Cogida preocupante

El sexto novillo era, por hechuras, un toro y, por comportamiento, un manso que no admiti¨® un capote ni consinti¨® en acercarse al caballo. Alfredo Gonz¨¢lez, Ni?o de Arrayanes, un subalterno linarense, logr¨® prenderlo en la capa y breg¨® valientemente toreando hacia atr¨¢s de cerca hasta que el manso lo alcanz¨® zarande¨¢ndolo estremecedoramente, como un pelele, haciendo por ¨¦l varias veces y lleg¨¢ndole a arrancar el hombro de la chaquetilla. En la enfermer¨ªa se le apreci¨® un traumatismo dorso-lumbar que le privaba de sensibilidad y movilidad en las extremidades superiores e inferiores. Fue trasladado al hospital Ciudad de Ja¨¦n para realizarle un estudio radiol¨®gico y neurol¨®gico que determine el alcance de la lesi¨®n. Hasta aqu¨ª, la parte humana, puesto que en la animal, el manso sigui¨® siendo protagonista: se peg¨® al caballo durante 16 minutos, sin que hubiera forma de alejarlo, ni siquiera mediante el coleo efectuado por dos toreros agarrados al rabo; se separ¨® cuatro veces y volvi¨® a entrar otras tantas, hasta que le taparon la cabeza y el picador pudo abandonar el ruedo por la puerta de emergencia. Banderilleado a la buena de Dios, le correspond¨ªa el regalo al Sombrerero, novillero novel que se enfrent¨® a un animal aculado en tablas y con peligro cierto. Entr¨® tres veces a matar con regular fortuna antes de dejar media ca¨ªda y 14 golpes de verduguillo. La presidencia le envi¨® un aviso que fue duramente protestado por el p¨²blico. Un manso con genio puede llegar a dar estos sustos.

Del Sombrerero, precisamente, fueron las ver¨®nicas m¨¢s lentas y templadas de la tarde, as¨ª como una media ce?ida que instrument¨® al tercero, con la mala suerte de que el animal, tras una vuelta de campana, se qued¨® seriamente tocado.

Ant¨®n Cort¨¦s estuvo falto de ambici¨®n en el cuarto y no pudo con el primero, mientras que Alberto Guzm¨¢n se emple¨® con valor en el quinto excedi¨¦ndose en el tiempo y siendo avisado en dos ocasiones.