Bar?a, desorientados y desanimados
Aun siendo malos los n¨²meros, la clasificaci¨®n en la Liga y, sobre todo, la posici¨®n en la Copa de Europa no parecen tan negativas como para rendirse y, sin embargo, en el Camp Nou ondea la bandera blanca, por mucho que el presidente y el entrenador vengan diciendo que no hay para tanto, signo evidente de que la gente no les cree. Hasta en Madrid se sorprenden por el malvivir barcelonista, y justamente porque el alivio viene desde Chamart¨ªn la herida azulgrana a¨²n sangra m¨¢s. Tirita el Bar?a, desorientado, v¨ªctima de un ataque de p¨¢nico, muerto de miedo por el qu¨¦ ser¨¢, espantado por la posibilidad de fracasar, incapaz de manejar una apuesta ganadora, falto de estima y del colch¨®n sentimental que en ¨¦pocas de carest¨ªa tanto le ayud¨® a pasar las penas.
Carles Rexach, el entrenador, monta, desmonta, cambia y no encuentra la tecla
El equipo es vulnerable y poco fiable y no deja de ser la expresi¨®n de quienes manejan el club
En el Barcelona provoca tembleque el Madrid, que en su centenario aparece como un club poderoso, robusto y convincente, capaz de discernir entre lo banal y lo importante, sabedor de que tiene equipo para llevar el curso sin sobresaltos, con la prensa contenta por tanto como vende y la hinchada excitada a la espera de mayo. M¨¢s que comprender, se dir¨ªa que el Madrid ningunea a los dem¨¢s, una actitud que irrita al Barcelona, que se ha quedado sin coartada, acostumbrado como est¨¢ a identificar al enemigo, a se?alarle como el culpable de su miseria.
Por mucho que diga, y cada vez dice menos porque alarga las frases tal que fuera un mal locutor de radio y se equivoca tanto que confunde Xavi con Javi, tambi¨¦n Joan Gaspart est¨¢ temeroso, tanto que quienes se le arriman, pese a que mal le quieren, cuentan que, si esta temporada gana un t¨ªtulo, dejar¨¢ la presidencia y, naturalmente, la caja, que, por lo que se comenta, est¨¢ tan vac¨ªa que ya se ha tenido que recurrir a las v¨ªas de cr¨¦dito bancarias abiertas de cuando los tiempos de bonanza econ¨®mica. M¨¢s que mandar, Gaspart deja hacer o deshace, que es peor. No hay manera de que se le ponga cara de presidente, quiz¨¢ porque nunca pens¨® en serlo, a diferencia de sus dos vicepresidentes, que procuran no verse de tanto como se repelen.
Por la actitud de su junta, se dir¨ªa que el Barcelona ha retrocedido en el tiempo hasta transformarse en una mala copia de la junta de Lorenzo Sanz y Juan Onieva, quienes tentaron tanto y tan bien a la suerte que ganaron la s¨¦ptima y la octava como quien no quiere la cosa, simplemente con el ojo cl¨ªnico que deben tener un buen presidente y su asesor. Gaspart ten¨ªa a Anton Parera de hombre fuerte. Ocurri¨®, sin embargo, que el ex gerente decidi¨® cobrarse su faena en las elecciones con el cargo de director t¨¦cnico como si fuera lo mismo contar dinero que puntos. Resultado: no hay un c¨¦ntimo ni una victoria que sumar. Parera va y viene sin otro asunto que esperar al pr¨®ximo partido, defenderse de quienes entienden que ya hizo el trabajo en verano y refugiarse en el camerino de Carles Rexach.
Y Charly no da para tanto como para ocupar a Parera, tranquilizar al desasosegado Gaspart y atender a la pizarra de Pichi Alonso en TV-3. Falto de un cuerpo t¨¦cnico, fiado exclusivamente a Alexanco y De la Cruz, al entrenador le ha dado por hacer inventario de qui¨¦n no est¨¢ de su parte, y en el propio club tiene unos cuantos que no le quieren ning¨²n bien, ni que sea para que se sienta igual de maltratado que cuando ellos mandaban.
