Vibrante versi¨®n de 'Otra vuelta de tuerca' en Aix-en-Provence
Daniel Harding y Luc Bondy dirigen la inquietante ¨®pera de Britten
El festival ha reunido a un elenco de artistas de primer¨ªsima fila para la ocasi¨®n: un equipo esc¨¦nico encabezado por Luc Bondy, acompa?ado del escen¨®grafo Richard Peduzzi y la figurinista Moidele Bickel; un apartado musical con la admirable Mahler Chamber Orchestra, el vitalista director Daniel Harding y un reparto vocal encabezado por Mireille Delunsch.
Con este despliegue, la expectaci¨®n era justificada y conseguir una entrada en el Jeu de Paume para el estreno era poco menos que imposible. Se hablaba, ya de antemano, como el espect¨¢culo del festival, e incluso se especulaba que era el as escondido en la manga de Lissner para revalidar el fabuloso Retorno de Ulises a la patria, de Monteverdi, con William Christie, del a?o pasado. Estos estados de ¨¢nimo previos tan calientes suelen desembocar en desenga?os. No ha sido as¨ª en esta ocasi¨®n. Una obra tan compleja, hechizante y misteriosa como The turn of the screw debe llevar al espectador de inmediato al estremecimiento. La prueba de fuego es esclarecedora. Si no hay estremecimiento, algo falla. En Aix, el escalofr¨ªo ven¨ªa en primer lugar del foso. Daniel Harding llev¨® la obra de una manera vibrante, partiendo de una definici¨®n t¨ªmbrica de claridad meridiana en cada uno de los instrumentos y, a partir de ah¨ª, consiguiendo un desarrollo de enorme dramatismo y fuerza tr¨¢gica al hilo de lo que suced¨ªa en la escena. Esta combinaci¨®n de transparecencia y expresi¨®n es determinante en una obra en la que conviven vivos y muertos, ni?os pose¨ªdos y mujeres atormentadas ante una realidad que no acaban de comprender, y mucho menos dominar.
Richard Peduzzi ide¨® uno de esos mecanismos escenogr¨¢ficos geom¨¦tricos, en tonos preferentemente blancos y azules, que han hecho su est¨¦tica inconfundible. De ello se sirvi¨® Luc Bondy para imprimir una fuerza teatral que ten¨ªa en los personajes su raz¨®n de ser. Sin utilizar ning¨²n tipo de apoyatura rom¨¢ntica, con la atenci¨®n puesta fundamentalmente en los conflictos, Bondy expuso la historia a trav¨¦s de la mirada interior de la institutriz (una m¨¢s que notable Mireille Delunsch, que dio un tono luckiano a su personaje), pero sobre todo a trav¨¦s de los dos ni?os (excelentes Pablo Strong y Pippa Woodrow) y con una presencia f¨ªsica muy definida de los fantasmas (estupendos Marie McLaughlin y Marlin Miller).
Realidad y enso?aci¨®n As¨ª, la realidad y la enso?aci¨®n se fund¨ªan en un tipo de hiperrealismo cuyo peso teatral y po¨¦tico ven¨ªa curiosamente de la m¨²sica y el pl¨¢stico-literario-narrativo del escenario. No hubo excesivas concesiones en la visi¨®n de Bondy, pero s¨ª una invitaci¨®n a sentir la ¨®pera desde el resbaladizo terreno de la ambig¨¹edad de los sentimientos, haciendo especial hincapi¨¦ en la p¨¦rdida de la inocencia y, sobre todo, en el sutil y permanente enfrentamiento entre los valores del Bien y el Mal. Bondy y sus colaboradores no evitaron lo que Stephan Zweig llama 'piedad peligrosa', con el margen de riesgo que ello lleva consigo. De riesgo y de atractivo.
El espect¨¢culo se emitir¨¢ a trav¨¦s del canal de televisi¨®n Arte.
Babelia
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