Sin paliativos
La a¨²n no lejana victoria de Manuel Fraga en las elecciones gallegas caus¨® l¨®gica alegr¨ªa entre sus partidarios. ?Qu¨¦ dir¨¦ alegr¨ªa? Alborozo, enardecimiento ser¨ªan palabras m¨¢s justas, o exultaci¨®n. Y no es para menos: repetir a su edad un triunfo pol¨ªtico semejante tambi¨¦n a m¨ª me enardece, no por afinidad pol¨ªtica sino por la edad. Siendo nada menos que un a?o m¨¢s joven que ¨¦l, su suerte me permite creer que todo es a¨²n posible. Y por m¨¢s que la solicitud de mi esposa me haya frenado la inscripci¨®n en un club de atletismo, no ha podido evitar que ande por casa en ch¨¢ndal.
Pues bien, un art¨ªculo alumbrado por un rotativo de la Corte proclamaba al d¨ªa siguiente del evento: 'Una victoria sin paliativos'. Con temblor en las manos abr¨ª el Diccionario, por si se trataba de una reacci¨®n airada contra el dictamen de las urnas, ya que, a mi entender, aquel titular dec¨ªa literalmente que aquella victoria era catastr¨®fica y sin remedio. Pero no: quer¨ªa proclamar lo contrario. Ocurre que paliativo, seg¨²n define el infolio y entendemos la mayor¨ªa abrumadora de los hispanos, sirve para designar algo que suaviza o lenifica, y se dice especialmente de los remedios aplicados a 'las enfermedades incurables para mitigar su violencia y refrenar su rapidez'. Seg¨²n el titular del susodicho art¨ªculo adicto, no hay, pues, nada capaz de curar, dulcificar, aplacar o amortiguar aquella victoria. ?Merec¨ªa el triunfo del se?or Fraga que lo motejaran como a una enfermedad sin remedio? Parece demasiado fuerte, incluso en el espa?ol montaraz que se usa para hacer pol¨ªtica o contarla. Y pues no cabe atribuir mala voluntad al titulador, interpretamos que, simplemente, deseaba resaltar c¨®mo el triunfo electoral del se?or Fraga fue inobjetable. Pero lo dijo lanz¨¢ndose al acogedor vac¨ªo de la sandez: s¨®lo las derrotas y otras cosas p¨¦simas pueden carecer de paliativos.
En tan sandio abismo ha asentado sus pies, con escasa probabilidad de que los alce, eso de cargos electos. Desde el senador al concejal, y rebas¨¢ndolos por arriba o por abajo, resulta que todos los cargos ganados por elecci¨®n son ahora cargos electos; as¨ª se les denomina constantemente y, como vistoso air¨®n (tr¨¢gico en demasiados casos), tal t¨ªtulo ostentan los nombrados de ese modo. Ninguno de ellos, hombre o mujer, protesta alegando que ya no es electo. Tal vocablo, todo el mundo lo sabe, es participio de elegir, asignado secularmente a la 'persona elegida o nombrada para una dignidad, empleo, etc¨¦tera, mientras no toma posesi¨®n'. ?ste es el malvado busilis de la palabra, que se esconde a la agudeza de quienes tratan de esas cosas; el concejal, el alcalde, el diputado y dem¨¢s agraciados -o desgraciados- por los votos dejan de ser electos en cuanto toman posesi¨®n, esto es, apenas entran en n¨®mina. Desde entonces son concejales, diputados o alcaldes a secas, lo cual es mucho m¨¢s que ser novicios. Si precisan acogerlos a todos bajo un sustantivo, bastar¨ªa con hablar de los cargos de tal o cual partido, porque ese vocablo, adem¨¢s de nombrar una dignidad o empleo, designa tambi¨¦n a la 'persona que lo desempe?a'.
