Dec¨¢logo
Est¨¢ nuestro protagonista reunido consigo mismo y con el peri¨®dico en un rinc¨®n de la cantina, cuando, de repente, se le acerc¨® un plasta y le empez¨® a contar milongas, envileciendo el idioma con fluidez e ignorancia, y dejando a la intemperie una estupidez rica en matices. Gustavo, que as¨ª se llamaba el que estaba reunido consigo mismo, levant¨® la mirada del peri¨®dico y la dirigi¨® t¨ªmidamente al individuo. Enseguida volvi¨® a su lectura haciendo caso omiso de la perorata. Pero el otro, erre que erre, no s¨®lo no ces¨®, sino que fue incrementando el clamor de sus rebuznos. Gustavo levant¨® de nuevo su mirada, pero esta vez le fulmin¨® con esta amonestaci¨®n: 'Le ruego, ciudadano, que me deje en paz. Si tiene usted ganas de hablar con alguien, vaya y se lo cuenta a una estatua del Retiro'. El sujeto se sinti¨® herido y replic¨® a voces, para informar a toda la parroquia: '?Aqu¨ª hay un listo, Evaristo!'.
Entonces Gustavo se levant¨® ceremoniosamente, agarr¨® al sujeto por la mu?eca, le inmoviliz¨® con una llave de yudo y le oblig¨® a leer en alto, y en esa postura, el siguiente dec¨¢logo que circula por algunos bares de Madrid:
1. No te inmiscuir¨¢s en la intimidad de los clientes.
2. No incordiar¨¢s al lector de peri¨®dicos.
3. No dar¨¢s la vara al pr¨®jimo.
4. No irrumpir¨¢s con ni?os y dem¨¢s parentela, aunque sea domingo.
5. No la pagar¨¢s con el camarero, ni viceversa.
6. No tocar¨¢s los test¨ªculos a desconocidos.
7. No coger¨¢s merluzas, que son pescado mortal.
8. No echar¨¢s los tejos a la mujer de al lado, ni viceversa.
9. No contar¨¢s chistes largos.
10. Y, sobre todo, no har¨¢s el gilipollas.
Le¨ªdo el dec¨¢logo, Gustavo solt¨® al desventurado, que sali¨® con el rabo entre las piernas, entre el regocijo de todos los presentes. De nuevo volvi¨® el sosiego al recinto.
El que estaba reunido consigo mismo y con el peri¨®dico en un rinc¨®n de la cantina, sigui¨® departiendo con ambos. Y no hubo m¨¢s.
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