No hay ruptura estrat¨¦gica con Europa
La autora rechaza la idea de que EE UU y Europa se est¨¦n separando al no existir ya la amenaza del comunismo sovi¨¦tico, y sostiene que los aliados seguir¨¢n unidos por valores e intereses comunes
El presidente George W. Bush ve en su primer viaje de larga duraci¨®n al extranjero desde que ocup¨® el cargo una importante oportunidad para avanzar en nuestros objetivos comunes con Europa y analizar nuestros problemas comunes.
Este viaje se desarrolla con un tel¨®n de fondo de conversaciones -en los medios de comunicaci¨®n y en c¨ªrculos acad¨¦micos y diplom¨¢ticos- que hablan de una 'diferencia de valores' entre Estados Unidos y Europa. Se dice que el supuesto desfase proviene de las diferencias entre Estados Unidos y Europa respecto a cuestiones como la pena de muerte, el control de armas y los alimentos gen¨¦ticamente modificados. Algunos incluso afirman que hay una 'ruptura estrat¨¦gica' en cuestiones como las minas terrestres, el calentamiento del planeta y las defensas contra misiles. La premisa del argumento es que, al no estar unidos por la amenaza del comunismo sovi¨¦tico, Estados Unidos y Europa se est¨¢n separando. Algunos van un paso m¨¢s all¨¢ y sostienen que estamos destinados a convertirnos en adversarios en lugar de aliados.
'Deber¨ªamos presentar nuestras diferencias con sinceridad, ver las cosas con objetividad y buscar soluciones con pragmatismo y creatividad'
El presidente y su Administraci¨®n rechazan fundamentalmente esta premisa. Europa y Estados Unidos somos aliados hoy. Seguiremos si¨¦ndolo, ma?ana y pasado ma?ana, firmes aliados. No por destino, sino por decisi¨®n voluntaria. No por la inercia de nuestra historia com¨²n, sino por nuestros intereses comunes y, de hecho, por nuestros valores comunes.
De entrada, Estados Unidos y Europa tienen un firme inter¨¦s com¨²n en mantener unas relaciones econ¨®micas y comerciales s¨®lidas. Nuestra cantidad total de inversiones y comercio anual alcanza aproximadamente 1,5 billones de d¨®lares estadounidenses; las exportaciones de Estados Unidos a la Uni¨®n Europea sostienen 1,3 millones de puestos de trabajo en este pa¨ªs. El comercio de bienes y servicios entre Estados Unidos y Europa pr¨¢cticamente se dobl¨® durante la d¨¦cada de 1990. En resumen, nuestros lazos econ¨®micos justifican por s¨ª solos una relaci¨®n muy estrecha con Europa.
Lo mismo se puede decir de nuestra relaci¨®n de seguridad. Nuestro inter¨¦s por la seguridad europea no desapareci¨® con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Hoy en d¨ªa estamos trabajando estrechamente a trav¨¦s de la OTAN para forjar la Europa por la que lucharon nuestros abuelos y nuestros padres en dos guerras mundiales: una Europa unida, libre y en paz. Trabajamos para consolidar los beneficios obtenidos con la paz en los Balcanes. Trabajamos y nos consultamos mutuamente para desarrollar un nuevo marco estrat¨¦gico para hacer frente a las amenazas comunes, como el terrorismo, la guerra de la informaci¨®n, las armas de destrucci¨®n masiva y los medios para producirlas. El presidente espera tratar de todos estos temas en su viaje.
El debate sobre la 'diferencia de valores' o la 'ruptura estrat¨¦gica' olvida el hecho de que, en un nivel muy b¨¢sico, nuestros intereses econ¨®micos y de seguridad, lejos de separarnos, son factores primordiales para que Estados Unidos y Europa sigan trabajando en equipo.
Pero lo m¨¢s ir¨®nico es que el debate sobre los valores se produce en un momento en el que nuestros valores b¨¢sicos -los valores comunes de la comunidad transatl¨¢ntica- est¨¢n en ascenso.
