"El movimiento antiglobalizaci¨®n abusa de mi nombre"
El Premio Nobel de Econom¨ªa James Tobin habla del sorprendente redescubrimiento de su impuesto sobre la especulaci¨®n, de su conflictiva relaci¨®n con los adversarios de la globalizaci¨®n y de los errores del Banco Central Europeo.
Pregunta. Se?or Tobin, usted est¨¢ aqu¨ª en Wisconsin, tranquilamente sentado junto a un lago, mientras los cr¨ªticos de la globalizaci¨®n ensayan en Europa una revuelta en su nombre. ?No le levanta eso de su banco?
Respuesta. En absoluto. No tengo ni lo m¨¢s m¨ªnimo en com¨²n con estos revoltosos de la antiglobalizaci¨®n.
P. La organizaci¨®n de protesta Attac tom¨® al principio su nombre, los manifestantes exigen a gritos la tasa Tobin. ?No le alegra nada que, treinta a?os despu¨¦s de que usted la expusiera, su idea de imponer una tasa a la especulaci¨®n en las transacciones financieras, encuentre por fin partidarios?
No tengo ni lo m¨¢s m¨ªnimo en com¨²n con estos revoltosos de la antiglobalizaci¨®n
El euro no es el gran ¨¦xito que se impone como modelo para otras regiones del mundo
R. Naturalmente que me alegra; pero los aplausos m¨¢s sonoros vienen del lado equivocado. Mire usted, yo soy economista y, como la mayor¨ªa de los economistas, partidario del libre comercio. Adem¨¢s, estoy a favor del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. Abusan de mi nombre.
P. Este movimiento quiere que se graven las transacciones financieras internacionales. As¨ª se domar¨ªan los mercados de capital y con los ingresos adicionales se intensificar¨ªa la ayuda al desarrollo ?No suena eso igual a su propuesta?
R. Yo hab¨ªa propuesto que se pusieran los ingresos a disposici¨®n del Banco Mundial. Pero eso no era lo que a m¨ª me preocupaba. El impuesto sobre las transacciones de divisas estaba pensado para amortiguar las fluctuaciones de los tipos de cambio. La idea es muy simple: en cada cambio de una moneda a otra se impondr¨ªa una peque?a tasa, digamos del 0,5% del volumen de la transacci¨®n. As¨ª se disuade a los especuladores. Porque muchos inversores invierten su dinero en divisas a muy corto plazo. Si este dinero se retira de repente, los pa¨ªses tienen que elevar dr¨¢sticamente los intereses para que la moneda siga siendo atractiva. Pero los intereses altos son a menudo desastrosos para la econom¨ªa nacional, como han puesto de manifiesto las crisis de los a?os noventa de M¨¦xico, el Sudeste asi¨¢tico y Rusia. Mi tasa devolver¨ªa un margen de maniobra a los bancos emisores de los pa¨ªses peque?os y opondr¨ªa algo al dictado de los mercados financieros.
P. Espantar a los especuladores, dictadura de los mercados financieros: ?No es esto lo que dicen los cr¨ªticos de la globalizaci¨®n?
R. Lo que les importa a ellos sobre todo, creo yo, son los ingresos procedentes de los impuestos, con los que quieren financiar sus proyectos para mejorar el mundo. Pero, para m¨ª, recaudar dinero no es precisamente lo m¨¢s importante. Yo quer¨ªa frenar el tr¨¢fico de divisas; los ingresos fiscales son para m¨ª un subproducto.
P. Entonces, ?qu¨¦ hay en contra de que este subproducto se use para buenos fines?
R. Nada, yo me alegrar¨ªa de que esos ingresos les llegaran a los pobres del mundo. Pero sobre eso tendr¨ªan que decidir los gobiernos.
P. ?Qu¨¦ le indujo a usted en 1972 a desarrollar la tasa Tobin?
R. Yo soy un disc¨ªpulo de Keynes, y ¨¦ste ya propon¨ªa en el famoso Cap¨ªtulo XII de su Teor¨ªa general del empleo, del inter¨¦s y del dinero un impuesto as¨ª sobre las transacciones, con el fin de vincular los inversores a sus acciones de una forma duradera. Esta idea la traspas¨¦ yo en 1971 a los mercados de divisas. Entonces EE UU se despidi¨® del sistema de Bretton Woods de tipos de cambio fijos y, al mismo tiempo, las primeras transacciones electr¨®nicas de dinero por ordenador promet¨ªan un gigantesco aumento del n¨²mero de transacciones. Yo quer¨ªa aminorar la velocidad de este proceso para que se especulara menos y para que los tipos de cambio no fluctuaran tanto. Hoy en d¨ªa, cuando en cualquier momento cualquiera puede comerciar en el mercado de valores con su ordenador personal, este problema se ha acrecentado much¨ªsimo.
