Aceituneros altivos
Va para un largo mes que se han llenado plazas, calles y esquinas de esta tierra nuestra entre Andaluc¨ªa y Castilla, con nuevos aceituneros que andan rebuscando el pan y la sal que les niega su propia tierra desde las coordenadas de la hambruna que limitan al norte con Am¨¦rica Latina, al este con la Europa del transeuro, o con la negritud africana que pasa por el Magreb al sur.
Te los encuentras con anorak de colores, su gorro pasamonta?as y la mirada profundamente entristecida de quien no entiende lo que est¨¢ pasando y se echa a la calle en busca del jornal, mientras su 'compa' le aguarda en un banco de la estaci¨®n de autobuses para no perder plaza hotelera, que siempre resulta m¨¢s confortable que el banco del parque de otros colegas a quienes asisti¨® peor suerte o llegaron una semana m¨¢s tarde. Los andaluces de Ja¨¦n ya no son aceituneros altivos, sino sorprendidos morillos que te miran con profundos ojos tristes de cachorro asustado, sin comprender apenas nada de lo que ocurre a su lado.
Ya por San Mart¨ªn se aviv¨® la pol¨¦mica y hoy, v¨ªsperas de Nochebuena, la prensa provincial lanza una llamada desesperada para que, tocados por el esp¨ªritu navide?o, la ciudadan¨ªa aporte mantas, colchonetas y enseres varios. Se trata de afrontar la situaci¨®n cual si tropez¨¢ramos de golpe con cat¨¢strofe imprevista, cuando la recolecci¨®n del olivar forma parte del paisaje y del paisanaje entre los meses de diciembre a marzo.
Nadie acierta a comprender el por qu¨¦ de tan imprevisora desidia entre instituciones y patronal olivarera. Los aceituneros inmigrantes suponen la molesta patata caliente que produce ampollas y ciertos tics de temores xen¨®fobos entre la sacralizada sociedad del consumo y la indiferencia de las instituciones que se lanzan unos contra otros utilizando a los trabajadores inmigrantes como arietes para enfrentamientos politiqueros: el Gobierno del Estado, consecuente con sus propios planteamientos reglamentistas y leguleyos sobre extranjer¨ªa, ignora ol¨ªmpicamente la situaci¨®n; la Junta devuelve la bola alegando competencias municipales, y los ayuntamientos, a su vez, pregonan que carecen e infraestructuras y de partidas presupuestarias que hagan frente a tal avalancha. Del empresariado (?) del olivar y el aceite, ni les cuento, que ya andan bastante ocupados en b¨²squedas y tramitaci¨®n de subvenciones al ¨¢rbol del olivar. Estas ruralizadas tierras ni contemplan eso de la clase empresarial agraria, taponados como andan por la espesa caspa y la boina de los tiempos.
Mientras, unas 8.000 personas se disputan cada noche un rinc¨®n entre cartones, el polideportivo de un colegio o la cochera de un hombre solidaria que apenas puede aguantar sus propias n¨¢useas. El ayuntamiento de la capital (por s¨®lo citar un ejemplo) que adecu¨® de urgencia la caseta municipal de feria, acaba de desalojarla pues la necesita para festejos varios navide?os. Mientras tanto, hemos finalizado el ramad¨¢n y el callejero ciudadano se nos ha llenado de angelillos de canela y luces de celof¨¢n. Los extra?os aceituneros, con las estrellas por techo y la escarcha por manta, aportan un no s¨¦ qu¨¦ al paisaje, recordando a los tiernos pastorcillos que dorm¨ªan en las majadas de Bel¨¦n. ?Alegraos, desgraciados, que nace Jes¨²s!-
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