Una vieja forma de mover el dinero
As¨ª funciona la 'hawala', un sistema ancestral de cr¨¦dito y transferencia de capital en el mundo musulm¨¢n
La oficina de la Fundaci¨®n Al Rashid, situada en la segunda planta de un edificio comercial en un barrio elegante de la capital de Pakist¨¢n, tiene algo que indica que no es una organizaci¨®n caritativa como las dem¨¢s.
Tal vez sea la espada musulmana pintada en un cartel gigantesco en el exterior, bajo el lema El golpe de los piadosos. O puede que sea la persona que sirve el t¨¦, un ex capit¨¢n del Ej¨¦rcito de barba canosa que exhibe una escopeta de ca?ones recortados cuando recibe a los visitantes en la puerta.
La fundaci¨®n Al Rashid es uno de los grupos filantr¨®picos m¨¢s visibles de Pakist¨¢n y est¨¢ siempre pidiendo dinero para viudas, hu¨¦rfanos y discapacitados. El Gobierno de Estados Unidos ha dicho que es adem¨¢s parte de un siniestro imperio financiero que hace circular el dinero hacia Osama Bin Laden y sus colaboradores.
El Bank of Credit era el preferido de servicios de informaci¨®n, 'narcos' y blanqueo de dinero
Los fondos isl¨¢micos de caridad son casi inmunes a un escrutinio independiente
El 24 de septiembre, el presidente Bush puso en marcha una campa?a para detener el flujo de dinero de Al Rashid y otros grupos semejantes hacia posibles usos terroristas. Ahora bien, seguir la pista del dinero en esta regi¨®n es muy dif¨ªcil, porque a menudo circula por una ruta antigua y casi invisble denominada hawala en el mundo ¨¢rabe o hundi en Pakist¨¢n.
La hawala es un sistema de cr¨¦dito para la transferencia de dinero a larga distancia, y naci¨® varios siglos antes que la banca occidental. Surgi¨® en una ¨¦poca en la que los comerciantes confiaban m¨¢s en sus facultades de contables que en sus posibilidades de no ser atracados cuando viajaban en caravana. Ahora, esa antigua necesidad se ha convertido en una forma c¨®moda de blanquear dinero, evadir impuestos o -seg¨²n creen los expertos, en el caso de la red de Bin Laden, Al Qaeda- mover millones de d¨®lares por el mundo para financiar una guerra santa.
La ciudad paquistan¨ª de Peshawar, junto a la frontera con Afganist¨¢n, es un lugar en el que Bin Laden tiene viejas ra¨ªces y un s¨®lido apoyo, en el que la gente sospecha de los forasteros y est¨¢ acostumbrada a hacer las cosas a su modo. Uno de los principales cambistas, que trabaja en un local del tama?o de un armario, resume la probabilidad que EE UU tiene para cortar el flujo secreto de dinero de los terroristas: 'Ninguna'. Sus colegas, reclinados sobre el suelo, asienten. 'Si detienen a una persona o la vigilan en el mercado, otra la sustituir¨¢'.
La hawala, que es ilegal en Pakist¨¢n, se basa en una cosa m¨¢s antigua que el propio dinero: la palabra de una persona. No puede haber nada m¨¢s discreto. No hace falta llevar grandes cantidades de dinero de un pa¨ªs a otro ni rellenar formularios de banco que podr¨ªan llamar una atenci¨®n indeseada. No hace falta ninguna anotaci¨®n bancaria.
Sencillamente, una persona entrega dinero en un extremo y lo recibe en el otro sin que haya pr¨¢cticamente ning¨²n rastro de papel que se pueda seguir.
El funcionamiento es el siguiente: el banquero de hawala que recoge un dep¨®sito escribe el n¨²mero de tel¨¦fono o la direcci¨®n del representante del pagador en el pa¨ªs de acogida. Luego da instrucciones a su socio -un traficante o un grupo de traficantes de dinero en dicho pa¨ªs- para que pague la suma necesaria. En general, el contacto se hace por tel¨¦fono o correo electr¨®nico. Lo ¨²nico necesario para completar la transacci¨®n es una contrase?a o el reconocimiento de un rostro o una voz.
