Una nueva era del terrorismo internacional
La asombrosa serie de atentados perpetrados el pasado martes contra edificios emblem¨¢ticos de la econom¨ªa y la defensa estadounidenses, ocasionando probablemente miles de v¨ªctimas mortales, marca por su magnitud el final de una tendencia observada en la evoluci¨®n reciente del terrorismo internacional y apunta al inicio de una nueva era en el desarrollo futuro de dicho fen¨®meno. Desde que se produjo el colapso de los reg¨ªmenes comunistas otrora existentes en el espacio europeo central y oriental, el terrorismo ha completado su proceso de transnacionalizaci¨®n, consolidando una vinculaci¨®n simbi¨®tica con otras formas de delincuencia organizada que igualmente traspasan las fronteras estatales. Pero, al mismo tiempo, el terrorismo internacional ha venido registrando un progresivo incremento en sus tasas de letalidad, con cada vez mayor presencia, entre quienes lo instigan o practican, de personas motivadas por credos religiosos de indudables connotaciones fundamentalistas. Tambi¨¦n son apreciables ciertas modificaciones en sus formas de articulaci¨®n organizativa. Estas circunstancias est¨¢n a su vez asociadas, como se?alar¨¦ m¨¢s adelante, a cambios observados en el patrocinio estatal y extraestatal de semejante violencia, sin duda una de las principales amenazas para la estabilidad de las democracias y la seguridad global al comenzar el siglo XXI.
Ante unas audiencias nacionales y mundiales cada vez m¨¢s desensibilizadas respecto a la realidad del terrorismo internacional, los grupos armados clandestinos que lo llevan a cabo han optado, a lo largo de los ¨²ltimos diez a?os, por atraer una mayor atenci¨®n p¨²blica y suscitar cotas m¨¢s elevadas de alarma social mediante innovaciones en sus pautas de victimizaci¨®n. Tratando, en concreto, de que los atentados resulten, adem¨¢s de muy espectaculares, altamente indiscriminados y extraordinariamente letales. No en vano la proporci¨®n de v¨ªctimas mortales por cada incidente atribuido al terrorismo internacional se increment¨® de manera significativa durante el mencionado periodo de tiempo en relaci¨®n al decenio anterior. Ahora bien, esta creciente letalidad obedece tambi¨¦n al influjo de idearios carentes de restricciones morales para el homicidio masivo. Como ocurre con determinadas actitudes y creencias inherentes a los fundamentalismos religiosos. En especial cuando las v¨ªctimas designadas son ajenas a la propia fe, pues se ejecutan como una obligaci¨®n divina, en respuesta a demandas formuladas en t¨¦rminos teol¨®gicos, a mandatos que se pretende extra¨ªdos de escrituras sagradas o a las admoniciones de cl¨¦rigos influyentes. Es aqu¨ª donde encuentran acomodo y recompensa los terroristas suicidas, si bien, lejos de actuar espont¨¢neamente, intervienen siempre en operaciones minuciosamente planificadas. Empero, frente a lo que com¨²nmente se piensa, este terrorismo de inspiraci¨®n religiosa no s¨®lo afecta a la tradici¨®n isl¨¢mica. La violencia motivada por dogmas teocr¨¢ticos se ha desarrollado tambi¨¦n a partir de sectores fundamentalistas de origen tanto cristiano como jud¨ªo, al igual que acontece con determinados cultos asi¨¢ticos. Determinadas subculturas extremistas, tanto en la sociedad estadounidense como en la israel¨ª o la japonesa, ofrecen justificaciones religiosas para el uso del terrorismo.
Por otra parte, el terrorismo internacional se manifiesta en la actualidad a trav¨¦s de entidades relativamente amorfas, con estructuras menos cohesionadas y un contingente de activistas m¨¢s difuso. Estas mutaciones organizativas ofrecen nuevas oportunidades para su patrocinio por parte de gobiernos y actores no gubernamentales. Por ejemplo, existen suficientes enclaves, ciertamente en sus pa¨ªses ¨¢rabes de origen, pero tambi¨¦n entre comunidades inmigrantes establecidas dentro de las sociedades occidentales, donde hay individuos inmersos en movimientos fundamentalistas isl¨¢micos y dispuestos a implicarse tan ocasional como obedientemente en actividades terroristas. Junto a ellos abundan los combatientes integristas de varias nacionalidades, excedentes de conflagraciones b¨¦licas recientes y dispuestos a convertirse en agentes de conspiraciones transnacionales. Unos y otros pueden ser utilizados para llevar a cabo actividades propias del terrorismo internacional, ocultando as¨ª la implicaci¨®n de los promotores, interesados en eludir posibles represalias militares o sanciones econ¨®micas por su conducta. De este modo, un buen n¨²mero de los m¨¢s graves incidentes de terrorismo internacional llevados a cabo en la ¨²ltima d¨¦cada ni siquiera han sido reivindicados, lo que parece indicar que dicha violencia se ha convertido, para quienes la instigan o ejecutan, en un fin en s¨ª misma cuyo sentido no requiere de comunicados adicionales para cuantos la aplauden, aunque la incertidumbre sobre su procedencia exacta genere gran desasosiego entre los afectados. Al mismo tiempo, no reclamar autor¨ªa permite aflojar los constre?imientos autoimpuestos o ajenos con que se produce la violencia, favoreciendo as¨ª su mayor letalidad.
