La deslumbrante vida de Antonio Camacho
El due?o de Gescartera intent¨® tapar su origen humilde con una exhibici¨®n de coches y lujo a su alrededor
Sostiene Laura que su novio naci¨® en una casa sin ascensor de uno de esos barrios del sur de Madrid y ahora tiene un BMW, dos Jaguar, un todoterreno y un Mini Morris, 100 trajes y 50 pares de gafas de Armani, dos pisos en Madrid y un chal¨¦ en La Moraleja que cuesta 160 millones de pesetas y a donde se ir¨¢n a vivir muy pronto, una vez que se casen en la iglesia de Los Jer¨®nimos, a espaldas del Museo del Prado y de frente a un futuro muy prometedor. Sostiene Laura que Antonio, su novio, una vez fue a Suiza y a la vuelta le trajo un reloj Cartier.
Lo m¨¢s curioso de la declaraci¨®n de Laura es que no se produjo -pongamos por caso- durante una merienda en la cafeter¨ªa Embassy, delante de unas amigas que seguro coincidir¨ªan con ella en sus 26 a?os de edad y en su admiraci¨®n por Antonio. Todo lo anterior, incluido lo del reloj Cartier, lo dijo Laura Garc¨ªa Morey, economista de profesi¨®n e hija del cantante mel¨®dico Jaime Morey, delante de la juez de la Audiencia Nacional Teresa Palacios, quien precisamente investiga a su novio, Antonio Rafael Camacho Friaza, de 35 a?os, por la sustracci¨®n de 15.000 millones de pesetas de la agencia de valores Gescartera.
Sostiene Laura que Antonio, su novio, una vez fue a Suiza y a la vuelta le trajo un reloj Cartier
Ahora Antonio, el novio de Laura, est¨¢ en la c¨¢rcel. No suelta prenda de d¨®nde meti¨® el dinero que le confiaron monjas de clausura, religiosos de distintas ¨®rdenes, hu¨¦rfanos de la Guardia Civil, organizaciones no gubernamentales, agentes de polic¨ªa, empleadas de la limpieza, ciegos de la ONCE, cantantes de rumba y hasta prelados de Valladolid. Dice un funcionario que cada d¨ªa lo ve pasear por el patio de la prisi¨®n de Soto del Real que Antonio Camacho es un tipo 'muy aseado, que pega la hebra con todo el mundo y que ya se ha hecho amigo de un preso colombiano, un tal Carlos Arturo Marulanda', antiguo embajador de su pa¨ªs ante la UE y acusado de dirigir un grupo paramilitar. Tambi¨¦n dice el funcionario que el novio de Laura est¨¢ 'muy tranquilo, demasiado tranquilo, como si todo esto no fuera con ¨¦l'.
Pero s¨ª va. Lo que pasa es que Antonio es as¨ª, una de esas personas que como Scarlatta O'hara juran ante Dios un d¨ªa que jam¨¢s volver¨¢n a pasar hambre y lo llevan adelante como una religi¨®n. Hijo de un empleado de banca, a Antonio Camacho nunca le pareci¨® suficiente vivir en un segundo derecha sin ascensor. Eso, para ¨¦l, era pasar hambre. Y, de hecho, cuando empez¨® a tener problemas, lo primero que se le ocurri¨® en su descargo fue recurrir a sus or¨ªgenes: 'Soy un chico de Usera', dicen que dec¨ªa, 'y por eso me persiguen, por no pertenecer a los clanes financieros hist¨®ricos del parqu¨¦ capitalino'.
Seguramente fue su af¨¢n por deslumbrar -en expresi¨®n de Laura Garc¨ªa Morey ante la juez Teresa Palacios- lo que determin¨® su boda con su por ahora primera y ¨²nica esposa, Nuria Rodr¨ªguez, en 1994. El descamisado del segundo derecha ya ten¨ªa 28 a?os y consigui¨® que fuera el obispo franquista Jos¨¦ Guerra Campos quien oficiara la ceremonia en la catedral de Cuenca. Pronto Camacho entendi¨® que la Iglesia no s¨®lo serv¨ªa para dar empaque y se convirti¨® en el broker de los conventos. Incluso lleg¨® a contratar a un ex alto cargo del Domund para conseguir dinero de los obispos.
El ahora encarcelado creci¨® profesionalmente a la sombra de su padre, Jos¨¦ Camacho Rodr¨ªguez, quien de empleado de Banesto pas¨® al despacho de un agente de bolsa y de all¨ª, al Banco Popular. Fue a principio de los noventa cuando los Camacho, padre e hijo, se independizaron y crearon Bolsa Consulting, primero, y Gescartera, inmediatamente despu¨¦s. Aunque ya en 1993 tuvieron el primer tropez¨®n serio con la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores -128 millones de multa que nunca llegaron a pagar-, los negocios funcionaron bien hasta 1999.
Aquel no fue un a?o bueno. Antonio Camacho perdi¨® a su padre y se separ¨® de su mujer. Fue al a?o siguiente cuando entr¨® en su empresa y en su vida Laura Garc¨ªa Morey.
-Antonio se separ¨® en abril de 1999 -cont¨® Laura ante la juez-. Y yo empec¨¦ a salir con ¨¦l en enero de 2000, pero ya antes trabajaba en su empresa. Mi sueldo al principio era de 140.000 pesetas, pero al terminar Econ¨®micas pas¨¦ a cobrar 200.000 pesetas y luego 300.000.
Todo iba sobre ruedas para Laura y tambi¨¦n para su padre, el cantante Jaime Morey, a quien Camacho contrat¨® por dos millones de pesetas al mes siguiendo una tradici¨®n muy particular : tambi¨¦n el padre de su ex mujer, Juan Rodr¨ªguez Espejo, antiguo empleado de Telef¨®nica, estaba colocado en Gescartera. Nadie sobraba mientras consiguiera atraer dinero para la empresa.
Sostiene Laura -as¨ª se lo dijo a la juez- que Antonio nunca aparent¨® nerviosismo, que le parec¨ªa de mal gusto hablar de dinero, que siempre apagaba el tel¨¦fono m¨®vil al salir del trabajo. Un retrato tranquilo que no coincide con la reciente decisi¨®n de contratar a cuatro guardaespaldas por 400.000 pesetas al mes. Camacho debi¨® pensar entonces que el dique de apellidos importantes construido a su alredor pod¨ªa venirse abajo. Y eso a pesar de que su vida era una sucesi¨®n de vidas paralelas, compartimentos estancos, un mecanismo de seguridad para que todos creyeran conocerlo pero s¨®lo ¨¦l supiera la verdad.
Tan despabilado como es y con los contactos que tiene, Antonio Camacho debi¨® sospechar que lo iban a detener y sin embargo decidi¨® no huir. Quiz¨¢s porque sab¨ªa que al final quien estafa es encarcelado en la tierra y luego va directo al infierno, Antonio Camacho no tuvo reparos en quedarse con el dinero de polic¨ªas, guardias civiles, obispos y monjas de clausura, pero ni se le ocurri¨® atraer los ahorros de los funcionarios de prisiones. Ahora pasea por Soto del Real, tan tranquilo y tan amigo de un terrateniente colombiano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.