Loter¨ªa
Leo que los almerienses son los que m¨¢s dinero se gastan en loter¨ªa, y que los onubenses son los ¨²ltimos en esta clasificaci¨®n de la ludopat¨ªa andaluza. Aunque ¨²ltimamente no juego, yo tambi¨¦n he comprado loter¨ªa, he probado suerte con la Bonoloto, he rellenado quinielas y trazado cruces en boletos de Loter¨ªa Primitiva. Cuando era un adolescente iba con mi primo al Sal¨®n de Loter¨ªas, en la calle Guzm¨¢n el Bueno de Madrid, y juntos sal¨ªamos a la calle gritando que ¨¦ramos millonarios, para que los periodistas nos entrevistaran en la tele. Pero nunca me ha tocado nada; s¨®lo una vez, siete mil pesetas, en una quiniela de doce aciertos. Me guste o no, el soniquete de los ni?os de San Ildefonso desgranando n¨²meros y premios es parte de mi imaginario, y pronto ser¨¢ un recuerdo, porque el a?o que viene cantar¨¢n en euros.
En Babilonia la loter¨ªa tradicional se consideraba un juego plebeyo, relata Borges en uno de sus cuentos, una actividad carente de virtudes morales que no se dirig¨ªa a todas las facultades del hombre, sino s¨®lo a la esperanza. Por eso junto a los premios, la Compa?¨ªa que la organizaba empez¨® a sortear ciertos castigos, una refinada variante que abri¨® las puertas a las modificaciones posteriores. La loter¨ªa en Babilonia no s¨®lo designaba al merecedor de la pena, sino tambi¨¦n el car¨¢cter de la misma, su duraci¨®n y al ejecutor que la llevar¨ªa a cabo, factores que permitieron a su vez nuevas posibilidades de jugar con el azar. La complejidad de aquella loter¨ªa y el poder de la Compa?¨ªa llegaron a tales extremos que hay quien sostiene que todo acontecer (incluida Te¨®fila Mart¨ªnez) es el resultado de aquellos sorteos, que se han perpetuado secretamente hasta hoy.
En realidad no somos otra cosa que azar. La suerte dict¨® que fuera este espermatozoide, y no su compa?ero de viaje, el que entrara en este ¨®vulo y no en el anterior o en el que se implant¨® despu¨¦s. Tal vez el rechazo que a priori suscita en algunas personas la elecci¨®n del sexo de los hijos, el color de sus ojos y el tono de su piel tenga relaci¨®n con la idea de que el azar es el lenguaje de la naturaleza, y de que controlar sus leyes inextricables es tanto como contaminarla; una intromisi¨®n intolerable. Entiendo este rechazo visceral, y quiz¨¢s hasta lo comparto, pero pienso al mismo tiempo que la historia de la humanidad es la del ser humano dirigiendo con arte y artificios la ind¨®mita fuerza de esa naturaleza. Porque la naturaleza es la manzana que alcanzamos al borde de la vereda, pero tambi¨¦n el devastador terremoto y las peligrosas relaciones que establecen los animales de la selva. No querr¨ªa ser mosca en el pa¨ªs de los camaleones ni gacela devorada por le¨®n.
Y luego est¨¢ la cosa p¨²blica. Que el azar sea gestionado por el Estado parece propio de Borges y de su cuento, y tampoco desentonar¨ªa en una novela de Orwell. Las loter¨ªas est¨¢n muy arraigadas entre nosotros porque hace tiempo que hemos perdido la esperanza de poder vivir holgadamente con nuestro trabajo. Tras la compra de loter¨ªa se esconde una amarga seguridad: la de que aqu¨ª s¨®lo viven bien los chorizos y los agraciados con una combinaci¨®n ganadora o con el gordo de Navidad. Suerte.
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