Una respuesta global
Un a?o m¨¢s celebramos el D¨ªa Mundial del Sida: desgraciadamente no ser¨¢ el ¨²ltimo. Es fecha muy oportuna para reflexionar sobre la respuesta internacional a esta epidemia y sus consecuencias en el desarrollo de los pa¨ªses.
La comunidad cient¨ªfica y los responsables sanitarios han logrado notables avances y, aunque a¨²n estamos lejos de una vacuna, el sida en los pa¨ªses occidentales ha pasado de ser enfermedad mortal a cr¨®nica: se han reducido las tasas de mortalidad, controlado la prevalencia y estabilizado las cifras de nuevos infectados. ?Qu¨¦ ocurre en el Tercer Mundo? ?Qu¨¦ esfuerzos se hacen all¨ª para equiparar sus cifras con el mundo occidental?
Son 60 millones de personas infectadas desde el inicio de la epidemia. Han muerto 20 millones. De los 40 millones de enfermos actuales, 28 millones viven en el ?frica subsahariana, y en 2001 fallecieron all¨ª 2,6 millones de personas. De ellas, un mill¨®n eran mujeres. Este a?o se contagiaron 6 millones. Cada d¨ªa hay 14.000 casos, lo que supone para la mayor¨ªa ingresar en el corredor de la muerte. En China, pa¨ªs que apenas ten¨ªa casos, hay m¨¢s de un mill¨®n de infectados por las transfusiones sangu¨ªneas -cuya causa es el comercio de la sangre comprada a la poblaci¨®n rural empobrecida- y al tr¨¢fico de ¨®rganos de prisioneros ejecutados.
El sida matar¨¢ a m¨¢s personas que el hambre y las guerras del siglo XX, con graves consecuencias demogr¨¢ficas, sociales y econ¨®micas para las zonas m¨¢s afectadas por la epidemia. La enfermedad tiene causas biol¨®gicas, pero su extensi¨®n e incidencia se ven favorecidas por la pobreza, la imposibilidad econ¨®mica para acceder a los tratamientos sanitarios y a los medicamentos, y por un proceso globalizador cuyas pol¨ªticas profundizan el empobrecimiento de estas poblaciones.
Ante las continuas denuncias por la pasividad de los organismos internacionales, Naciones Unidas dio un paso muy importante con la creaci¨®n de la agencia Onusida, que ha sido clave en la respuesta internacional y ha abordado el problema de la epidemia y sus consecuencias sobre los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, consiguiendo que entre los d¨ªas 25 y 27 del pasado junio se celebrara una sesi¨®n especial de la ONU sobre la enfermedad, lo que represent¨® un hito en la historia de organizaci¨®n internacional: era la primera vez que convocaba una sesi¨®n por un tema de salud.
Kofi Annan propuso la creaci¨®n de un Fondo Global para recaudar y gestionar los 9.000 millones de d¨®lares que se estimaban necesarios para reducir la morbimortalidad el 20% en cinco a?os. Todos estuvieron de acuerdo en que era imprescindible movilizar recursos adicionales, pues los pa¨ªses m¨¢s pobres no tienen por s¨ª mismos capacidad para hacer frente a los gastos relacionados con la enfermedad. Sus d¨¦biles sistemas sanitarios, no pueden financiar los programas de prevenci¨®n ni costear el acceso a los medicamentos, sean paliativos o profil¨¢cticos, y mucho menos los costosos antirretrovirales.
?C¨®mo justificar esta falta de compromiso econ¨®mico para el Fondo, pues s¨®lo se ha recaudado el 10% de lo solicitado?
Tambi¨¦n hubo otros debates de inter¨¦s: los representantes de los pa¨ªses musulmanes aceptaron la consideraci¨®n de las mujeres en el seno de sus sociedades. En Nueva York tambi¨¦n se reconoci¨® el derecho de las personas seropositivas a acceder a los medicamentos esenciales para su vida.
No ponemos en duda la importancia de articular pol¨ªticas preventivas: una inversi¨®n menor consigue unos beneficios mayores. En Uganda, a trav¨¦s de intensas campa?as preventivas, se consigui¨® disminuir la tasa de prevalencia del VIH entre un 4% y un 8%. Pero corremos el riesgo de dejar a un lado a los m¨¢s de 30 millones de personas que ya est¨¢n infectados por el sida y que deben tener derecho a acceder a los medicamentos a un precio asequible. Sin olvidar invertir en vacunas espec¨ªficas para el VIH que asola el Tercer Mundo.
Es hora de pasar de las promesas y las grandes declaraciones de principios a articular medidas de urgencia. ?stas deben enmarcarse bajo unas premisas b¨¢sicas:
1. Bajo ning¨²n concepto se debe aceptar una discusi¨®n planteada en t¨¦rminos disyuntivos: o prevenci¨®n o tratamiento. Ambas pol¨ªticas tienen su campo, su momento y su importancia. La prevenci¨®n es m¨¢s eficaz en t¨¦rminos econ¨®micos y a largo plazo, pero los planes terap¨¦uticos son fundamentales para aliviar los sufrimientos de las personas ya infectadas y para mejorar su calidad de vida: para esto son imprescindibles unos servicios de salud en funcionamiento.
2. Se deber¨¢n fortalecer las estructuras de los sistemas de salud, para lo cual ser¨¢ necesario aliviar la deuda externa de los pa¨ªses que soportan el 95% de los casos de sida en el mundo. El presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, reconoci¨® al sida como un grave obst¨¢culo para el desarrollo mundial.
3. El acceso sostenible a los tratamientos que se han demostrado eficaces en la infecci¨®n por VIH/sida debe ser considerado como un derecho humano.
4. Hay que exigir que los sistemas jur¨ªdicos de los distintos pa¨ªses incluyan leyes antidiscriminatorias, con la protecci¨®n de las personas seropositivas del rechazo social, asegurando la confidencialidad para evitar el riesgo de estigmatizaci¨®n.
En conclusi¨®n, urge dar una respuesta global a la epidemia del sida y tomarse en serio la creaci¨®n del Fondo Global propuesto por Kofi Annan. Debe hacerse cuanto antes, ya que de otro modo corremos el grave riesgo de que muchas intenciones queden en palabras y no en hechos. Recordemos lo ocurrido en la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Pa¨ªses Pobres donde, reconociendo la situaci¨®n, ning¨²n pa¨ªs se comprometi¨® a condonar la deuda externa. No debemos olvidar la directa vinculaci¨®n que existe entre pobreza y sida, y debemos pensar que nos enfrentamos a distintos ¨¢ngulos de una misma realidad. ?Seguiremos mostrando estas graves cifras el a?o que viene?
Pilar Est¨¦banez es presidenta de honor de M¨¦dicos del Mundo-Espa?a.
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