Los grandes 'chefs' de Nueva York cocinan para los bomberos
Un crucero de lujo ha sido convertido en el comedor y lugar de descanso para los que trabajan en el 'nivel cero'
'?Patatas o arroz? ?Pollo o carne?'. El buf¨¦ del Spirit of New York, el crucero de lujo convertido en cantina para las 2.500 personas -polic¨ªas, bomberos, m¨¦dicos, obreros o electricistas- que trabajan en el nivel cero (el lugar donde se encontraban las Torres Gemelas antes del atentado), dista mucho de ser un men¨² de cinco estrellas. Y, sin embargo, lo es. Lo han preparado algunos de los grandes cocineros de Manhattan, respondiendo a la llamada de Don Pintadona, el chef del Tribeca Grill (en parte, propiedad de Robert de Niro). En un gesto de solidaridad, la ¨¦lite culinaria de la ciudad lleva tres semanas turn¨¢ndose en una diminuta cocina guisando macarrones con tomate y pavo hervido para los equipos de rescate.
'Prohibido pisar tierra firme. Esto es una zona de investigaci¨®n. El que lo haga ser¨¢ detenido'
Las paredes del buque est¨¢n literalmente cubiertas con dibujos y cartas de ni?os
'Al principio fue una locura', dice Pintadona; 'trabaj¨¢bamos 24 horas. Todo el mundo quer¨ªa ayudar, pero no hab¨ªa ninguna coordinaci¨®n, era el caos m¨¢s absoluto. Los equipos descansaban y com¨ªan en apenas una hora y volv¨ªan a trabajar. Fue agotador. Ahora hemos vuelto a un ritmo m¨¢s normal de desayuno, comida y cena. Estamos mucho m¨¢s organizados'.
El d¨ªa de los atentados, Pintadona se qued¨® en paro t¨¦cnico. Tribeca qued¨® aislada del mundo por un fuerte cord¨®n policial. Al ver c¨®mo intentaban pasar los camiones de mercanc¨ªas a la zona siniestrada se le ocurri¨® que la mejor forma de alimentar a los trabajadores del nivel cero era utilizar un barco.
Se puso en contacto con los due?os de los lujosos cruceros Spirit y llam¨® a sus amigos Jean George Vongerichten, Daniel Boulud, Charlie Palmer y Gray Kunz, que no suelen cocinar por menos de 40.000 pesetas por persona (sin incluir el vino, que no es precisamente barato en EE UU), para que le echaran una mano. La ¨¦lite culinaria respondi¨® y todo estaba listo dos d¨ªas despu¨¦s.
Llegar al Spirit of New York sigue siendo una epopeya. En el muelle de la calle 18 se toma el Chelsea Screamer (el chill¨®n), un barco ultrarr¨¢pido que suele arrancar los gritos a los turistas en sus paseos por la bah¨ªa, pero que esta ma?ana transporta a ritmo aminorado a la treintena de voluntarios. Atraca en el embarcadero de Battery Park, el barrio residencial de Wall Street, al borde del r¨ªo Hudson, donde antes hab¨ªa yates y ahora s¨®lo circulan las patrullas de los guardacostas. 'Prohibido pisar tierra firme', advierte uno de los responsables de la Cruz Roja. 'Esto es una zona de investigaci¨®n. El que viole la consigna ser¨¢ detenido'.
En la cola del almuerzo, los bomberos tienen aspecto agotado, pero son los m¨¢s amables. 'No se preocupe por servirnos con guantes', comenta uno de ellos a una aprendiza de camarera, 'ya estamos acostumbrados a la suciedad'. Llevan una incre¨ªble parafernalia de linternas, radios, utensilios, cascos de ala ancha tan caracter¨ªsticos del uniforme norteamericano y, por supuesto, m¨¢scaras antig¨¢s. 'Gracias por estar aqu¨ª', dice otro. 'Yo s¨®lo puedo luchar con una cuchara', le responde el voluntario.
En el buf¨¦, un agente del FBI, no precisamente de inc¨®gnito -lo lleva escrito en grandes letras amarillas en su chubasquero-, mira los donuts con gula. Est¨¢ prohibido llevar comida fuera por razones de sanidad. Las Torres Gemelas siguen echando humo t¨®xico.
Pintadona supervisa la llegada y el almacenamiento de las provisiones. Incluso descarga algunas cajas entre barco y barco. 'Las botellas de agua y las coca-cola, en pilas distintas; las verduras, abajo, en la c¨¢mara frigor¨ªfica; los donuts y el pastel de manzana, tambi¨¦n; los Gatorade, cerca del bar'. Pintadona es un hombre moreno, de barba cuidada y gran sonrisa, que anima con humor y gentileza a los voluntarios que no tienen mucha idea de servir.
Toda la comida viene de donaciones. Hoy toca, entre otros congelados, pollo en salsa agridulce, regalo de los restaurantes de Chinatown. Pero no queda para todos. A las doce y media de la ma?ana cunde el p¨¢nico. Han llegado demasiadas personas de golpe y los buf¨¦s se est¨¢n quedando vac¨ªos. 'Es una cocina diminuta y es muy duro trabajar', cuenta Teresa Barrenechea, que ha dejado por un d¨ªa su restaurante vasco para ayudar a sus colegas. A su lado, Aaron, que lleva toda la ma?ana cortando cebollas, se lo toma con buen humor: 'Esto se est¨¢ convirtiendo en mi gran especialidad'.
Ya queda poco lujo en el Spirit of New York. Hay mesas hasta en la pista de baile. Las caras est¨¢n cansadas; los monos, polvorientos y sucios. Las paredes est¨¢n literalmente cubiertas de dibujos y cartas de ni?os con mensaje de ¨¢nimo. En el segundo piso, quiropr¨¢cticos dan masajes a los m¨¢s agotados. Tambi¨¦n pueden echar una cabezadita. Pero lo m¨¢s raro es la m¨²sica. El hilo musical desgrana los grandes ¨¦xitos de Frank Sinatra. Fuera se ven los restos destruidos de las Torres Gemelas.
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