Pobreza y desigualdad, integrismo y violencia
El 11 de septiembre comenz¨® una nueva gran transformaci¨®n del mundo. Por primera vez desde la terminaci¨®n de la guerra fr¨ªa comenz¨® un debate serio sobre el estado del mundo contempor¨¢neo, un debate que abri¨® nuestras conciencias y que necesit¨¢bamos como el ox¨ªgeno. Hasta el 11 de septiembre, Occidente se sent¨ªa muy satisfecho con su desarrollo, aunque era un desarrollo contaminado por un virus mortal, el desigual reparto de los frutos del avance tecnol¨®gico.
En la d¨¦cada de los a?os sesenta se compar¨® el nivel de vida de las personas m¨¢s pudientes y de las m¨¢s pobres y result¨® que los pobres viv¨ªan treinta veces peor que los ricos. A fines de los a?os noventa los m¨¢s pobres ya viv¨ªan ochenta y dos veces peor que los ricos.
Las diferencias entre el rico y el pobre aumentan sin cesar. Aparecen ya al nivel de la familia, pero se reflejan tambi¨¦n en la suerte que suelen correr los ni?os y las mujeres, sobre todo en tiempos de guerra. Esa suerte es mucho peor que la de los hombres. Hoy somos testigos de guerras de un nuevo tipo, desconocido hasta ahora. Ya no se enfrentan las unidades de distintos ej¨¦rcitos. En los tiempos de la Primera Guerra Mundial mor¨ªa solamente un civil por cada siete militares. Ahora la proporci¨®n se ha invertido y por cada soldado mueren siete u ocho civiles. Los soldados son mayoritariamente varones, mientras que las v¨ªctimas civiles, por lo regular, son mujeres y ni?os.
Otra diferencia visible es la que se advierte a nivel regional. En muchos pa¨ªses hay regiones dominantes que tratan otras regiones como si fuesen colonias. Por ejemplo, el sur de Brasil trata al norte del pa¨ªs como una colonia.
Al nivel mundial, las diferencias son tremendas, porque por cada veinte personas bien situadas hay ochenta que viven en la pobreza.
La miseria es uno de los principales problemas econ¨®micos y psicol¨®gicos de nuestra ¨¦poca. El pobre se siente rechazado y marginado, se siente en una situaci¨®n sin salida. Esas sensaciones dan vida a otras, como la frustraci¨®n, el odio, la envidia y la ira. Y son precisamente esos sentimientos la fuente principal de los integrismos y de la violencia. No olvidemos que hay miles de millones de personas en el mundo que viven sin techo y, para colmo, una media de veinticinco a?os menos que el europeo.
No asistimos, pues, a un choque entre la civilizaci¨®n de Occidente y la de Oriente. Somos testigos de la confrontaci¨®n entre las personas que han tenido suerte y triunfaron y los que fracasaron y nada consiguieron, los que no tienen perspectivas de salir de la marginaci¨®n.
Los terroristas de hoy en nada se parecen a los que conocemos por la prosa de Dostoievski. Los que describi¨® el maestro ruso eran unos locos desesperados. Los de ahora, bien dotados t¨¦cnicamente, tienen una personalidad muy distinta.
Samuel P. Huntington, un polit¨®logo norteamericano muy destacado, analiza el mundo desde el punto de vista de una gran potencia a la que nadie puede igualar en poder. Hay que entender que actualmente Estados Unidos no tiene ni un solo adversario serio. En comparaci¨®n con su poder¨ªo, todos los restantes Estados son muy d¨¦biles. Ahora bien, a pesar de ello, hay dos adversarios que pueden convertirse en enemigos muy peligrosos para Estados Unidos. Me refiero a dos civilizaciones, la china y la musulmana. No ceden ante la presi¨®n de la cultura y el estilo de vida estadounidenses, porque son 'impenetrables', gracias a lo cual conservan su singularidad y originalidad.
