Cernuda, incienso y p¨®lvora
Debe un poeta maldito ser glorificado? Con esta pregunta en la cabeza escrib¨ª en 1978 un extenso art¨ªculo sobre Cernuda, donde puse a pelear las interpretaciones de Philip Silver, Octavio Paz y Juan Goytisolo. Para mi sorpresa, aquello me vali¨® el distanciamiento de los cernudianos militantes de Sevilla. Quiz¨¢s era demasiado pronto para proponer lecturas cr¨ªticas del autor de La realidad y el deseo, entonces m¨¢s necesitado de reivindicaci¨®n que de otra cosa. Pero el tiempo ha pasado y el clima de veneraci¨®n, un tanto cr¨ªptico, que siempre ha rodeado a este extraordinario y contradictorio poeta, no s¨®lo no ha permitido esa otra lectura que yo ingenuamente propon¨ªa -entre el incienso de los incondicionales y la p¨®lvora de los reaccionarios-, sino m¨¢s bien lo contrario. Cernuda ya no necesita de ninguna recuperaci¨®n literaria, pero como autor de culto contin¨²a siendo objeto de un inevitable endiosamiento que impide ver m¨¢s all¨¢ de lo que proponen sus cultores. Y esto, que siempre crea dificultades para una buena lectura, se convierte en altamente peligroso cuando se acercan efem¨¦rides como la que ya tenemos encima, el centenario del nacimiento del poeta.
Pero el peligro no se detiene ah¨ª, sino que, adem¨¢s, se cierne la amenaza de una apropiaci¨®n indebida en toda regla, aprovechando precisamente las veladuras que el incienso interpone; y es la que el PP viene ejerciendo sobre todos los poetas y escritores de la izquierda, en su m¨¢s amplio sentido. Ya lo hizo con Garc¨ªa Lorca, con Alberti, y lo intent¨® con Aza?a y con Miguel Hern¨¢ndez, aunque sin ¨¦xito. Aqu¨ª la propia familia del poeta se ha plantado y dejado compuesto y sin novia nada menos que al omnipotente Zaplana, presidente de Valencia, y a su 'Fundaci¨®n', ideada a la medida del pol¨ªtico y no a la del desdichado autor de las Nanas de la cebolla, escritas, por cierto, desde las mazmorras del franquismo. Y no se olviden que estos del 'centrismo reformista' pronto pierden la m¨¢scara en cuanto toca pasearse del brazo de Fraga por sus calles.
Ahora la poderosa maquinaria monclovita se ha puesto en marcha para ensalzar a Cernuda, poeta del doble exilio -el humano y el pol¨ªtico-, y mucho me temo que nadie la va a parar. Y yo no puedo por menos de entristecerme y alarmarme, sobre todo cuando veo los nombres de gentes de bien apuntados a la batuta de Aznar y a sus inefables veladas po¨¦ticas, que empiezan a ser c¨¦lebres. No s¨¦ qu¨¦ filtros o qu¨¦ irresistibles cantos de sirena han podido administrarles, pues no les debe fallar la buena intenci¨®n. Tal vez crean que podr¨¢n con el monstruo desde dentro. Vana ilusi¨®n; cuando se descuiden, el monstruo los habr¨¢ engullido, o los habr¨¢ puesto en su n¨®mina.
As¨ª las cosas, no queda m¨¢s remedio que confiar en que las otras iniciativas, las conjuntas del Ayuntamiento y la Diputaci¨®n de Sevilla, y la de la Consejer¨ªa de Cultura -que no s¨¦ por qu¨¦ tiene que ir separada-, aterricen en los territorios m¨¢s naturales del esp¨ªritu, que como todo el mundo sabe, desde Sartre, queda a la izquierda. Pero hoy, aunque la columna se quede corta, que me perdone el director del peri¨®dico, no quiero escribir m¨¢s.
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