'Necesitamos comida'
La inseguridad dificulta el reparto de ayuda humanitaria en Afganist¨¢n
De repente, hay un tumulto en una calle del centro de Kabul. Mujeres con el burka azul, ni?os sucios, algunos con marcas de sarna en la piel, hombres con harapos, tullidos, se apelotonan ante la verja de hierro de un edificio. Es la distribuci¨®n de comida por Ramad¨¢n (el mes sagrado de los musulmanes, durante el que deben ayunar entre la salida y la puesta del sol) de Najeb Zarab, uno de los hombres m¨¢s adinerados de la capital afgana. Este empresario se hizo rico vendiendo piezas de coches y, todos los a?os, durante 30 d¨ªas -desde el 17 de noviembre al 17 de diciembre-, reparte un kilo de arroz y otro de pan entre los pobres.
A pesar del foll¨®n, la distribuci¨®n est¨¢ bien organizada: Zarab ha repartido unas cien cartillas de racionamiento y los afortunados que han conseguido hacerse con ellas pueden ir a su puerta todos los d¨ªas en busca de comida. Cuando la distribuci¨®n ha terminado, todav¨ªa quedan mujeres encerradas en la c¨¢rcel del burka esperando por si consiguen unas migajas. Siempre hay gente en la puerta de la casa de Zarab. La situaci¨®n de las viudas en Afganist¨¢n, obligadas a quedarse encerradas en casa durante cuatro a?os por los talibanes, es dram¨¢tica. 'A la vida de estas mujeres no se le puede llamar vida', asegura Soraya Parlika, una hist¨®rica luchadora afgana por los derechos de las mujeres. 'No pueden trabajar, no pueden ganarse el pan. Si no tienen un hermano o un marido para ayudarlas est¨¢n condenadas a la miseria absoluta', agrega antes de se?alar que, con las nuevas autoridades provisionales del pa¨ªs, la situaci¨®n no ha mejorado.
Las calles de la ciudad de Kabul est¨¢n repletas de mujeres y de ni?os que piden dinero
Abdul, un hombre de unos 40 a?os, ense?a su cartilla, con unas cuantas casillas ya rellenas. Asegura que el resto del a?o se busca la vida como puede, pero que durante el mes del Ramad¨¢n sabe que puede contar con el arroz de Zarab. En medio de los gritos de los ni?os, una voz emerge desde uno de los burkas. No quiere decir su nombre, pero s¨ª relatar su historia. 'La situaci¨®n es peor que cuando los talibanes', afirma. Aunque luego da marcha atr¨¢s: 'En cuanto a la comida, es igual de mala. Pero por lo menos tenemos m¨¢s libertad', dice. Entonces, ?por qu¨¦ no se quita el burka? 'Todav¨ªa es demasiado pronto', responde. Otra voz surge detr¨¢s de las terribles rejillas de tela, un peque?o agujero por el que las mujeres apenas pueden entrever la realidad. 'Necesitamos comida'.
Desde la llegada de la Alianza del Norte a Kabul, hace casi dos semanas, los convoyes de ayuda humanitaria del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas est¨¢n consiguiendo llegar a Kabul por la carretera entre Jalalabad y la capital afgana. La ONU dice que, aunque al principio fueron asaltados varias veces, actualmente logran pasar sin problemas.
Aunque los puestos de los mercados est¨¦n bien abastecidos, tanto de carne como de verduras, y en los restaurantes haya de casi todo, siempre dentro del nivel afgano, que en cuesti¨®n de alimentos es muy bajo, muchas familias pasan hambre a diario en Kabul. Las calles est¨¢n llenas de mujeres y de ni?os, que trabajan como limpiabotas, pidiendo dinero. Como siempre, son los sectores m¨¢s d¨¦biles de la poblaci¨®n los que m¨¢s sufren. El primer env¨ªo de la ONU, unas mil toneladas de harina, fue repartido esta semana en los barrios del oeste y el norte de Kabul, los m¨¢s destruidos, y quieren cubrir con ellas las necesidades primarias de unas 65.000 personas. Los nuevos cargamentos, que llegaron durante el fin de semana, tambi¨¦n incluyen mantas, calefactores y medicinas. Seg¨²n el portavoz de Naciones Unidas Eric Falt, eso es s¨®lo el principio. El avance de la Alianza del Norte y la retirada de los talibanes de muchas regiones han aumentado la inseguridad en gran parte del pa¨ªs, lo que dificulta enormemente una distribuci¨®n regular de alimentos por parte de las ONG y de Naciones Unidas. Mucha m¨¢s gente necesita ayuda humanitaria en Kabul y solamente con los convoyes de la ONU, que corren el peligro constante de ser asaltados, y los repartos por Ramad¨¢n de Zarab no se podr¨¢ dar de comer a todo el mundo.
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