La Marion Jones m¨¢s humana sonr¨ªe de nuevo en los 200 metros
Marion Jones se sacudi¨® el polvo de su derrota en los 100 metros con la victoria en los 200, pero sobre la pista dej¨® la misma impresi¨®n de atleta saturada, en crisis evidente. Su registro, 22,39 segundos, no habr¨ªa resistido ante rivales de mayor magnitud.
En Edmonton se reuni¨® una especie de segunda divisi¨®n que no logr¨® inquietar a la estadounidense. La velocidad ha entrado en una regresi¨®n: Valerie Briscoe gan¨® la final ol¨ªmpica de Los ?ngeles 84 en menos de 22 segundos y esa frontera ha funcionado para medir la calidad de la prueba. La referencia m¨¢s cercana se sit¨²a en los Campeonatos del Mundo de Sevilla 99, en los que Inger Miller gan¨® con 21,70s. Con esa marca habr¨ªa obtenido m¨¢s de seis metros de ventaja sobre esta Jones deca¨ªda.
La carrera tuvo un contenido m¨¢s emocional que otra cosa. Qued¨® claro que la gente quiere a Jones y que el atletismo la necesita en estos tiempos de poco carisma en la pista. As¨ª, recibi¨® una estruendosa ovaci¨®n cuando fue presentada. Habida cuenta de las dif¨ªciles relaciones de los canadienses con sus vecinos del Sur, el dato result¨® significativo de la admiraci¨®n que despierta. Su respuesta tambi¨¦n expres¨® su elegancia y su amor por el atletismo, por lo menos en una medida que no es habitual en las estrellas. Hay algo en Marion que resulta cre¨ªble, por natural y ajena a la afectada manera de comportarse de otros atletas, especialmente los velocistas norteamericanos.
Jones da la impresi¨®n de disfrutar de la competici¨®n en el sentido primario del deporte. Ocurre incluso en estos d¨ªas de incertidumbre, cuando algunos se han atrevido a escribirle epitafios. Con su inmenso prestigio y la derrota en los 100 metros, no habr¨ªa sido extra?o su renuncia a disputar los 200. Zhana Pintusevich, la ucrania que la venci¨®, se quit¨® de la carrera, satisfecha con su triunfo. En el estado actual de la estadounidense, correr los 200 era m¨¢s un riesgo que un desquite. Est¨¢ tan lejos de su mejor condici¨®n que parece vulnerable.Pero Jones asumi¨® los riesgos. Dio una lecci¨®n de honradez que los aficionados agradecieron de manera fervorosa. En este sentido, el atletismo est¨¢ en deuda con ella.
La carrera no tuvo otra historia que observar el precario estado de Jones y la mediocre oposici¨®n que encontr¨®. Se esperaba una resistencia encarnizada por parte de Debbie Ferguson, una de las mejores representantes de ese para¨ªso de la velocidad que son las islas Bahamas. Sin embargo, se qued¨® sin el gas de las semifinales.
Fue curioso observar c¨®mo la rival m¨¢s peligrosa de Jones era ella misma: su dificultad para arrancar, la pesadez de su zancada, el gesto de fatiga que denunci¨® muy pronto, la manera de boquear para buscar aire... No hab¨ªa en ella nada que recordara a la atleta imperial que ha dominado durante los ¨²ltimos cuatro a?os. Pero verla tan humana acrecent¨® el afecto que los aficionados sienten por esta gran campeona.
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