La actual reacci¨®n militar de Estados Unidos se considera una operaci¨®n b¨¦lica contra el terrorismo, pero eso no es del todo cierto. La realidad es mucho m¨¢s compleja. El gran problema radica en las contradicciones propias de la democracia. La lucha contra el terrorismo podr¨ªa ser resuelta de manera victoriosa en un mes, introduciendo, eso s¨ª, las normas de implacable vigilancia que invent¨® el estalinismo y haci¨¦ndolo a rajatabla. Si Estados Unidos implantase la censura, el control de las personas, los allanamientos y registros arbitrarios de viviendas, los campos de concentraci¨®n y otras medidas similares, el terrorismo desaparecer¨ªa. Pero, ?c¨®mo eliminarlo sin renunciar a los valores de la democracia? No se trata, pues, del problema que significan las actividades de Bin Laden, sino de c¨®mo resolver un dilema estructural.
Si los estadounidenses dan con Bin Laden vivo, si lo juzgan de acuerdo con las leyes de Estados Unidos, siendo rico como es, alquilar¨¢ a los mejores abogados y el proceso durar¨¢ largos a?os. Es un hombre muy enfermo y no est¨¢ descartado que pudiera morir antes de que el tribunal dictase su sentencia.
Hace poco, en uno de los semanarios m¨¢s importantes de Estados Unidos se public¨® un art¨ªculo del jefe, en los a?os 1994-1995, de la Secci¨®n de la Lucha contra el Terrorismo del Departamento de Estado. Su autor afirmaba que la lucha contra el terrorismo es una actividad totalmente abstracta. 'Lo ¨²nico que podemos hacer es limitar sus consecuencias, porque los sistemas democr¨¢ticos carecen de mecanismos que permitan controlar de manera total la situaci¨®n. Si tuviesen esos mecanismos no ser¨ªan democracias. Como resultado, el conflicto durar¨¢ mucho tiempo y el ¨²nico que se beneficiar¨¢ a largo plazo ser¨¢ Putin, porque Estados Unidos tiene acceso a Afganist¨¢n solamente desde el espacio controlado por Rusia'.
Efectivamente, ante Rusia se ha abierto una gran oportunidad, pero no se puede olvidar que en su ¨¢rea de influencia directa tambi¨¦n hay comunidades musulmanas que pueden convertirse en graves peligros. La expansi¨®n del islam avanz¨® en el pasado a lo largo del cauce del r¨ªo Volga partiendo a Rusia en dos, la europea y la siberiana. Si las comunidades musulmanas all¨ª existentes se sublevan habr¨¢ nuevos y serios problemas.
Ahora bien, aunque parezca mentira, el principal enemigo de los integrismos isl¨¢micos no es Estados Unidos, sino los reg¨ªmenes de los pa¨ªses isl¨¢micos considerados y tratados por los fundamentalistas como 'traidores al Cor¨¢n'. Por eso no somos nosotros los que debemos sentirnos particularmente espantados por lo que puedan hacernos los terroristas, sino los presidentes de los pa¨ªses musulmanes.El islam es una religi¨®n con muchos conflictos y divergencias internas que protagonizan los partidarios de innumerables escuelas y corrientes. La mayor de las guerras de la segunda mitad del siglo XX se libr¨® entre dos Estados musulmanes muy fieles a la religi¨®n, como son Ir¨¢n e Irak. Tampoco podemos olvidar que muchos jefes de Estado musulmanes murieron a manos de los terroristas del integrismo isl¨¢mico, por ejemplo, en Argelia y Egipto.
El islam puede dividirse de distintas maneras, pero, en l¨ªneas generales, se puede hablar de un 'islam del r¨ªo' y un 'islam del desierto'. El 'islam del desierto' es el violento, el agresivo, el combativo, nacido entre los n¨®madas que, armados con lanzas, recorr¨ªan a camello las arenas des¨¦rticas. Es un islam despiadado, primitivo y cerrado. El 'islam del r¨ªo' es la cara abierta y democr¨¢tica, el islam de los bazares, es decir, democr¨¢tico, porque el regateo propio de la compra y venta exige una actitud democr¨¢tica, dispuesta a llegar a compromisos.
Hoy todas las consignas belicosas son negativas, porque, independientemente de que estemos gozando de la paz, estamos sentados sobre un barril de p¨®lvora. Eso significa que podremos triunfar solamente si actuamos con calma, buena voluntad y un esp¨ªritu dialogante. No olvidemos que ya somos seis mil millones de personas las que poblamos el planeta llamado Tierra, no olvidemos que cada a?o la poblaci¨®n aumenta en ochenta millones y no olvidemos que setenta y cinco de esos millones son pobres.
