El encanto de la subvenci¨®n
Hubo una 'generaci¨®n del 27', otra 'del 98' y una tercera 'del 68'. Existi¨® la Beat generation y la 'generaci¨®n X' y ahora se nos echa encima la 'generaci¨®n de la subvenci¨®n'. Lo ha dicho Miren Azkarate, la nueva consejera de Cultura: 'No es bueno que la cultura viva s¨®lo de las subvenciones'. Y tanto, se?ora, ni la cultura ni el pa¨ªs que lo tenemos muy mal acostumbrado.
Un decreto redactado el pasado a?o por el Departamento de Cultura de la Diputaci¨®n vizca¨ªna otorgaba subvenciones 'a campeonatos de arrastre de piedra por caballos/yeguas y burros/ burras' en un excesivo e inapropiado uso del lenguaje que ha sido sancionado recientemente por un informe del ¨¢rea foral de oportunidades con el apoyo de t¨¦cnicos de la UPV. 'Entendemos que la sensibilidad de las burras poco tiene que ver con la igualdad de hombres y mujeres', en palabras del equipo redactor. Cabr¨ªa a?adir que el g¨¦nero equino y mular alguna relaci¨®n de igualdad mantienen con el resto de la grey subvencionada.
Sobre el h¨¢bito de una cultura del amparo, de la mediaci¨®n, del subsidio, del paliativo...
Si en pleno entrenamiento de arrastre te diriges hoy a un aldeano y le preguntas '?qu¨¦, preparando la idi proba del domingo?', te contestar¨ªa sin reparos: 'No, sudando la subvenci¨®n'. Harrijasotzailes, cineastas, cantautores, escritores, teatreros, artistas, ciudadanos en general y, sobre todo, traductores y editoriales en particular est¨¢n al amparo, al auxilio, al socorro, a la calderilla, a la protecci¨®n, al favor, a la mediaci¨®n, al subsidio, al paliativo, al donativo, a la limosna, al trinconeo, o sea, a la subvenci¨®n, a la acci¨®n de subvenir, a la dote del Gobierno, como melifluas doncellas de escasos recursos.
Y quiz¨¢ por eso se queja amargamente la consejera de la cosa cultural: 'Hay que mantener una l¨ªnea rigurosa de las distintas l¨ªneas de subvenci¨®n de las instituciones'.Raz¨®n le sobra a esta abnegada mandataria. Porque, si es verdad que Dios provee a cada p¨¢jaro con un alimento, no est¨¢ bien que a algunos p¨¢jaros se lo eche siempre en el nido. Y aunque un poco de levadura ayude a levantar la pasta, no es justo que todo sea cuesti¨®n de parn¨¦, de presupuesto, de condumio, de momio y de peseteo, sin apenas un gramo de masa para hacer crecer la levadura. Ya lo dec¨ªa el viejo proverbio franc¨¦s: 'Es f¨¢cil nadar cuando nos aguantan la barbilla.'
Aqu¨ª presumimos de mentones a prueba del m¨¢s certero gancho de Mike Tyson y, sin embargo, hay otros tan fr¨¢giles como el cristal. Disponemos de prominentes quijadas de hierro subvencionadas y de mand¨ªbulas de mantequilla caninas, como la de Antonio Ochoa, el empresario privado que ha tirado la toalla del Ayala por KO. 'Lo dejo, abandono, nadie me ayuda', ha pla?ido; 'yo no he visto ninguna subvenci¨®n, aunque parece ser que la Administraci¨®n ayuda a otros promotores p¨²blicos'. Ochoa es de los de la liga 'sin bata', sin chupito, sin protector y as¨ª no puede pelear, 'porque cuando se juega con p¨®lvora real, con los cuartos de los contribuyentes, el teatro es muy bonito y no tiene ning¨²n m¨¦rito conseguir pelotazos de taquilla'.
A este hombre le duele el golpe bajo de los gorristas, de los sacacuartos, de los sablistas institucionales, de los gestores caraduras, del magrollo y del pegote, pero no debe preocuparse porque, como anuncia la consejera, 'el frotar se va a acabar', palabra de bienhechora, de favorecedora, de conseguidora convencida, como Dumas, de que el arte necesita soledad, miseria o pasi¨®n, porque es como una roca que requiere el viento ¨¢spero y el terreno duro: 'Los propios receptores de subvenciones quieren una reflexi¨®n seria sobre cu¨¢l ser¨ªa el mejor modo de que la subvenci¨®n surta efecto', ha afirmado en nombre de sus patrocinados. Nadie podr¨¢ acusar, pues, de falta de buena voluntad a los pensionistas de la cultura, a los becados del prorrateo, a la 'generaci¨®n subvenci¨®n'. Nadie podr¨¢ echarles en cara estar m¨¢s pendientes de lo que van a invertir y se van a guardar que del inter¨¦s general, como afirman los malpensados.
A la consejera le han preguntado tambi¨¦n por el sector audiovisual y, siguiendo las conclusiones a las que indefectiblemente llegan esos sesudos estudios anal¨ªticos que sobre el asunto se hacen cada tres o cuatro a?os y cuestan una pasta gansa, ha repetido la misma cantinela de sus antecesores en el cargo: 'Es un sector peque?o, poco estructurado y muy atomizado'.
La tele es un mito y los mitos no se tocan; hay que dejarlos quietos como los buenos quesos para que fermenten y amplifiquen su resplandor. Adem¨¢s, este medio productor y reproductor de estrellas aqu¨ª ha logrado la haza?a de ser la ¨²nica televisi¨®n del mundo en la que su estrella indiscutible, capaz de absorber como un agujero negro todos los titulares, es el director general, justamente el ¨²nico que no sale en pantalla.
El caso es que, pese a ser peque?os y atomizados, tenemos un plan, que no es poco. Se trata del Plan Estrat¨¦gico Audiovisual, un proceso dotado de t¨¢cticas y estrategias, con una serie de acciones encaminadas a un noble fin pol¨ªtico y econ¨®mico, a 'un objetivo' como suele decirse en el arte de proyectar y dirigir operaciones militares.
Hablo con el dibujante de estos menesteres culturales. Acaba de regresar de un viaje a Valencia con Luis Berlanga y recuerda que fue el maestro quien denunci¨® hace tiempo que 'ya no se hacen pel¨ªculas, novelas, ni funciones para el p¨²blico; se hacen proyectos para la subvenci¨®n. No se presentan ideas, se presentan subvenciones'. Y planes. Mientras tanto, el pa¨ªs languidece entre 'la generaci¨®n perdida' y la 'generaci¨®n de la subvenci¨®n', (una de las dos ?ay? ha de helarte el coraz¨®n). 'Es mejor un buen polvo que un rapapolvo y el reparto de subvenci¨®n que el coscorr¨®n', le digo al dibujante. 'Todo con tal de no volver a escuchar aquella frase de Mill¨¢n Astray: 'Cada vez que oigo la palabra cultura me dan ganas de sacar la pistola'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.