TODO UN CL?SICO
LO INVENTARON los vieneses para estar fuera de casa, pero no expuestos a la intemperie: la cultura del caf¨¦. As¨ª lo dicen ellos mismos, con ese tono de s¨¢tira tan propio de esas tertulias que a veces parecen durar inviernos enteros. El local no es genuino si la taza de caf¨¦ no llega sobre una bandejita individual de aluminio, acompa?ado de un vaso de agua fresca. El camarero habr¨¢ preguntado previamente si prefiere Melange (caf¨¦ con leche batida), grosser o kleiner Brauner (cortado grande o peque?o), o grosser o kleiner Schwarzer (caf¨¦ solo, grande o peque?o). Habr¨¢ recomendado tambi¨¦n completar la obra con una de las tartas que tan buena fama han dado a la ciudad. Adem¨¢s se ofrece un gran surtido de prensa. La noticia fresca es alimento indispensable del caf¨¦ vien¨¦s que, como ya dec¨ªa el escritor Stefan Zweig a principios del siglo XX, 'es la escuela de todo lo nuevo'. Anton Kuh, conocido literato de caf¨¦, sosten¨ªa por la misma ¨¦poca que 'el caf¨¦ es el lugar donde el escritor tiene tiempo para inventar historias que la gente fuera no tiene tiempo de vivir'. Entre los locales m¨¢s famosos est¨¢n el caf¨¦ Hawelka (Dorotheergasese, 6), siempre acogedor, o el Frauenhuber (Himmelpfortgasse, 6), el m¨¢s antiguo y uno de los m¨¢s bonitos. El caf¨¦ Br?unerhof (Stallburggasse, 2) sigue sin perder su autenticidad. M¨¢s din¨¢mico es el caf¨¦ Landtmann (Dr.-Karl-Lueger-Ring, 4), lugar de encuentro de pol¨ªticos, catedr¨¢ticos, empresarios y actores. Periodistas, fil¨®sofos y estudiantes de arte se dan cita en el caf¨¦ Pr¨¹ckel (Stubenring, 24), con mobiliario de los a?os cincuenta. El caf¨¦ Museum (Friedrichstrasse, 6), decorado en 1899 por Adolf Loos, pionero de la arquitectura moderna, atrae cada d¨ªa a artistas y ajedrecistas y a los coleccionistas de sellos los domingos.
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