Esa enorme masa humana que es la humanidad carece de poder. Todas las comunidades tienen ¨®rganos de poder propios, pero la humanidad en su conjunto, no. No hay autoridad central alguna, no hay mecanismos centrales de control. Si esa enorme masa decidiese alguna vez romper todos los diques, nadie podr¨ªa contenerla. Por eso es tan importante lo que hoy se dice y c¨®mo se dice.
Los mil trescientos millones de musulmanes que hay en el mundo constituyen el 15 por ciento de toda la humanidad. El islam es la religi¨®n m¨¢s din¨¢mica. Cada a?o atrae a nuevas masas humanas en todos los continentes del planeta. Veinte millones de norteamericanos son musulmanes. Aunque tienen pasaportes estadounidenses en sus bolsillos rezan cinco veces al d¨ªa, como les ordena su Dios. En Europa tambi¨¦n tenemos otros veinte millones de musulmanes que al mismo tiempo son europeos. Hace a?os pod¨ªamos definir nuestra civilizaci¨®n como 'cristiana', pero ahora ya tenemos que definirla como 'cristiano-musulmana'.
El problema de la liquidaci¨®n del terrorismo equivale a la destrucci¨®n del fen¨®meno terrorista. Las organizaciones terroristas surgieron en el islam de la lucha contra las Cruzadas. Se trata, pues, de una tradici¨®n de novecientos a?os. ?Pueden los bombardeos destruir esas organizaciones si forman parte del tejido social isl¨¢mico?
Desde hace miles de a?os, Afganist¨¢n es un espacio en el que se cruzan los caminos de los invasores y los caminos de quienes mantienen los contactos entre los pueblos de la regi¨®n. Cada una de las invasiones que pas¨® por esa tierra dej¨® en ella sus huellas. Por eso viven en Afganist¨¢n representantes de muchas culturas. Se trata, pues, de una comunidad muy desintegrada por la diversidad de las tradiciones y a¨²n m¨¢s atomizada por las guerras que se libran all¨ª ininterrumpidamente desde hace m¨¢s de sesenta a?os. Hoy, uno de los principales enemigos de los afganos son las minas, que producen miles de mutilados y ciegos, que, incapacitados para hacer algo, mueren de hambre. Dicen los expertos que en Afganist¨¢n siguen enterradas treinta millones de minas.
La hospitalidad, cordialidad y simpat¨ªa, el sentido de la hermandad y de los valores colectivos son rasgos caracter¨ªsticos de las comunidades del Tercer Mundo: al pobre hay que ayudarle, al hambriento hay que darle de comer, al caminante hay que darle cobijo. Se trata de valores que a nosotros, siempre corriendo de manera febril, nos podr¨ªan ser muy ¨²tiles.
Recibo de Estados Unidos un n¨²mero creciente de llamadas telef¨®nicas y cartas de compa?eros y amigos. Son se?ales tristes, porque quienes las env¨ªan me dicen que se encuentran en un estado de ¨¢nimo hasta ahora desconocido: la depresi¨®n. Yo les respondo que toda la historia de mi pueblo, el polaco, es una historia de invasiones y agresiones.
De Los ?ngeles me lleg¨® una carta de un escritor muy prometedor. Me dice que despu¨¦s del 11 de septiembre no ve sentido alguno a seguir escribiendo. No ve sentido alguno a nada.
Ryszard Kapuscinski es periodista y escritor polaco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Terrorismo internacional
- Osama Bin Laden
- Opini¨®n
- Democracia
- 11-S
- Afganist¨¢n
- Atentados terroristas
- Acci¨®n militar
- Pobreza
- Pol¨ªtica antiterrorista
- Derechos humanos
- Terrorismo islamista
- Estados Unidos
- Lucha antiterrorista
- Oriente pr¨®ximo
- Islam
- Pol¨ªtica exterior
- Ideolog¨ªas
- Asia
- Terrorismo
- Religi¨®n
- Relaciones exteriores
- Problemas sociales
- Sociedad
- Pol¨ªtica