Los ciudadanos de ambas orillas del Atl¨¢ntico creen que todos los humanos tienen derecho a las libertades fundamentales: libertad de decir lo que pensamos, de creer en lo que queramos y de elegir a quienes queremos que nos gobiernen. Creemos que las econom¨ªas y los sistemas de comercio abiertos son puntos de partida esenciales para aumentar la prosperidad y satisfacer las necesidades humanas. Estas creencias -en la libertad de las personas dentro de las fronteras y en la libertad de comercio a trav¨¦s de las fronteras- caracterizan desde hace tiempo nuestra alianza con Europa. La diferencia hoy en d¨ªa es que buena parte del resto del mundo est¨¢ de acuerdo con nosotros.
De hecho, estos principios son la marca caracter¨ªstica de la era mundial. Desde Am¨¦rica Latina hasta Rusia, desde Asia hasta ?frica, se reconoce cada vez m¨¢s que la ¨²nica forma de mejorar la vida es abrir la econom¨ªa, erradicar la corrupci¨®n, suprimir las subvenciones y el control estatales y demoler las barreras proteccionistas. Cada vez se admite m¨¢s que la libertad econ¨®mica y pol¨ªtica crea el espacio necesario para que el talento de los individuos pueda producir no s¨®lo felicidad personal, sino tambi¨¦n beneficio social.
Cada vez m¨¢s naciones comprenden que ¨¦sta es la din¨¢mica b¨¢sica de la globalizaci¨®n. Y ¨¦sta es la raz¨®n por la que escogen la libertad y la apertura: para su econom¨ªa, sus relaciones comerciales y su sistema pol¨ªtico. ?sa es la raz¨®n de que hoy el porcentaje de personas que viven en democracia sea mucho mayor que nunca.
La libertad y el respeto a las libertades humanas b¨¢sicas no son valores made in USA. No son valores estadounidenses, del mismo modo que tampoco son europeos. Son ambas cosas y ninguna. Hoy en d¨ªa son cada vez m¨¢s universales.
No pretendo restar importancia a los temas que impulsan el debate sobre la diferencia de valores. Nuestra alianza transatl¨¢ntica debe tener y tendr¨¢ un saludable debate sobre aquellas cuestiones en las que diferimos. La gente razonable puede no estar de acuerdo respecto a cu¨¢l es la mejor forma de plantearse las cuestiones pol¨ªticas, como el cambio clim¨¢tico planetario y los alimentos gen¨¦ticamente modificados. Deber¨ªamos presentar nuestras diferencias con sinceridad, ver las cosas con objetividad y buscar soluciones con pragmatismo y creatividad.
Respecto a algo tan fundamental como la pena de muerte, ambas partes deben respetar el hecho de que nuestra postura es el resultado de un discurso abierto y democr¨¢tico en el seno de nuestras instituciones c¨ªvicas y pol¨ªticas. Y deber¨ªamos apreciar el hecho de que hay indicios que sugieren que las opiniones de nuestros ciudadanos son m¨¢s ambiguas y probablemente est¨¢n mucho m¨¢s cercanas entre s¨ª que las posturas de nuestros Gobiernos.
Pero, en muchos aspectos, el debate sobre la 'diferencia de valores' entre Estados Unidos y Europa es el tipo de discusi¨®n indulgente que s¨®lo se pueden permitir los muy pr¨®speros y ricos. El debate parece tener lugar en el vac¨ªo, olvidando el importante trabajo que todav¨ªa se debe hacer para construir el tipo de Europa que sabemos que queremos, el tipo de Europa que sabemos que podemos alcanzar. El debate parece tambi¨¦n pasar por alto la importante labor que Estados Unidos y Europa pueden realizar juntos m¨¢s all¨¢ de sus fronteras: ayudar a establecer sociedades abiertas con econom¨ªas abiertas en todo el mundo; ayudar a traer la paz y la salud a ?frica; ayudar a dar ejemplo de democracia multi¨¦tnica a aquellos pa¨ªses en los que la diferencia se considera todav¨ªa una licencia para matar.
Es un orden del d¨ªa importante, y los objetivos son grandes. Y una de las caracter¨ªsticas que definen la era mundial es que ninguna naci¨®n -ni siquiera una 'hiperpotencia' en caso de que existiese- puede alcanzar por s¨ª sola estos objetivos.
Condoleeza Rice es consejera de Seguridad Nacional del presidente de Estados Unidos, George W. Bush. ? 2001, Global Viewpoint. Distribuido por Los Angeles Times Syndicate International, una divisi¨®n de Tribune Media Services.
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