No hay circulaci¨®n de dinero por cauces bancarios legales. El traficante de la hawala y su socio se limitan a tener claro entre ellos lo que cada uno debe al otro y arreglan sus propias deudas -en moneda, oro u otros bienes- cuando les conviene.
Existen muchas variantes que suponen un obst¨¢culo para cualquiera que pretenda seguir la pista del dinero, dice un banquero de Islamabad que conoce el sistema. Por ejemplo, cuando se necesitan sumas multimillonarias, varios grupos de traficantes se reparten la transacci¨®n entre ellos a la hora de hacer el pago. Tambi¨¦n pueden recurrir a bancos dispuestos a colaborar en para¨ªsos fiscales.
Ser¨ªa dif¨ªcil hacer auditor¨ªas a los cambistas, dice el banquero de Islamabad. Los grupos de Pakist¨¢n s¨®lo tienen a mano el dinero que pueden necesitar. Todo lo dem¨¢s se traslada regularmente en avi¨®n a lugares como Singapur y los Emiratos ?rabes Unidos, y se deposita en cuentas conjuntas. S¨®lo los propios traficantes saben cu¨¢nto corresponde a cada uno en las cuentas colectivas. Al preguntarle qu¨¦ ocurre cuando alguien intenta enga?ar a los dem¨¢s, el banquero frunce el ce?o. 'Es gente muy mala. En este negocio, m¨¢s vale no enga?ar'.
La mayor¨ªa de las transacciones de la hawala es cuesti¨®n de unos cientos de d¨®lares; por ejemplo, el dinero que env¨ªan los trabajadores paquistan¨ªes en los Estados del golfo P¨¦rsico a sus familias. Pero el ¨²nico l¨ªmite para una transferencia de la hawala es la cantidad de dinero que uno pueda llevar al mostrador, seg¨²n los cambistas que lo est¨¢n explicando, todos pertenecientes a la junta directiva de la Asociaci¨®n de Cambistas de Peshawar, que hablan a condici¨®n de permanecer en el anonimato. La hawala persiste en Pakist¨¢n porque desempe?a un papel fundamental en la econom¨ªa sumergida del pa¨ªs, que puede ascender a miles de millones de d¨®lares.
Durante la ocupaci¨®n de Afganist¨¢n por parte de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, en los a?os ochenta, hubo miles de millones de d¨®lares, en ayuda militar de Estados Unidos y otros pa¨ªses occidentales, que fueron a parar a los muyahidin afganos, entre ellos Bin Laden, a trav¨¦s del Bank of Credit & Commerce International. El banco ten¨ªa directivos paquistan¨ªes y ricos patrocinadores ¨¢rabes del Golfo, y era el preferido de servicios de informaci¨®n, narcotraficantes y redes de blanqueo de dinero hasta que quebr¨®, el 5 de julio de 1991.
Fue entonces cuando la habilidad financiera y la riqueza de Bin Laden le hicieron tan importante para el movimiento isl¨¢mico radical que pronto llegar¨ªa a encabezar, seg¨²n los investigadores.
Los banqueros de la hawala, los Gobiernos simpatizantes, los ricos benefactores ¨¢rabes y el tr¨¢fico de hero¨ªna contribuyeron a desarrollar la compleja red financiera de Al Qaeda que ahora Washington intenta desintegrar.
El Gobierno de Pakist¨¢n lleva varios a?os intentando acabar con los banqueros de la hawala, pero lo ¨²nico que ha conseguido es que se hagan clandestinos.
La ofensiva comenz¨® despu¨¦s de que Pakist¨¢n e India realizaran pruebas nucleares en 1998. El Gobierno de Islamabad comprendi¨® que le iban a caer sanciones econ¨®micas de los norteamericanos -explican los cambistas- y orden¨® vigilancia policial para impedir que la gente se llevara grandes cantidades de d¨®lares y otras divisas a para¨ªsos fiscales.
