Guerra y paz en Oriente Pr¨®ximo
No puedo hablar en nombre de los palestinos ni en nombre de los israel¨ªes. S¨®lo en nombre de m¨ª misma, una jud¨ªa estadounidense. Estoy harta de la ret¨®rica tercermundista utilizada contra Israel, y la aborrec¨ª cuando floreci¨® por primera vez y se puso de moda en los a?os setenta, en pleno auge del antiamericanismo europeo. Es cierto que a los estadounidenses nos resbalaban los lemas de 'perro imperialista' y 'yankee, go home'; quer¨ªamos estar en Europa, y sab¨ªamos que los europeos quer¨ªan nuestro jazz, nuestros vaqueros y nuestras universidades. En cualquier caso, Estados Unidos era la superpotencia, por lo que en su caso la mezcla de ret¨®rica y mera queja no ten¨ªa una consecuencia real.
Pero es una mala costumbre suponer que la ret¨®rica no trae consecuencias, como si, al igual que en el caso de un ni?o, todas las pullas estuviesen dirigidas contra un poder invencible. Europa importa. Les importa tremendamente a los jud¨ªos, porque est¨¢ en el coraz¨®n de la experiencia vivida por los jud¨ªos, y cuando los europeos dan cr¨¦dito a la ret¨®rica incendiaria, se renueva nuestra profunda desconfianza ante un continente que nos ha dado tantos problemas.
En 1974, el que la resoluci¨®n de la ONU legitimase el lema 'sionismo es racismo' fue un jarro de agua fr¨ªa para muchos jud¨ªos, especialmente para los de izquierdas. Despu¨¦s de aquello, muchos comenzaron a afirmar su identidad jud¨ªa de una manera en que no lo hab¨ªan hecho sus padres. Como Simone de Beauvoir record¨® fr¨ªamente a Le Monde, vilipendiar al sionismo y a Israel era poner de moda el tradicional antisemitismo europeo.
Volver a sacar el lema de 'sionismo es racismo' en la reuni¨®n de la ONU en Sur¨¢frica, cuando lo que realmente importa es el proceso de paz que debe tener lugar en Oriente Pr¨®ximo, es tan ¨²til como echar gasolina a un bosque en llamas. Pero todo lo que va vuelve. Estas denuncias, a pesar de ser indignantes -Israel es el ¨²nico pa¨ªs en el mundo que ha sido apartado de esta conferencia-, carecen de la mordacidad que tuvo la resoluci¨®n de 1974, por la sencilla raz¨®n de que todos, excepto Ad¨¢n y Eva, han sido acusados de algo.
Echemos por un momento un vistazo a esta molesta cosa denominada sionismo: aparte de que el sionismo no se puede equiparar al moderno Israel, se origin¨®, al igual que las ideas de Marx y Freud, como una de los miles de formas laicas a finales del siglo en que los intelectuales jud¨ªos consiguieron salir del p¨¦treo punto muerto en que se encontraba la ortodoxia jud¨ªa, que no hab¨ªa experimentado cambios desde la Edad Media, sin convertirse al cristianismo. Estos preparad¨ªsimos y apasionad¨ªsimos hombres jud¨ªos (algunos casados con cristianas) de los primeros tiempos del movimiento sionista no quer¨ªan tratos con la religi¨®n jud¨ªa ni con los profetas hebreos, y ciertamente no ten¨ªan en mente una guerra con los ¨¢rabes. El sionismo comenz¨® como un vago movimiento obrero cosmopolita, con ciertos tonos socialistas, que hac¨ªa hincapi¨¦ en la salud, en el cultivo de la propia tierra, hermosas naranjas, el art nouveau, las artes y el movimiento artesano, etc¨¦tera.
