Idioma y pensamiento cient¨ªfico
Vivimos en tiempos de cambios profundos. Cambios cient¨ªficos y tecnol¨®gicos consecuencia del hecho de que nos encontramos inmersos en una revoluci¨®n tecnocient¨ªfica, una revoluci¨®n que tiene a la biolog¨ªa molecular, en particular, y a las ciencias biom¨¦dicas, en general, en su epicentro. Muchas cosas cambiar¨¢n, muchas cosas est¨¢n cambiando. Y es que, inevitablemente, los idiomas se ven obligados a reaccionar ante el desarrollo cient¨ªfico, acogiendo en su seno nuevos t¨¦rminos, que surgen, irresistibles, obedeciendo a l¨®gicas y motivaciones muy diferentes. Unas l¨®gicas y motivaciones que tienen que ver, naturalmente, con el lugar y con el idioma en el que se crea el nuevo conocimiento. Por eso, precisamente por eso, comunidades cuya capacidad de generar nuevos conocimientos cient¨ªficos es peque?a tienen un problema a?adido: el de traducir esos nuevos t¨¦rminos, creados fuera, imponiendo criterios racionales que no violenten atributos tan poco tangibles, pero no menos reales, como pueden ser la historia, tradici¨®n y estilo ling¨¹¨ªsticos propios.
Espa?a es uno de esos pa¨ªses, de esas comunidades nacionales que se ven obligadas a acomodar en su idioma o idiomas t¨¦rminos tecnocient¨ªficos for¨¢neos, pero que expresan conceptos, objetos, seres, teor¨ªas o instrumentos que r¨¢pidamente se introducen en la cultura universal. Debido a ello, no s¨®lo es natural sino tambi¨¦n necesario que la Real Academia Espa?ola admita entre sus miembros a cient¨ªficos que puedan colaborar con la corporaci¨®n en la urgente e ingente tarea de ayudar a que el idioma espa?ol responda de la mejor manera posible a la tarea que impone el fren¨¦tico desarrollo actual de las ciencias biom¨¦dicas y moleculares (tambi¨¦n de otras disciplinas, pero de las biom¨¦dicas especialmente). ?nicamente una seria colaboraci¨®n de t¨¦cnicos y ling¨¹istas podr¨¢ resolver cuestiones tan importantes y actuales como, por ejemplo, qu¨¦ extranjerismos habr¨ªa que aceptar como tecnicismos universales, o la de la masa de voces nuevas que deber¨ªan traducirse para no desfigurar y disolver una lengua como es la nuestra que tan magn¨ªficos recursos de expresi¨®n ofrece.
La doctora Margarita Salas era una de las obvias posibilidades para enriquecer la Academia Espa?ola. No, afortunadamente, la ¨²nica posibilidad, pero no duda de que cabe esperar de ella que cumpla con esfuerzo y rigor la nada f¨¢cil misi¨®n que tiene ante s¨ª. Y es que si algo muestra su biograf¨ªa, es no s¨®lo sus dotes como investigadora de primera fila en un campo cient¨ªfico particularmente exigente como es la biolog¨ªa molecular, sino tambi¨¦n su capacidad de trabajo, su tenacidad y su rigor, sin olvidar que, cuando lleg¨® el momento, no desde?¨® prestar una parte de su tiempo de investigaci¨®n a tareas de ¨ªndole sociocultural y representativa: en la actualidad es presidenta del Instituto de Espa?a, el organismo que agrupa a las Reales Academias (ella misma es miembro de la Real Academia de Ciencias, la primera mujer -es inevitable mencionar este hecho- a la que esta instituci¨®n, creada en 1847, abri¨® sus puertas). Ahora deber¨¢ aplicar esas habilidades a un dominio nuevo, en unos territorios -alejados de sus queridos bacteri¨®fagos - 29- en los que tendr¨¢ que establecer sus credenciales. No es el primer reto que ha tenido que afrontar a lo largo de su vida, y si la experiencia pasada es buena gu¨ªa, es de esperar que saldr¨¢ con bien de esta nueva prueba. Nombres ilustres de la ciencia espa?ola -investigadores del calibre de Santiago Ram¨®n y Cajal, Leonardo Torres Quevedo, Ignacio Bol¨ªvar, Esteban Terradas, Blas Cabrera, Julio Rey Pastor o Gregorio Mara?¨®n- la precedieron en los sillones de la Academia. Eran personas que pensaban que ten¨ªan, como cient¨ªficos, un deber con la lengua y cultura espa?olas, y que, adem¨¢s, sus esfuerzos pod¨ªan tener otros, muy saludables, efectos. Como el que se?al¨® Lavoisier ante la Academia Real de Ciencias de Par¨ªs el 18 de abril de 1787, al presentar su nueva nomenclatura qu¨ªmica: 'Los que ya sepan, siempre entender¨¢n; los que no saben entender¨¢n m¨¢s pronto'. Acaso incluso la propia ciencia nacional se vea beneficiada. ?O no es verdad, como escribi¨® Pedro Salinas, que 'el pensamiento hace el lenguaje, y al mismo tiempo se hace por medio del lenguaje'?
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