Las dos verdades
'Lo que es verdad no echa arena en los ojos', escribe la poeta austriaca Ingeborg Bachmann en su libro Invocaci¨®n a la Osa Mayor. Suena bien: la verdad nos vuelve m¨¢s limpios y la calumnia o la mentira nos hacen m¨¢s turbios, nos ciegan, emponzo?an nuestras vidas: 'No salgas de nuestra boca, / palabra que siembra el drag¨®n', dice Bachmann en otro de sus poemas. Pero, por desgracia, a este lado de los libros la cosa no es tan f¨¢cil. Fuera de los poemas, la verdad no est¨¢ pintada de rojo y las mentiras de azul, no es sencillo distinguir una de las otras, no es tan sencillo saber a qui¨¦n o en qu¨¦ creer. Fuera de los poemas, la verdad es difusa, transparente, y para algunos cambia de color, forma y tama?o dependiendo de si hablan de los dem¨¢s o de ellos mismos: no tienen nada m¨¢s que fijarse en los pol¨ªticos tramposos -con perd¨®n por la redundancia, como dir¨ªa el director de cine Gonzalo Su¨¢rez- que anegan nuestro pa¨ªs; no tienen nada m¨¢s que fijarse en la forma en que cambian su estrecho h¨¢bito de inquisidor por una chaqueta de manga ancha en cuanto pasan de la oposici¨®n al Gobierno. No es por meterme donde no me llaman, pero no me digan que comparar, por ejemplo, lo que dec¨ªa Aznar de los ministros corruptos ajenos con lo que dice de los suyos no es asistir a una verdadera metamorfosis, a un cambio de caballos en medio de la corriente, a algo parecido a ese juego de ni?os y malos escritores que consiste en alterar las letras de una palabra, cambiarlas de sitio o borrar algunas para que un nombre dicho de otro modo signifique otra cosa: aznar, rana, zar, azar, raza...
Hay quien cambia de verdad y quien, directamente, ya sea por falta de escr¨²pulos, desidia o pura estupidez, intenta ocultarla. 'Lo que es verdad abre una grieta en la pared', sigue diciendo Ingeborg Bachmann en su poema, y algunos intentan tapar esa grieta como sea, evitar que sea vista y denunciada. Por suerte, los peri¨®dicos son esa grieta en la pared; las emisoras de radio son esa grieta en la pared; las televisiones son esa grieta en la pared. Bueno, algunas, no todas; pero con algunas ya basta, ya es suficiente. Abre un peri¨®dico y ver¨¢s; coge una bandera y te quedar¨¢s ciego.
Hace un tiempo, rompieron contra nosotros las noticias tremendas de una guarder¨ªa municipal de Torrelodones en la que su directora y varias de sus ayudantes se dedicaban a martirizar a los ni?os a su cargo, los golpeaban, humillaban e insultaban, les hac¨ªan comerse sus propios v¨®mitos, les daban duchas de agua fr¨ªa junto a una ventana abierta, en pleno invierno. Ahora sabemos que esas mujeres han sido juzgadas y condenadas, y que los damnificados, como suele suceder, siguen perplejos: la m¨¢scara de las torturadoras era muy eficaz, y los testigos presenciales repiten, tambi¨¦n como en tantas otras ocasiones, que por fuera parec¨ªan personas; que andaban sobre dos patas y no sobre cuatro; que eran capaces de hablar con desenvoltura, igual que seres humanos. Qu¨¦ s¨®lida era su pared, pero qu¨¦ deprisa se derrumb¨® despu¨¦s de la primera noticia, despu¨¦s de la primera grieta.
Pero ahora tambi¨¦n nos han contado otra cosa sobre ese tema. Nos han contado que el concejal de Educaci¨®n del Ayuntamiento de Torrelodones intent¨® detener, por todos los medios a su alcance, la investigaci¨®n de aquellos sucesos repulsivos cuando llegaron las primeras denuncias; nos han contado que ese edil del PP, un tal Javier Navarrete, amenaz¨® al funcionario que intentaba descubrir lo que ocurr¨ªa en aquel infierno con sancionarlo y despedirlo si continuaba sus indagaciones; y nos han contado, para terminar, que el tal Navarrete tambi¨¦n 'amenaz¨®, despidi¨® y traslad¨®' a las empleadas de la guarder¨ªa que denunciaron los hechos. ?Ser¨¢ cierto? Y, si es cierto, ?ser¨¢ ese hombre depurado, sustituido, juzgado, escarmentado, despose¨ªdo de su cargo? Ese hombre que tal vez intent¨® ocultar una verdad terrible, que quiz¨¢s intent¨® convertir la verdad, al contrario que en el poema de Ingeborg Bachmann, en un pu?ado de arena arrojado a los ojos de los ciudadanos.
Malditos torturadores de ni?os; malditos mentirosos; malditos caciques. Benditos funcionarios nobles, benditos peri¨®dicos capaces de abrir una grieta en el muro de los desalmados. Cada d¨ªa se les gana una batalla a esos desalmados, pero la lucha sigue siendo dif¨ªcil. Ya lo dec¨ªa otro poeta enorme, el chileno Vicente Huidobro: 'Por cada p¨¢jaro del cielo habr¨¢ un cazador en la tierra'.
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