La guerra de la informaci¨®n
La ola de patriotismo, las apelaciones a la unidad y el control gubernamental dificultan el trabajo de los periodistas
Peter Jennings, uno de los periodistas televisivos con m¨¢s fama y prestigio de Estados Unidos, est¨¢ desolado. Por primera vez en sus 61 a?os de vida, ha recibido m¨¢s de 10.000 llamadas de protesta, amenazas o insultos por haberse atrevido a preguntar en las primeras horas tras los atentados del d¨ªa 11 d¨®nde estaba el presidente George Bush. Jennings, que es canadiense, hizo aquel d¨ªa un trabajo excepcional y estuvo 17 horas seguidas al frente del programa informativo de la cadena ABC, pero su breve comentario fue interpretado como una falta de patriotismo. C¨®mo lograr que la oleada patri¨®tica que siente Estados Unidos no perjudique la calidad de su trabajo es en estos momentos una de las principales preocupaciones de los periodistas norteamericanos.
Un periodista recibi¨® 10.000 llamadas de queja por preguntar d¨®nde estaba Bush el d¨ªa 11
El conflicto actual re¨²ne peores condiciones que la guerra del Golfo para el trabajo independiente
Hay que prepararse adem¨¢s para un conflicto que, seg¨²n admiten algunas fuentes militares, va a ir acompa?ado de una 'guerra informativa de gran intensidad', es decir, de grandes mentiras y desinformaciones. Muchos piensan que esta nueva y extra?a guerra contra el terrorismo va a ser peor incluso desde un punto de vista informativo que la guerra del Golfo.
Prensa y televisi¨®n han hecho, en general, durante estos duros d¨ªas un trabajo de calidad, autorregul¨¢ndose para evitar las im¨¢genes m¨¢s terribles y los enfoques m¨¢s sensacionalistas. Las principales cadenas de televisi¨®n y diarios nacionales marcaron el camino de casi todos los medios de comunicaci¨®n del pa¨ªs renunciando a difundir escenas de personas saltando por las ventanas de las Torres Gemelas de Nueva York o los cad¨¢veres de las v¨ªctimas localizadas. Incluso se han mostrado muy prudentes con los varios centenares de funerales y entierros que tuvieron lugar en los d¨ªas inmediatos a los atentados.
La cadena ABC fue la primera que decidi¨® no volver a difundir, salvo casos excepcionales, las im¨¢genes de los aviones secuestrados chocando contra las torres, pero Fox y otras compa?¨ªas se unieron a las pocas horas. Muy notable ha sido tambi¨¦n la rapidez con la que prensa, radio y televisiones lanzaron una campa?a de informaci¨®n sobre los musulmanes norteamericanos, que ha ayudado, sin duda, a suavizar las reacciones racistas contra ellos.
La palabra clave durante toda la semana pasada fue unidad, una idea promovida tambi¨¦n en las apariciones p¨²blicas del presidente Bush y de casi todos los miembros de su Administraci¨®n. 'Ser¨ªa terrible que, al mismo tiempo que pedimos ayuda a los pa¨ªses isl¨¢micos, los musulmanes norteamericanos fueran agredidos', explic¨® un portavoz del Departamento de Estado.
Desde el primer momento, los grandes medios y cadenas aceptaron tambi¨¦n voluntariamente cierto control sobre informaciones 'delicadas'. El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, convoc¨® una reuni¨®n en su despacho con los responsables de estos medios para pedirles que no informaran sobre viajes o comparecencias p¨²blicas del presidente Bush o del vicepresiente Dick Chaney, nada que pudiera afectar a la seguridad de la Casa Blanca y nada sobre los m¨¦todos y detalles de los servicios de espionaje.
La sensiblidad y el respeto por las v¨ªctimas y sus familiares han sido bien recibidas por la opini¨®n p¨²blica, que era ¨²ltimamente bastante cr¨ªtica. Seg¨²n el Pew Research Center, especializado en an¨¢lisis de los medios de comunicaci¨®n, nueve de cada diez encuestados consideran bueno o muy bueno el trabajo period¨ªstico de los ¨²ltimos d¨ªas. La cobertura continua m¨¢s larga de la historia de la televisi¨®n fue seguida el d¨ªa 11, seg¨²n la Nielsen Media Research, por 75 millones de personas (m¨¢s que durante las pasadas elecciones, pero casi diez millones menos de quienes vieron la final de la SuperBowl). Durante los d¨ªas siguientes, la atenci¨®n cay¨® hasta unos 55 millones de media, probablemente m¨¢s por agotamiento que porque recurrieran a otros medios para informarse.