No es infrecuente que ellos mismos, a los cargos me refiero, traten el idioma como a un pelot¨®n, a puro puntapi¨¦, m¨¢s agudo cuando procede del zapato de damas. As¨ª, esta concejal -me acojo al permiso concedido por el nuevo Diccionario para obviar concejala-, m¨¢s a¨²n, teniente de alcalde, y qui¨¦n sabe si pronto aspirando a capit¨¢n, que anuncia por la radio c¨®mo el Ayuntamiento va a patrocinar una serie de actos para 'conmemorar el nuevo milenio'. O bien pasma tan poca diligencia, porque el milenio ya dista de ser nuevo; o bien asombra la precipitaci¨®n municipal, porque a¨²n faltan casi noventa y nueve a?os para que pueda ser conmemorado, es decir, tra¨ªdo a la memoria. No hace falta conmemorar lo poco que hemos gastado de ¨¦l: lo tenemos de cuerpo presente ante los ojos.
Ahora es un ministro de nuestro Gobierno quien se asoma a las pantallas de los cuartos de estar como nuncio de una gran noticia, no puedo recordar si agr¨ªcola, ganadera o de otro ramo. ?Cu¨¢l es su introito? Este: 'Anticipo de que Espa?a...'. Imposible seguir escuchando: chilla el televisor espoleado por el de que ministerial, e intento tranquilizarlo dej¨¢ndolo a oscuras. Piedad in¨²til, porque apenas abre otra vez el ojo, se ve obligado a expeler el original fervor¨ªn de alguien, cargo tambi¨¦n, que exhorta temerariamente a combatir el terrorismo 'sin bajar la retaguardia', cuando parece evidente que m¨¢s firme estar¨¢ cuanto m¨¢s posada.
Del mundo m¨¢s oficial posible es lo de distrito ¨²nico universitario, queriendo significar que, para ciertas cosas, todas las Universidades funcionan como si fueran una sola. Lo cual es chocante, pues distrito procede del lat¨ªn districtus, participio de distringere, 'separar'. Y si se tiene en cuenta que nuestro nombre design¨® en ¨¦pocas menos agrestes cada una de las demarcaciones en que un territorio se subdivide con diversos fines, mal puede significar la totalidad del territorio. Hacia 1986, cuando empez¨® a hablarse de este asunto, limitado entonces a las universidades de Madrid, se dijo de ellas -as¨ª, este peri¨®dico- que se agrupar¨ªan 'por primera vez aquel a?o, como si constituyesen un distrito ¨²nico'. Despu¨¦s se prescindi¨® del como si, y se decret¨® la identidad de la tajada con el mel¨®n. Una metonimia reveladora s¨®lo de cu¨¢nto ha dejado de ser sentido el idioma como parte del alma. Por cierto que tambi¨¦n en ciertos pa¨ªses de Am¨¦rica distrito ¨²nico se aplica a la 'circunscripci¨®n electoral ¨²nica'.
Pero no todo cuanto profieren los patricios es digno del saco roto. En este mismo lugar desde donde ahora gru?o sobre el lenguaje oficial y pol¨ªtico, se canoniz¨® hace poco una novedad que abre al idioma esperanzadoras perspectivas. Un gran conocedor de este abatanado mundo discurr¨ªa all¨ª, es decir, aqu¨ª, sobre lo que llamaba 'conflicto epid¨¦mico de los Balcanes'. Y prosegu¨ªa: 'Desde la desaparici¨®n de la URSS, EE UU y la Uni¨®n Europea parec¨ªan capaces de periferizar o encapsular las crisis regionales'. Extraordinario hallazgo el primero de esos verbos, que ahorra meandros para decir c¨®mo se lleg¨® a pensar inocentemente que las crisis balc¨¢nicas ser¨ªan expulsadas del meollo europeo y remitidas a su rocoso pellejo. Es una delicada expresi¨®n barroca equivalente a las m¨¢s dominicales de lanzar el bal¨®n fuera o congelarlo. El primero de esos verbos, casi nuevo, es ¨²til de veras. Cu¨¢n dulce puede resultar esta s¨²plica musitada: 'Eso no, cari?o. S¨®lo periferizar'.
Ah, el idioma suplica a quien corresponda que sancione, expulsi¨®n incluida, a quien, ante un micr¨®fono, siga hablando de cat¨¢strofes humanitarias; ahora, en Afganist¨¢n. Confundir humanitario con humano es cat¨¢strofe sin paliativos.
Fernando L¨¢zaro Carreter es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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