegio si se ejerce con rigor, pues cualquier corporaci¨®n es remisa a lavar sus trapos sucios en p¨²blico. Es probable que si el padre del teniente Arturo Vinuesa, fallecido el 10 de abril de 1992, a los 26 a?os, no hubiera sido tambi¨¦n un militar, y un hombre empe?ado a toda costa en aclarar la muerte de su hijo, nunca se hubiese celebrado el juicio que comenz¨® ayer en el Tribunal Militar Central de Madrid.
Para un coronel del Ej¨¦rcito, mucho m¨¢s que para un civil, resultaba indigerible la versi¨®n del informe oficial, suscrita por el hoy general Vicente D¨ªaz de Villegas, entonces jefe de estudios de la Escuela Militar de Monta?a y Operaciones Especiales de Jaca (Huesca), seg¨²n la cual la muerte del teniente fue un 'accidente imprevisible' que, 'desgraciadamente, forma parte de las estad¨ªsticas c¨ªclicas'.
El padre del fallecido, coronel del Ej¨¦rcito, acusa de negligencia a los profesores de la escuela castrense
Por tres veces intent¨® el juez instructor archivar la causa contra los mandos y limitar la responsabilidad al autor material de los disparos, el sargento Diego Caballero. Y por tres veces recurri¨® el coronel Vinuesa hasta conseguir que, nueve a?os despu¨¦s, se siente tambi¨¦n en el banquillo el teniente coronel C¨¢ndido Alonso, responsable de la ejecuci¨®n del tema t¨¢ctico Murci¨¦lago 92, del curso de mando de operaciones especiales, en el campo de maniobras de San Gregorio (Zaragoza).
El ejercicio consist¨ªa en un ataque de comando contra un supuesto centro de transmisiones enemigo, una tienda de campa?a en la que se introdujo el teniente Vinuesa para colocar una carga explosiva. Todav¨ªa se encontraba en su interior cuando el sargento alumno, confundiendo una granada iluminante con una bengala, la barri¨® con su ametralladora AML.
Los cinco miembros del tribual, tres militares jur¨ªdicos y dos mandos del Ej¨¦rcito, tienen ante s¨ª dos versiones de los hechos. El fiscal sostiene que la muerte del teniente fue fruto de una imprudencia temeraria del sargento, quien llevado de su 'exceso de celo' y la desorientaci¨®n -el ejercicio se hizo de madrugada y con escasa visibilidad- abri¨® fuego sin respetar las medidas de seguridad. Pese a las letales consecuencias, s¨®lo pide para ¨¦l una pena de tres meses de arresto, sin consecuencias pr¨¢cticas, pues ya est¨¢ retirado por enfermedad, mientras reclama la absoluci¨®n del teniente coronel.
Por el contrario, para la acusaci¨®n particular, la negligencia empez¨® con el propio dise?o del ejercicio, por lo que solicita cinco a?os de c¨¢rcel para cada acusado. La clave est¨¢ en las se?ales que deb¨ªa recibir el sargento antes de dirigir su ametralladora contra la tienda de campa?a. Todos coinciden en que eran tres: el lanzamiento de una bengala blanca, una orden por radio y el contacto f¨ªsico con un enlace.
Pero el teniente coronel sostuvo ayer que era necesario que se produjeran las tres antes de abrir fuego, mientras que el sargento asegur¨® que eran medidas alternativas, por lo que bastaba con s¨®lo una de ellas.
La duda se habr¨ªa resuelto f¨¢cilmente si hubiese aparecido la orden de operaciones, el gui¨®n detallado del ejercicio. El director general del Cesid, Javier Calder¨®n, entonces director de Ense?anza del Ej¨¦rcito, citado como testigo, ratific¨® en su d¨ªa que no era necesario elaborarlas en peque?as unidades como la implicada. Y el teniente coronel dijo ayer que, aunque las normas did¨¢cticas determinaban que se encargarse a los alumnos como ejercicio, los profesores no estaban obligados a hacerlo.
Sin embargo, el capit¨¢n Miguel Rodr¨ªguez, entonces alumno, declar¨® durante la instrucci¨®n que entreg¨® al teniente coronel el informe, que nunca m¨¢s ha aparecido. En el sumario figuran, sin embargo, las notas manuscritas que ¨¦ste tom¨® para elaborarlo. De ellas se deduce que las medidas de seguridad eran alternativas y no complementarias
El argumento m¨¢s contundente lo dio ayer el propio sargento durante el interrogatorio: 'Si alguien hubiera tenido que venir a avisarme, me habr¨ªa despreocupado de todo lo dem¨¢s y jam¨¢s me habr¨ªa equivocado'.
Tampoco, si hubiesen esperado a un enlace, le habr¨ªa preguntado el profesor que estaba a su lado cuando el sargento le anunci¨® que iba a disparar : '?Est¨¢s seguro?' No era el ¨²nico desorientado aquella noche, en que fallaron las granadas iluminadoras, se atasc¨® una ametralladora y se retrasaron los lanzagranadas, entre otras anomal¨ªas.
Con todo, lo m¨¢s sorprendente es por qu¨¦ se decidi¨® disparar contra una tienda que en pocos segundos iba a volar por los aires. El propio Tribunal Militar Central, en uno de sus autos, ya se cuestion¨® 'la absoluta necesidad de que, en tiempo de paz, se dise?e un ejercicio de instruci¨®n en el que se emplee fuego real sobre un objetivo que pudiera estar ocupado por personas'.
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