Centenarios
La columna que mi amigo Antonio R. Almod¨®var escribi¨® el jueves pasado sobre la celebraci¨®n del centenario de Luis Cernuda y sobre los contactos de la literatura y el poder, vuelve a plantear la pol¨¦mica de las apropiaciones indebidas, las manipulaciones y los viejos negocios de la servidumbre intelectual. ?Puede homenajear a escritores de izquierdas un Ministerio de Educaci¨®n y Cultura del Partido Popular? No s¨®lo puede, sino que es su obligaci¨®n. Un Estado democr¨¢tico representa a todos sus ciudadanos y tiene la obligaci¨®n de valorar y difundir su patrimonio cultural, aunque se deba a la creatividad de artistas que mantuvieron posiciones pol¨ªticas muy lejanas al partido gobernante. Por muchas operaciones de imagen que se pongan en juego, siempre ser¨¢ mejor vivir en un pa¨ªs en el que la derecha respete p¨²blicamente la poes¨ªa de Cernuda o Garc¨ªa Lorca, sin avergonzarse de ellos, sin despreciarlos por haber sido rojos y homosexuales. A lo que nadie tiene derecho es a falsear la vida del poeta, a dar una imagen manipulada de ¨¦l, a borrar los perfiles de su historia. Al homenajear la poes¨ªa de Cernuda, como es su obligaci¨®n, el ministerio, la Junta de Andaluc¨ªa y las instituciones sevillanas tendr¨¢n que honrar la calidad literaria de un hombre que fue republicano, que defendi¨® con un orgullo casi sectario la homosexualidad, que atac¨® los valores tradicionales de la familia, que milit¨® brevemente en el comunismo y que muri¨® en el exilio, despu¨¦s de mantener durante toda su vida una posici¨®n tajante contra las sociedades capitalistas.
Tambi¨¦n alud¨ªa Antonio a ciertas veladas literarias que se organizan en la Moncloa con el fin de que algunos poetas lean sus versos en la mesa del presidente del Gobierno. Como no he asistido a ninguna de estas lecturas, no puedo hacer una descripci¨®n de los ritos sociales y art¨ªsticos que las envuelven. Pero me gustar¨ªa aclarar que mis reticencias no tienen que ver con la condici¨®n pol¨ªtica de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, sino con el oficio de la poes¨ªa. Aznar es un presidente elegido democr¨¢ticamente, un pol¨ªtico que defiende su programa. Los que opinamos sobre lo divino y lo humano de forma radicalmente distinta, tenemos derecho a ejercer la oposici¨®n y la cr¨ªtica, pero no a deslegitimarlo, ni cuando toma una decisi¨®n democr¨¢tica en su despacho, ni cuando lee en su casa a Cernuda. Considero, sin embargo, que un poeta no es un cortesano, que su lugar s¨®lo se justifica en la independencia de sus palabras, que es conveniente mantenerse lejos de los s¨ªmbolos del poder. Aunque alguna vez hubiera un presidente con mis mismas ideas pol¨ªticas, tampoco ir¨ªa a su casa a leerle poemas. Conviene que cada cosa est¨¦ en su sitio, y las implicaciones ideol¨®gicas de la literatura justifican que la pol¨ªtica visite la casa del poeta, no que los poetas acudan a casa del pol¨ªtico. Esta fue una de las lecciones de Cernuda. Su poes¨ªa vivi¨® con orgullo una perpetua soledad solidaria, vincul¨¢ndose a la vida de los dem¨¢s desde la apartada orilla de su faro. Por eso el centenario de Cernuda ser¨¢ una magn¨ªfica ocasi¨®n para discutir sobre poes¨ªa, sobre la ¨¦tica del escritor y sobre las aventuras y las desventuras de nuestra historia contempor¨¢nea.
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