Negro
NO HAY DUDA de que el origen del mundo fue en blanco y negro, contracolores entre s¨ª, por ser ambos absolutos, ya que, cada uno, por su parte, contiene todos los colores y, asimismo, su negaci¨®n. El blanco -la luz- es m¨¢s popular, pero debe su prestigio creador a hendir la oscuridad, la noche de los tiempos, el negro vientre que ha de ser luminosamente inseminado. No sabemos c¨®mo era el eterno instante anterior a la creaci¨®n, pero ¨¦sta fue, desde luego, en blanco y negro, como ha de serlo el matrimonio del cielo y el infierno. Sin el contraste entre el blanco y el negro, no se podr¨ªa concebir la existencia humana, cuyo drama se desarrolla en el tiempo: el proceso o el paso del blanco al negro y viceversa, la progresi¨®n y la regresi¨®n.
En este sentido, lo moderno del arte moderno se inici¨®, a fines del siglo XVI, con el ennegrecimiento de la pintura, que potenci¨® la fuerza dram¨¢tica del claroscuro, la iluminaci¨®n de la conciencia, que, para emanciparse, para enfocar, para contemplar la realidad, tan invisible en su plenitud radiante como en su completa oscuridad, necesitaba poner las cosas negro sobre blanco, devolverles su tensi¨®n expresiva.
Aunque indudable, no sabemos en qu¨¦ medida pudo influir en este proceso la sucia tinta negra de la imprenta y, sobre todo, la estampaci¨®n de im¨¢genes grabadas; pero, de Caravaggio en adelante, con Rembrandt, Vel¨¢zquez y Goya, todo el impulso modernizador se ha hecho en una negra clave naturalista, el color de las entra?as de la tierra. En 1865, con motivo de su viaje a Madrid para visitar el Museo del Prado, el naturalista Manet descubri¨®, fascinado, que el revulsivo poder fecundante de la tradicionalmente menospreciada Escuela Espa?ola se deb¨ªa a la negra conversaci¨®n que Goya hab¨ªa mantenido con Vel¨¢zquez.
La radical paleta espa?ola estuvo basada principalmente en el absoluto del blanco y el negro, dejando como una rebaba de gris para que cupiera el drama humano. Tambi¨¦n contaron en ella el rojo y el ocre, la sangre y la arena, las entra?as de la pura terrenalidad profundamente oscura.
La fotograf¨ªa, el cine, la televisi¨®n: tambi¨¦n estas t¨¦cnicas art¨ªsticas nacieron en blanco y negro, aunque su progreso sea en colorines, la desfiguraci¨®n del drama original, algo entretenido, pero sin sustancia. Sin embargo, sin retorno a la primera oscuridad, sin regresar al principio, sin ese proceso que los alquimistas denominaron nigredo, el del 'oscurecimiento', simplemente, no hay creaci¨®n, no hay regeneraci¨®n. Para el sensual Renoir resultaba inconcebible usar el negro en un cuadro, pero el tr¨¢gico ¨²ltimo Van Gogh se debati¨® por pintar una noche tan oscura que acab¨® convirtiendo las estrellas en gigantescas ruedas de fuego.
El cuadro de historia m¨¢s importante del siglo XX, el Guernica de Picasso, es en blanco y negro. No obstante, nuestra actualidad es casi completamente tecnicolor, y yo entonces me pregunto: ?d¨®nde estar¨¢ su salvador agujero negro, ese punto cr¨ªtico en el que se cobija la luz?
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