Muerte en la playa

El cuerpo sin vida, con el brazo izquierdo extendido y las piernas ligeramente separadas, presenta un escorzo rotundo que remarca las horizontalidades de arena, mar y cielo. Sobre el cad¨¢ver se inclina una figura semidesnuda de rostro imperceptible mientras, m¨¢s all¨¢ de ella, los otros personajes poseen rasgos abstractos, casi una mancha en la orilla. ?nicamente el azul brillante del mar se emancipa de los grises y negros que dominan la escena. Es una acuarela sombr¨ªa e inquietante.

La dibuj¨® Mari¨¤ Fortuny entre 1860 y 1870, cuando segu¨ªa la guerra del norte de ?frica como una suerte de 'corresponsal pict¨®rico'. Su t¨ªtulo es Marroqu¨ª ahogado en la playa y puede contemplarse en la exposici¨®n Del amor y la muerte que se realiza en La Pedrera de Barcelona junto a un aguafuerte de la misma ¨¦poca y motivo similar, Cabile?o muerto.

Es, desde luego, un dibujo impactante en s¨ª mismo, pero todav¨ªa lo es m¨¢s si consideramos que posee una capacidad de visi¨®n que en la actualidad debemos necesariamente corroborar. La acuarela de Fortuny, bien acompa?ada en la exposici¨®n por obra de grandes maestros, lo estar¨ªa a¨²n mejor si hubiera sido rodeada por las fotograf¨ªas de los actuales 'marroqu¨ªes ahogados en la playa'.

Recuerdo en especial una, aparecida en la prensa a principios de verano, en el que protagonistas y paisajes parec¨ªan id¨¦nticos a los del dibujo de Fortuny. Creo que era en la playa de Tarifa y la composici¨®n era la misma: el cuerpo joven de un hombre, un adolescente quiz¨¢, con la cabeza en el primer plano del marco y los pies rozando el agua; a su alrededor, un oscuro cortejo de siluetas; m¨¢s all¨¢, la luz turbia del anochecer o de un amanecer nublado.

?sta era la m¨¢s cercana a la acuarela de Fortuny, pero de ning¨²n modo la ¨²nica fotograf¨ªa que la evocaba. ?ste ha sido un verano rico en im¨¢genes reales que hubieran podido reunirse en una fantasmag¨®rica exposici¨®n con el t¨ªtulo Muerte en la playa; hombres, mujeres, grupos tendidos sobre la arena, rostros desencajados o compungidos, luces de distinta claridad, pero portadora de igual tiniebla. La obra de Fortuny ha ofrecido el tema sobre el que la realidad ha ejecutado cien variaciones.

La pintura es a menudo visionaria, en particular cuando se refiere a la muerte. Tal vez, sin embargo, no sea visi¨®n sino perspicacia para la repetici¨®n y nada hay m¨¢s reiterativo que la muerte. Los pintores han diseccionado demasiado minuciosamente las agon¨ªas vivas y las naturalezas muertas como para que se les escape ninguna posibilidad. Al estudiar los cad¨¢veres y trasladarlos a sus obras, Miguel ?ngel, Durero o Holbein propon¨ªan asimismo las muertes futuras de los individuos.

En el siglo XX la fotograf¨ªa ha representado, a su vez, la muerte colectiva con un estremecimiento que, en apariencia, no ten¨ªa precedentes. En parte, no obstante, la tiene asimismo en la pintura. La culminaci¨®n de la muerte colectiva en los campos de exterminio del pasado siglo tiene el aroma siniestro de un 'acontecimiento ¨²nico', pero su gestaci¨®n es tan antigua como el propio crimen.

Las fotos que todos hemos visto de Auschwitz o Mauthaussen son '¨²nicas' y, simult¨¢neamente, representan escenarios que el artista ya ha intuido. Sin ir m¨¢s lejos, Goya es un anticipador de aquellos operadores y corresponsales de guerra que en 1945, tras la derrota de Hitler, captaron lo que fue visto como el mayor oprobio de la historia humana.

En la misma exposici¨®n Del amor y la muerte hay un aguafuerte de Goya, Enterrar y callar, que insin¨²a ya la monta?a de cad¨¢veres que nos resultar¨¢ inolvidable como signo de nuestro tiempo tras las fotograf¨ªas de Auschwitz. Goya reelabora en distintas ocasiones esta visi¨®n en varios de sus Desastres y en Los fusilamientos del 3 de mayo. Algunos estudiosos del pintor aragon¨¦s destacan la influencia que pudieron tener sobre ¨¦l las ilustraciones de la Divina Comedia realizadas por su contempor¨¢neo John Flaxman. Ser¨ªa coherente: un sendero invisible va desde los versos de Dante en el Inferno hasta las fotograf¨ªas de los campos de exterminio.

La visi¨®n de determinadas obras no s¨®lo radica en el alcance temporal, por encima de su propio momento, sino en su poder de evocaci¨®n: un solo rasgo, una determinada escena, un paisaje nos obligan a convocar a todo un universo de sombras. En otras circunstancias, en otro contexto, Marroqu¨ª ahogado en la playa ser¨ªa tal vez una buena muestra del 'orientalismo' o del 'exotismo' de Mari¨¤ Fortuny. Colgar¨ªa como una excelente acuarela.

Ahora cuelga como un recordatorio de la mayor infamia de estos d¨ªas. Ninguno de los espectadores puede ver el dibujo en cuanto consecuencia de una guerra del pasado o de una moda en el arte. Estamos de una u otra forma implicados en su visi¨®n. Si ma?ana en la prensa aparece otra pieza que a?adir a la espectral exposici¨®n que rodea a la acuarela de Fortuny es que esta noche el mar ha arrojado un nuevo cad¨¢ver sobre la playa.