Lector
EL 4 DE DICIEMBRE de 1734, Chardin termin¨® el cuadro La lectura del fil¨®sofo, para el que le sirvi¨® de modelo su colega, Jacques Aved (1702-1766), hoy casi olvidado, pero que goz¨® en vida de prestigio como retratista a la manera de Rembrandt y lleg¨® a reunir una buena colecci¨®n de maestros holandeses. En 1978, George Steiner pronunci¨® una conferencia, en el Skidmore College, de Nueva York, a partir de este c¨¦lebre cuadro, donde describ¨ªa todos los elementos visibles en ¨¦l que nos pudieran ayudar a comprender c¨®mo se le¨ªa antes de nuestra ¨¦poca. Con sagaz erudici¨®n, Steiner destacaba, en primer lugar, la forma de vestirse entonces para leer y cada una de las posibles implicaciones de este traje o h¨¢bito; luego, llamaba la atenci¨®n sobre el reloj de arena, el tintero y la pluma, el enorme libro tama?o infolio, encuadernado con piel, las estanter¨ªas con otros libros y una calavera a sus espaldas, etc¨¦tera, sacando una muy afilada punta significativa al ajuar que acompa?aba a este an¨®nimo lector de anta?o.
Para Steiner, sin embargo, lo mejor y m¨¢s caracter¨ªstico de c¨®mo Chardin reflej¨® esta antigua forma de leer fue su representaci¨®n del silencio, justo lo que cada vez m¨¢s nos falta en nuestro ruidoso mundo actual. Pero este silencio palpable en el cuadro no agotaba su sentido s¨®lo en el hecho f¨ªsico de la ausencia de ruido, sino que, seg¨²n Steiner, ten¨ªa adem¨¢s connotaciones ¨¦ticas y metaf¨ªsicas, que contrastaban con el af¨¢n actual de rellenar obsesivamente todo nuestro entorno con m¨²sica.
Me parece muy razonable la preocupaci¨®n que manifest¨® Steiner por la presente degradaci¨®n de la lectura a partir del cuadro de Chardin, pero yo, por mi parte, no puedo evitar preguntarme por qu¨¦ ¨¦ste utiliz¨® como modelo precisamente a un pintor para representar a un fil¨®sofo en el acto de leer. Es cierto que, en aquella ¨¦poca, todav¨ªa se consideraba a la pintura como una 'poes¨ªa muda', pero sus art¨ªfices distaban entonces mucho, no digo ya de ser unos intelectuales, sino, muchas veces, de simplemente leer con soltura.
Hoy d¨ªa, sin embargo, cuando casi ning¨²n artista posee una habilidad artesanal espec¨ªfica, todos leen con voracidad especialmente los ensayos filos¨®ficos m¨¢s abstrusos y suelen adjuntar un manual de instrucciones te¨®ricas para descifrar el sentido de lo que hacen. ?Podemos entonces considerar como una premonici¨®n el cuadro de Chardin sobre las futuras veleidades te¨®ricas de los pintores o como la mera constataci¨®n de que nadie hoy sabe o se siente a gusto donde est¨¢?
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