P. ?La introducci¨®n de este impuesto a la especulaci¨®n no tendr¨ªa que llevarse a cabo en todas partes al mismo tiempo para evitar guaridas y para¨ªsos fiscales? ?Qui¨¦n va a dirigir esto? ?Una autoridad internacional de la tasa Tobin?
R. Esto lo podr¨ªa hacer el FMI. Tiene experiencia con el sistema monetario internacional: casi todos los pa¨ªses pertenecen a ¨¦l.
P. ?Precisamente el FMI? No s¨®lo entre los adversarios de la globalizaci¨®n se le considera el asistente de los actos del capitalismo global, que mejor ser¨ªa suprimir.
R. Al contrario: yo creo que el FMI debe ser reforzado y ampliado. Claro que ha cometido muchos fallos, sin duda. Pero, como le ocurre al Banco Mundial, tiene demasiados pocos medios a su disposici¨®n para ayudar sobre todo a las econom¨ªas pobres y subdesarrolladas. El Banco Mundial y el FMI no son parte de una conspiraci¨®n llamada globalizaci¨®n.
P. ?Vale eso tambi¨¦n para la Organizaci¨®n Mundial de Comercio?
R. Naturalmente. Ya su antecesor, el GATT, hab¨ªa hecho muchas cosas buenas por ampliar el mercado mundial.
P. No todo el mundo tiene una visi¨®n tan positiva. Decenas de miles de adversarios de la globalizaci¨®n atacaron en 1999 en Seattle la reuni¨®n de ministros de la OMC.
R. La OMC necesita m¨¢s poder, tambi¨¦n sobre EE UU. La OMC deber¨ªa poder prohibir que los pa¨ªses industrializados bloquearan las importaciones de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo con toda clase de trabas al comercio.
P. El hecho es que los pa¨ªses industriales abastecen al Tercer Mundo de productos y lo utilizan como mano de obra barata.
R. Todo eso de que el FMI, el Banco Mundial y la Organizaci¨®n Mundial de Comercio son los enemigos de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo me parece mal enfocado. Los problemas de la globalizaci¨®n no se resuelven deteni¨¦ndola. Todos los pa¨ªses y sus habitantes se benefician del libre intercambio de mercanc¨ªas y de capital.
P. ?Entonces por qu¨¦ ha aumentado la pobreza en el mundo?
R. No ha aumentado en absoluto. Tomemos Corea del Sur, que en 1960 era un pa¨ªs paup¨¦rrimo. Ahora es una de las naciones industriales del mundo. Lo mismo vale para otros tigres asi¨¢ticos, pese a la crisis del sudeste asi¨¢tico de hace cuatro a?os. Estos pa¨ªses siguen siendo m¨¢s pr¨®speros que hace tres d¨¦cadas. Y lo son gracias al mercado y al capital extranjero.
P. Puede que algunos pa¨ªses se beneficien, pero en una perspectiva global, los ricos se hacen m¨¢s ricos y los pobres m¨¢s pobres.
R. La pobreza puede tener muchas causas, la mayor¨ªa de ellas debidas a los pa¨ªses mismos. No van a mejorar su situaci¨®n con medidas como las que recomiendan los adversarios de la globalizaci¨®n, como la implantaci¨®n mundial de normas occidentales para los puestos de trabajo. De esa manera se reduce la competitividad de las exportaciones de los pa¨ªses pobres a los mercados ricos.
P. ?Usted acusa a Attac de ser un mal abogado de los pobres?
R. No conozco con exactitud las propuestas de Attac. Las ¨²ltimas protestas son bastante contradictorias y dispares, ni siquiera s¨¦ si todo esto refleja lo que es Attac. Sus posiciones son bien intencionadas y mal pensadas. No quiero ver mi nombre asociado con eso.
P. ?Ha hablado usted alguna vez con Attac?
R. El presidente, Bernard Cassen me ha llamado una vez y me ha invitado a Par¨ªs. All¨ª tendr¨ªa que aparecer ante unos miles de partidarios entusiastas.
P. ?Qu¨¦ le ha contestado usted?
R. He dicho que no. Por motivos familiares y porque no quer¨ªa que se me identificara con los fines de Attac. Desde entonces no he o¨ªdo nada de ¨¦l. Attac no me ha comunicado que est¨¢ haciendo propaganda de mi impuesto.
P. ?C¨®mo se explica usted que su idea tenga tantos partidarios entre los activistas pol¨ªticos y que, sin embargo, los expertos en econom¨ªa la critiquen?
R. Tampoco lo hacen todos. La mayor¨ªa de los economistas sencillamente ignoran mi proyecto. Pero s¨ª que hay una serie de libros y de art¨ªculos sobre la tasa Tobin. Algunos est¨¢n a favor; otros la critican, y los hay que no se deciden.
P. El profesor Rudi Dornbusch del Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachussets ve su impuesto de una manera cr¨ªtica; Robert Mundell, como usted Premio Nobel de Econom¨ªa, incluso la considera una idea 'tonta'.