Tom Goldstein, decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, estima tambi¨¦n que ha aumentado la confianza de los norteamericanos en sus medios de comunicaci¨®n, pero se siente inquieto por el desarrollo de los pr¨®ximos acontecimientos. El caso de Peter Jennings ha despertado alguna inquietud: tampoco gust¨® su comentario de que hablar de la Biblia (Bush se refiri¨® a varios salmos en sus primeras intervenciones) era 'muy apropiado para los norteamericanos'. Algunos han interpretado que Jennings comparaba la costumbre de los pol¨ªticos de Estados Unidos de acudir a Dios y a la Biblia con las continuas alusiones a Al¨¢ que se producen en el otro lado. En defensa del periodista ha salido incluso el Media Research Center, un organismo bastante conservador que considera que 'sus comentarios han sido distorsionados y como consecuencia de ello est¨¢ recibiendo llamadas espantosas, injustas'.
El hecho de que los presentadores de televisi¨®n de muchas cadenas aparecieran en pantalla con insignias o lazos con la bandera norteamericana ha sido tambi¨¦n motivo de discusi¨®n. El director de informativos del Canal 12, Pat Dolan, pidi¨® a sus periodistas que no hicieran gala de tanto patriotismo, en beneficio de la objetividad de sus informaciones, y en la cadena ABC tambi¨¦n se aconsej¨® prescindir del s¨ªmbolo nacional por excelencia. 'Los periodistas deben parecer tan objetivos como sea posible, especialmente en momentos de crisis nacional', explic¨® el portavoz de la cadena, Jeffrey Schneider. Se trata, sin embargo, de excepciones, porque la inmensa mayor¨ªa exhibi¨® con normalidad la bandera.
El problema de c¨®mo combinar patriotismo e informaci¨®n se acentuar¨¢ sin duda en los pr¨®ximos d¨ªas y semanas, seg¨²n se desarrollen los enfrentamientos armados. '?sta ser¨¢ la guerra de informaci¨®n m¨¢s intensa que se puedan imaginar. Seguro que ellos van a mentir y que nosotros vamos a mentir', explic¨® con toda naturalidad un oficial del Ej¨¦rcito norteamericano al ex defensor del lector de The Washington Post, Howard Kurtz.
Desde el punto de vista de la infomaci¨®n de que dispondr¨¢n los ciudadanos, tanto norteamericanos como del resto del mundo, el conflicto que se prepara ser¨¢ muy probablemente del mismo tipo que en la guerra del Golfo. Los medios de comunicaci¨®n tendr¨¢n acceso muy limitado, y controlado, a los escenarios de enfrentamiento. Si la guerra del Golfo fue el reino del pool, es decir, del peque?o grupo de periodistas continuamente acompa?ado y controlado por militares especializados en esa tarea, un conflicto como el actual re¨²ne todav¨ªa peores condiciones para el trabajo independiente y para el acceso directo a las fuentes. En primer lugar, porque el primer escenario de choque armado ser¨¢ Afganist¨¢n, un remoto pa¨ªs, y en segundo lugar, porque est¨¢n previstas operaciones de comandos y una intens¨ªsima labor de espionaje en todo el mundo.
La dificultad para conseguir infomaci¨®n es ya muy evidente, y algunos periodistas han expresado sus quejas porque el Departamento de Justicia, por ejemplo, se niega a decir cu¨¢ntas personas han sido detenidas en Estados Unidos desde el pasado d¨ªa 11 en relaci¨®n con los atentados y cu¨¢ntas han pasado a disposici¨®n judicial con cargos, un dato que dif¨ªcilmente atenta contra la seguridad nacional pero que Ashcroft se niega a proporcionar por el momento.
El presidente Bush se ha adelantado ya a esas primeras quejas: 'Procuraremos que tengan informaci¨®n, pero ¨¦sta ser¨¢ una guerra con muchas operaciones secretas, y, como comprender¨¢n, no se pondr¨¢n a la vista'. El equipo que est¨¢ al frente de este conflicto, Dick Cheney y Colin Powell, es exactamente el mismo que consigui¨® que la guerra del Golfo fuera una de las m¨¢s opacas y amables de la historia para el Gobierno de Washington.
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