En cualquier caso, sea a trav¨¦s de esta modalidad de enlace o mediante el concurso de organizaciones armadas especializadas en la pr¨¢ctica del terrorismo y con activistas profesionalizados, o incluso recurriendo a agentes oficiales actuando de manera encubierta, nada indica que el patrocinio estatal de dicha violencia vaya a desaparecer en el futuro inmediato. Tras el final de la guerra fr¨ªa, las redes del terrorismo internacional se han reconstituido durante la d¨¦cada de los noventa, en parte gracias a algunos lig¨¢menes previos que han perdurado. Engarzando ahora sobre todo a una serie de gobiernos y grupos que, aunque forman un colectivo heterog¨¦neo y con intereses geoestrat¨¦gicos a menudo contrapuestos, comparten, no obstante, una concepci¨®n fundamentalista del credo isl¨¢mico, gran sensibilidad respecto a los avatares de la causa palestina y, en especial, una extraordinaria irritaci¨®n hacia la pol¨ªtica estadounidense en Oriente Pr¨®ximo. Estados que de una u otra forma se han encontrado implicados en la trama son los de Ir¨¢n, Siria, Irak, Libia, Sud¨¢n y Afganist¨¢n. Con todo, en relaci¨®n al terrorismo internacional imputable al fundamentalismo isl¨¢mico conviene distinguir entre el directamente instrumentalizado por determinadas autoridades estatales en el marco de su pol¨ªtica exterior y otro menos condicionado por un centro permanente de decisi¨®n en este sentido y m¨¢s nebuloso en sus manifestaciones de virulenta hostilidad hacia lo occidental, que no siempre se acomodan al parecer de aqu¨¦llas.
Esta ¨²ltima variedad del radicalismo isl¨¢mico transnacionalizado, que funciona en buena medida gracias a la circulaci¨®n de los aludidos activistas excedentarios de distintas contiendas armadas y en busca de alguna guerra santa en que participar, ser¨ªa tambi¨¦n expresi¨®n de una din¨¢mica global m¨¢s amplia en que las entidades estatales han perdido centralidad como actores de la vida pol¨ªtica internacional. De hecho, como novedad, han aparecido en este escenario incluso individuos con autoridad y capacidad suficientes como para promover actividades terroristas susceptibles de afectar la estabilidad de enteras regiones en conflicto e incluso del orden mundial en su conjunto. Especial notoriedad entre los protagonistas de esta privatizaci¨®n parcial del terrorismo internacional adquiere Osama Bin Laden. Se trata de un multimillonario de origen saud¨ª que con su dinero ha financiado reiteradamente la comisi¨®n de atentados, as¨ª como campos para el entrenamiento de grupos armados en territorio afgano, donde se re¨²nen antiguos combatientes ¨¢rabes de distintas nacionalidades que lucharon en el pasado frente a la ocupaci¨®n sovi¨¦tica con el decidido apoyo de los servicios secretos estadounidenses y ahora, parad¨®jicamente, se benefician del amparo concedido por el Gobierno de los talib¨¢n, que accedieron al poder en 1996.
En conjunto, los cambios registrados en la articulaci¨®n organizativa del terrorismo internacional, su relativo bajo coste en comparaci¨®n con otras formas de violencia colectiva y la persistencia de un patrocinio estatal o extraestatal del mismo en la multipolar arena internacional actual permiten anticipar que tan desbaratador fen¨®meno seguir¨¢ existiendo, con fluctuaciones peri¨®dicas, adaptado al escenario de una sociedad mundializada y a la era de la informaci¨®n. Adquirir¨¢ mayor relevancia en ¨¢mbitos geopol¨ªticos distintos a aquellos, como Europa occidental y Oriente Pr¨®ximo, donde hasta ahora se ha manifestado con particular insistencia. Lo cual alude no s¨®lo a Estados Unidos, sino tambi¨¦n, como por otra parte viene ya ocurriendo, a pa¨ªses latinoamericanos, africanos y asi¨¢ticos. M¨¢s a¨²n si tomamos en consideraci¨®n la vulnerabilidad constitutiva de estas ¨²ltimas sociedades crecientemente urbanizadas pero con importantes segmentos de la poblaci¨®n en situaci¨®n de precariedad o afectados por una acuciante crisis de identidad debida en buena parte al mismo acelerado proceso de mundializaci¨®n en curso, que interconecta econ¨®mica y tecnol¨®gicamente a los habitantes del planeta. Adem¨¢s, la constatada tendencia a una mayor letalidad hace que, despu¨¦s de las cotas de destrucci¨®n masiva de personas y bienes alcanzadas en los atentados de Nueva York, Washington y Pittsburgh, resulte m¨¢s veros¨ªmil que en el pasado la eventual deriva del terrorismo internacional hacia el empleo, calculado o a la desesperada, de municiones que siguen proliferando y cuyo potencial destructivo excede con creces al del armamento convencional. Es decir, de componentes qu¨ªmicos, bacteriol¨®gicos e incluso nucleares.
Fernando Reinares es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y director del Programa de Estudios sobre Terrorismo en la Universidad de Burgos. Autor, entre otros libros, de Terrorismo y antiterrorismo y de Patriotas de la muerte. Qui¨¦nes han militado en ETA y por qu¨¦.
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