El asunto es que el Bar?a se aguanta en Rexach, y Rexach aguanta el Bar?a, y a los jugadores ya les parece bien, pues, si no, a qu¨¦ viene renovar a Reiziger por m¨¢s de 500 millones de pesetas por ser suplente o poner a Dani en Montju?c para que resuelva lo que han dejado pendiente Kluivert y Saviola. Charly monta, desmonta, cambia y no encuentra la tecla. Un d¨ªa le sobra un extremo, al otro le falta un medio centro y al tercero no sabe qu¨¦ hacer con un volante, as¨ª que la alineaci¨®n no cuadra nunca desde que el equipo se jubil¨® tras desmitificar al Liverpool en Anfield. La defensa se ha aflojado y los goles entran con tanto rid¨ªculo como antes de que el entrenador comprara un portero, dos centrales y un lateral. No hay manera tampoco de batir al portero contrario ni aun siendo el segundo m¨¢s goleado del campeonato como era el del Espanyol.
Desde que se lesion¨® Luis Enrique, la mayor¨ªa de los partidos terminan igual: el mejor es Puyol; el t¨¦cnico hace cargar a Saviola con la culpa; no hay manera de encontrarle el sitio a Kluivert, y la gente se acaba preguntando qu¨¦ hacer con Rivaldo, falto de un jugador bandera como est¨¢ un equipo que no coge cuerpo y al que le sacan diez metros en cada sprint.
Frente a un Madrid que en la derrota mantuvo a sus s¨ªmbolos, el Bar?a no sabe a qui¨¦n confiarse ni a qu¨¦ jugar de tan desorientados y desganados como est¨¢n sus futbolistas, a la mayor¨ªa de los cuales no les queda ni el consuelo del Mundial. Rexach ha creado buen ambiente de vestuario y, sin embargo, no encuentra el equipo. No es extra?o, consecuentemente, que en la jornada 18? la afici¨®n se pregunte si el entrenador no est¨¢ estropeando a la plantilla o el colectivo no da para m¨¢s que para empatar o alternar victorias con derrotas.
A d¨ªa de hoy, en cualquier caso, Rexach no tiene recambio, de manera que al hincha no le queda m¨¢s remedio que dejarse llevar por la inercia, ir a la misa del gallo y pedir por un golpe de suerte, porque, de la misma manera que ahora le ha dado por ir mal, el Bar?a igual acaba marchando bien. As¨ª est¨¢n las cosas. No estar¨ªa de m¨¢s, de todas maneras, que mientras no llegan Reyes y el Zaragoza, el presidente, el director deportivo y el entrenador pararan, dejaran de dudar, se tomaran una tila y anunciaran de una vez de qu¨¦ va el asunto. A la espera de una declaraci¨®n de intenciones, resulta dif¨ªcil pedirle responsabilidades a un presidente que se encontr¨® con el cargo, a un entrenador que no quer¨ªa serlo y a un gerente que juega a director deportivo.
Est¨¢ lleno el Barcelona de gente que ejerce de lo que no es y de suplentes que no alcanzan a cubrir a unos titulares que, m¨¢s que lamentarse, se jactan de su herencia para agrandar su historia. Gaspart, Parera y Rexach han ido toda la vida tan c¨®modos de la mano de N¨²?ez y Cruyff que ahora que est¨¢n al mando no saben qu¨¦ hacer. O reaccionan y acaban con la indefinici¨®n o la hinchada acabar¨¢ por creer que, en el fondo, no dejan de ser el ¨²ltimo cap¨ªtulo de una manera ya caduca de entender el barcelonismo. El equipo, al fin y al cabo, es vulnerable y poco fiable porque no deja de ser la expresi¨®n de quienes manejan la entidad, para sonrojo de una hinchada que hoy incluso tiene que resguardarse de los aficionados periquitos.
Entrados ya en el segundo a?o Gaspart, ganar las elecciones, definitivamente, era m¨¢s f¨¢cil que gobernar un club que ya no s¨®lo busca su sitio en el f¨²tbol, sino tambi¨¦n en la sociedad. Mal asunto cuando las derrotas ya no causan ni dolor en un club tan pasional como el Barcelona. Hoy los sentimientos no sirven ni para apuntalar una clasificaci¨®n que en otra ¨¦poca no habr¨ªa parecido nada del otro mundo, nada que no fuera el margen de puntos de gracia que cada a?o se le conced¨ªa al Madrid, nada en suma para un club que cre¨ªa tenerlo todo.
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