Aun as¨ª, los banqueros de la hawala siguen operando de forma secreta en el bazar de dinero de Peshawar y m¨¢s abiertamente en la frontera noroeste de Pakist¨¢n que se conoce como las '¨¢reas tribales', en la que tambi¨¦n florecen los mercados de armas.
Como en el caso del sistema de hawala, los fondos isl¨¢micos de caridad que, en opini¨®n de la Administraci¨®n de Bush, es una fuente de dinero para el grupo de Bin Laden, se basan en un sistema de pago en efectivo y confianza y, por tanto, pr¨¢cticamente inmune a un escrutinio independiente. A pesar de que muchos tienen v¨ªnculos con escuelas cor¨¢nicas militantes o mul¨¢s conocidos por sus opiniones extremistas, los fondos consiguen atraer dinero de pobres y ricos gracias a sus promesas de utilizarlo para causas dignas.
Durante la visita del periodista a la Fundaci¨®n Al Rashid, entra un anciano con 20 d¨®lares que desea dar como zakar, un regalo para los necesitados que, seg¨²n el islam, tienen obligaci¨®n de hacer todos los musulmanes que puedan permit¨ªrselo. Ghyass Uddin, el contable de guardia, coge el dinero, anota el regalo en un libro y le da al hombre un recibo. En ¨¦l figuran el nombre, la fecha, la cantidad de dinero y el prop¨®sito; en este caso, sencillamente 'Afganist¨¢n'.
Uddin, cuya oficina est¨¢ frente al Centro Americano de Islamabad y a escasa distancia del Tribunal Supremo, niega que ese dinero pueda emplearse con fines criminales. 'Todo el dinero y sus usos est¨¢n documentados', asegura.
Pero, cuando se le pregunta c¨®mo puede estar tan seguro de ad¨®nde va a parar el dinero, dice con una mirada ben¨¦vola: 'Confiamos en la fundaci¨®n'. No existe ninguna supervisi¨®n externa.
? Los ?ngeles Times
Ayuda material y espiritual
Al Rashid, cuya sede central est¨¢ en Karachi, tiene sucursales en todo Pakist¨¢n y, seg¨²n el contable Ghyass Uddin, recibe fondos constantemente. La literatura del grupo denuncia a Estados Unidos por su pol¨ªtica respecto a Israel, Irak y Arabia Saud¨ª, y elogia a los combatientes isl¨¢micos. Sin embargo, Al Rashid afirma que su dinero s¨®lo lo dedica a causas sociales, como ayudar a los musulmanes necesitados, ofrecer ayuda en casos de cat¨¢strofes y difundir los conocimientos sobre la fe. No obstante, algunos de sus objetivos son indicativos de unas prioridades m¨¢s pol¨ªticas, como ayudar a los presos 'encarcelados ilegalmente', barrer la pornograf¨ªa de los medios de comunicaci¨®n y elaborar libros 'para fomentar en el pueblo y en la clase dirigente el temor al ?ltimo D¨ªa '. Basta un vistazo a sus publicaciones para pensar en v¨ªnculos entre Al Rashid y el movimiento talib¨¢n afgano. Una edici¨®n reciente del peri¨®dico El Golpe de los Piadosos incluye en su primera p¨¢gina un decreto del l¨ªder talib¨¢n el mul¨¢ Mohamed Omar que amenaza a cualquier pa¨ªs musulm¨¢n que se al¨ªe con Estados Unidos. Al final hay un poema en el que se elogia a Omar como 'salvador de la humanidad'. La mayor parte de las cuatro primeras p¨¢ginas est¨¢n llenas de art¨ªculos, fotos y gr¨¢ficos sobre los atentados en Nueva York y en Washigton, y se insin¨²a que los responsables son los jud¨ªos. A pesar de todo esto, Uddin ofrece t¨¦ al visitante estadounidense y dice que le sorprende que Bush quiera congelar los bienes de grupos como Al Rashid. '?Qu¨¦ pruebas tienen?', dice el joven con calma, sentado en el suelo, detr¨¢s de una mesa con su libro de contabilidad. '?C¨®mo van a hacerlo, si no existen pruebas?'.
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