El miedo es el medio
Se lo advirti¨® en cierta ocasi¨®n Jos¨¦ Luis Coll. 'Deseng¨¢?ate, no es el dinero, el sexo o el poder lo que mueve el mundo: el miedo mueve el mundo. El miedo a la soledad, a la enfermedad, al azote, a la paliza, al paro, al jefe, al padre, al juez, el miedo al miedo'. Aunque tambi¨¦n tenemos miedo a la adulteraci¨®n de alimentos, a conducir, a la obesidad, a envejecer, a la arterioesclerosis, a la gota, al reuma a la opresi¨®n del coraz¨®n; tememos al aire que respiramos y al agua que bebemos. Amor y sexo se adulteran, la pareja se enrarece, el hombre tiene miedo de la mujer y ¨¦sta del hombre, miedo al dominio del otro; pero la vida sin compa?¨ªa tambi¨¦n resulta insoportable.
Los ejemplos del miedo son infinitos, aunque Coll en realidad se estaba refiriendo al Miedo con may¨²sculas. Siempre se ha administrado, canalizado y dirigido el miedo. Y sobre todo el miedo a la muerte, que es tanto como decir el miedo a la vida o lo que es peor al hurto de vida, al asesinato, a la aniquilaci¨®n. El meollo del asunto, la idea central de las sociedades contempor¨¢neas ya no es, como sucedi¨® durante siglos, la del miedo a la muerte natural, a la l¨®gica desaparici¨®n, sino a la aparici¨®n de la muerte impuesta. Hoy que la ciencia moderna nos suministra explicaciones plausibles sobre las enfermedades y que la medicina amplia las expectativas de vida hasta la longevidad, es 'el accidente' el que provoca nuestros mayores insomnios; y quien dice accidente dice atentado, alarma, terrorismo, tragedia, inseguridad, asesinato como coartada pol¨ªtica o ideol¨®gica.
Cuando el temor se socializa como instrumento hace pensar que existe un 'Ministerio del Miedo'
Se trata principalmente de desplazar lo normal hacia lo accidental mediante la socializaci¨®n del miedo y la coexistencia cotidiana con el equilibrio del terror a trav¨¦s de una artera manipulaci¨®n que garantiza y consolida de esa forma 'lo establecido'. La muerte biol¨®gica ya no asusta. Es el astuto control de la nueva ret¨®rica disuasoria del miedo lo que paraliza la libertad, disuelve la pluralidad y la disidencia y suprime la cr¨ªtica. El truco consiste en presentar lo 'accidental' como si fuera un proceso espont¨¢neo, en manejar con destreza la cercan¨ªa de la amenaza, en confundir el terror con el destino. Parodiando a McLuhan cuando dijo que el medio era el mensaje, podemos afirmar, pues, que en la actualidad el miedo es el mensaje, o si prefieren, el miedo es el medio.
No estamos hablando del miedo gen¨¦tico, de la duplicidad del cromosoma 15 que predispone al p¨¢nico, seg¨²n corrientes psiqui¨¢tricas. Hablamos de la manipulaci¨®n del miedo, y aunque nadie podr¨¢ denunciar la existencia de un centro de poder destinado a asustarnos con todo, de un 'Ministerio del Miedo', como el que tem¨ªa Graham Greene en una de sus novelas, s¨ª se detecta una manera de ser, un car¨¢cter pol¨ªtico que maneja con destreza el canguelo ajeno. Si desechamos la religi¨®n en fase de decadencia como factor dominante del miedo, surge la pregunta de qui¨¦n o qui¨¦nes est¨¢n ahora canalizando y dirigiendo ese desasosiego con el evidente objetivo de que seamos buenos y obedientes. Hagamos un esfuerzo de imaginaci¨®n y pongamos nombres a las personas a los pol¨ªticos o a los cl¨¦rigos que con m¨¢s determinaci¨®n expanden esta peste letal. Han conseguido mucho. Han logrado, sobre todo, que cada uno de nosotros, adem¨¢s de portadores de ese terrible virus, nos erijamos en agentes de difusi¨®n y contagio del mismo. Han conseguido que el ciudadano tenga miedo de lo que pueda decir, de lo que pueda escuchar, de lo que pueda ver, que se convierta en su propio censor, en su propio polic¨ªa, en su propio cura; que tenga hasta miedo de s¨ª mismo y de su sombra, y que, por consiguiente se?ale y delate.
Acostumbrados a estar gobernados por el sobresalto y la disuasi¨®n, nos parece normal que se hable de desarme verbal, mientras se evita nombrar cualquier otro tipo de desarme, que se nos pida desestimiento moral, sometimiento y que, ante el fulminante hecho del reparto del miedo, abdiquemos de la pluralidad en aras de una supuesta altura de miras, de un sospechoso bien com¨²n. La globalizaci¨®n del miedo. 'El miedo es el Quinto Jinete', me dice el dibujante, afectado por el cambio cataclismal que ha supuesto el atentado de las Torres Gemelas. Es, desde el 11 de septiembre, la primera emoci¨®n socializada a escala planetaria, tan extendido como el catarro com¨²n y la Coca Cola. El miedo, que desde esa fecha 'nos hace pensar m¨¢s en la seguridad que en la libertad', como ha afirmado recientemente en Bilbao el arquitecto Frank Gehry. Tal vez, el padre del Guggenheim no lleg¨® a percatarse de ese d¨¦ficit de libertad el d¨ªa en que iba a inaugurarse su magna obra, cuando muri¨® el ertzaina que velaba por impedir un ataque con carga explosiva al coloso de titanio, pero ahora que ha visto caer dos rascacielos emblem¨¢ticos, el arquitecto americano no duda en se?alar que esa circunstancia 'har¨¢ cambiar nuestra vida y la de nuestros hijos, el arte y la arquitectura, porque la posibilidad del terror es m¨¢s evidente'.
El miedo no es una milonga. El miedo siembra versos en la copla: 'Miedo, tengo miedo, miedo de quererte. Miedo, tengo miedo, miedo de perderte. Sue?o noche y d¨ªa, que sin t¨ª me muero, tengo, vida m¨ªa, miedo, mucho miedo'. No fue un miedo de cancionero, ni la angustia que acogota al portero ante el penalti lo que atenaz¨® a la plantilla del Real Madrid en su accidentado vuelo de regreso desde Mosc¨². Fue una sensaci¨®n que resumi¨® en tono castizo el delantero centro Morientes. '?C¨®mo lo vivist¨¦is?', le preguntaron tras pisar seguro suelo. Y ¨¦l, conjurando el susto con el humor, respondi¨® a la m¨¢s fiel manera de Jesul¨ªn: 'En dos palabras, ?cagados!'. El miedo, simplemente.
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