R. Conf¨ªo en que se refieran a Attac y sus c¨®mplices, no a mi impuesto.
P. Precisamente George Soros, el especulador m¨¢s famoso del mundo, elogia su impuesto espantaespeculadores. ?Otra vez un aplauso que viene de mal sitio?
R. El hombre sabe bien de qu¨¦ habla. Soros ha ganado mucho dinero en los mercados financieros, esto no es en s¨ª un pecado. Adem¨¢s tiene unas ideas muy heterodoxas sobre el sistema monetario mundial. De ¨¦l tendr¨ªan que tener m¨¢s cuidado los ministros de finanzas del mundo que de m¨ª, a ¨¦l tendr¨ªan que tenerle m¨¢s miedo, porque ¨¦l cuenta con los medios para poner en pr¨¢ctica sus planes.
P. ?Cree usted que su tasa Tobin va a ser realidad alg¨²n d¨ªa?
R. No hay ninguna oportunidad, me temo. La gente que decide en el mundo financiero internacional est¨¢n en contra.
P. Los ministros europeos de econom¨ªa y finanzas van a debatir la tasa Tobin en su reuni¨®n de finales de septiembre en Lieja.
R. Probablemente eso no va a ser m¨¢s que una representaci¨®n teatral. Dudo que se vaya a reflexionar en serio sobre eso. Al fin y al cabo, no quieren cargar al sector financiero con un impuesto m¨¢s.
P. ?Por qu¨¦, para la protecci¨®n de las monedas, no se vuelve a un sistema de tipos de cambio fijos?
R. Esto se intent¨® y fracas¨®. Los especuladores como Soros dejan a los bancos emisores fuera de juego con sus maniobras. Mire usted Argentina, que ha acoplado su peso directamente al d¨®lar USA. Lo que est¨¢ pasando all¨ª es un desastre, un desastre absoluto. Esos tipos de cambio irrefutables son invitaciones a la especulaci¨®n. Los traficantes apuestan a si los bancos emisores tienen la voluntad y la capacidad de defender los tipos de cambio acordados. No, los sistemas de tipos de cambio fijos est¨¢n pasados de moda.
P. ?Por qu¨¦ no evitar las crisis monetarias sencillamente suprimiendo las monedas? ?No tendr¨ªa sentido tambi¨¦n en Asia y en Am¨¦rica un modelo euro?
R. Tal como yo lo veo, el euro no es precisamente el gran ¨¦xito que se impone como modelo para otras regiones del mundo.
P. El euro recobra terreno ante el d¨®lar.
R. No me refiero a su valor. Eurolandia adolece de que la econom¨ªa general de Europa se encuentra en una situaci¨®n que no es buena. El culpable es el Banco Central Europeo, porque no ha seguido una pol¨ªtica como el banco emisor americano.
P. ?Que ser¨ªa cu¨¢l?
R. Wim Duisenberg, presidente del Banco Central Europeo, me ha dicho una vez que ¨¦l no ten¨ªa nada que ver con la econom¨ªa real, con el crecimiento y con el empleo. Que su misi¨®n era combatir la inflaci¨®n. Si esto es todo lo que puede ofrecer la pol¨ªtica monetaria europea, no es sorprendente que la econom¨ªa en Europa est¨¦ d¨¦bil.
P. ?C¨®mo ha razonado Duisenberg su posici¨®n?
R. ?l tiene una visi¨®n muy ideol¨®gica. Para ¨¦l, la estabilidad de los precios es una especie de religi¨®n, como pasaba antes en EE UU con los monetaristas. Por suerte, el presidente del banco central americano Alan Greenspan no era uno de ellos. La Reserva Federal no se limita a mantener la estabilidad de los precios. Tambi¨¦n se siente responsable del crecimiento y de los puestos de trabajo. Greenspan siempre ha dicho que la Reserva Federal trata de conseguir ambas cosas con todas sus fuerzas.
P. ?Fue esto una obra de arte a la vista del auge econ¨®mico m¨¢s duradero de la historia de Estados Unidos?
R. El auge no fue una mera casualidad hist¨®rica. Greenspan tiene mucho que ver con esto, igual que el Gobierno de Clinton. Sin duda, Greenspan tuvo suerte, pero es que adem¨¢s tuvo valor. En 1994 era una ley sagrada para el banco emisor que la inflaci¨®n amenazaba si la tasa de desempleo bajaba del 6%. Cuando entonces alcanzamos este valor l¨ªmite y la inflaci¨®n sigui¨® comport¨¢ndose bien, Greenspan resisti¨® las presiones y no intervino, no redujo la cantidad de dinero. Bajamos a un 4% de desempleo, y sin embargo la inflaci¨®n no subi¨®, s¨®lo porque Greenspan tuvo el coraje de enfrentarse a las doctrinas tradicionales. Duisenberg nunca se atrever¨ªa a algo as¨ª.
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