Es interesante que mientras una generaci¨®n de intelectuales espa?oles estaba buscando tambi¨¦n una definici¨®n no religiosa para s¨ª mismos, el primer sionismo tuviese un gran impacto en Madrid. En Zionism and the Fin de Si¨¨cle, el historiador Michael Stanislawski describe la tremenda recepci¨®n que Madrid proporcion¨® a uno de sus fundadores, Max Nordeau. (Nicol¨¢s Salmer¨®n, hijo del primer presidente de la Primera Rep¨²blica Espa?ola, tradujo sus libros al espa?ol). Seg¨²n una versi¨®n, 'los espa?oles concedieron un gran honor a Nordeau Jahuda (profesor en la Universidad de Madrid), me susurr¨® el nombre de 20 pol¨ªticos importantes que hab¨ªa all¨ª, y muchos miembros m¨¢s de la clase dirigente madrile?a recordaron su el¨¦ctrica influencia en la generaci¨®n de su juventud. Nordeau era el soberano de los esp¨ªritus rebeldes'.
Pero el verdadero ¨ªmpetu para crear Israel procedi¨® de los restos de la II Guerra Mundial, no de las ideas de estos primeros sionistas. Cuando era estudiante, mi idea original era ir de Par¨ªs a Israel para unirme a los sabras en la creaci¨®n del moderno Israel. En cambio, Espa?a se convirti¨® metaf¨®ricamente en mi destino accidental, y acab¨¦ sentada en un caf¨¦ espa?ol en vez de en uno con los sabras. En El pez en el agua, Mario Vargas Llosa cita a Julio Cort¨¢zar: 'Igual que uno elige una mujer y es o no elegido por ella, lo mismo ocurre con las ciudades. Elegimos Par¨ªs y Par¨ªs nos eligi¨® a nosotros'. ?Eleg¨ª yo a Madrid? ?Me eligi¨® Madrid a m¨ª?
Si hubiese seguido mi plan original y hubiese ido a Israel, ?nos calificar¨ªan ahora a m¨ª y a mis hijos de sionistas racistas? ?Soy de izquierdas por haber ido a Espa?a, y por lo tanto, a los ojos de algunos, 'buena'? Odio la geograf¨ªa virtuosa. No es una ventaja moral el venir de Barcelona y no de Madrid, o viceversa.
Bas¨¢ndose en una geograf¨ªa real, no virtuosa, Thomas L. Freidman (el columnista de The New York Times) tiene mucha raz¨®n: debe haber una zona colch¨®n en Oriente Pr¨®ximo. Los palestinos deben aceptar, grosso modo, el compromiso de Clinton. Una fuerza de la OTAN debe controlar Gaza y Cisjordania, e Israel debe, de una vez por todas, abandonar los problem¨¢ticos asentamientos. La visita de Sharon a una mezquita ¨¢rabe en medio de las negociaciones de paz promovidas por Clinton fue una provocaci¨®n, pero eran Arafat, Barak y Clinton quienes estaban dirigiendo las negociaciones de Camp David, no Sharon. La ¨²nica contraoferta de Arafat, cuando los israel¨ªes le ofrecieron el 95% de lo que hab¨ªa pedido (m¨¢s de lo que hab¨ªa esperado), fue la guerra.
Ahora podr¨ªa tener lugar una nueva reuni¨®n de Yasir Arafat con el ministro de Asuntos Exteriores alem¨¢n, Joschka Fischer; el ministro de Asuntos Exteriores israel¨ª, Sim¨®n Peres, y Javier Solana, jefe de la pol¨ªtica exterior y de seguridad europea. Los tres hombres han hecho el complicado viaje pol¨ªtico desde la d¨¦cada de 1970 hasta aqu¨ª. Est¨¢n perfectamente situados para insistir ante Arafat en que la ret¨®rica tercermundista de los a?os setenta, en la que ¨¦l tanto se basa, no va a funcionar. Ganar el juego de la propaganda significa m¨¢s guerra, m¨¢s atentados suicidas, con represalia militar israel¨ª. M¨¢s v¨ªctimas, ni?os muertos, m¨¢s miseria. La ¨²nica soluci¨®n es una pragm¨¢tica paz imperfecta, no pactada en el para¨ªso, sino en esta tierra. Cuando la atenci¨®n no se centre exclusivamente en Israel, los pa¨ªses ¨¢rabes ricos en petr¨®leo deben analizar por qu¨¦ han hecho tan poco por su gente, y por qu¨¦ la situaci¨®n de las mujeres sigue siendo medieval.
Barbara Probst Solomon es escritora y periodista estadounidense.
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