En espera de la Navidad
Mal comienzo de siglo ha sido este 2001 inaugural, pero muy ejemplar si queremos aprender algo con ¨¦l y abandonarlo.
La apoteosis globalizadora ha confirmado la justeza de dos viejas frases desde?adas: 'el imperialismo, fase superior del capitalismo' y 'la religi¨®n es el opio del pueblo'. Ya no es preciso considerarse leninista ni marxista para aceptar la evidencia de un fen¨®meno sustancial a la modernidad: el poder¨ªo econ¨®mico de unas minor¨ªas impone su imperio y se expande hasta el l¨ªmite del planeta mientras se escurre del dominio ¨¦tico y jur¨ªdico del Estado democr¨¢tico. Su instrumento ideol¨®gico, bien manipulado por los medios de comunicaci¨®n a su servicio, sigue siendo el mismo de hace 200 a?os: la religi¨®n nacional y el nacionalismo como religi¨®n.
En efecto, la sociedad escindida por la lucha de clases que el sistema provoca se sold¨® por el artificio de un ente seudointegrador que es la Naci¨®n con may¨²scula; naci¨®n misionera y civilizadora de pueblos b¨¢rbaros y paganos. A su vez, esa naci¨®n es un ser divinizado, a quien se le debe ofrecer incluso al sacrificio de la propia conciencia y de la vida, reclut¨¢ndose as¨ª mayor¨ªas fanatizadas y d¨®ciles, ej¨¦rcitos de reserva laboral y militar.
Al enemigo creado por el imperialismo globalizador para justificar nacionalmente sus conquistas se le inocul¨® en su d¨ªa esa doble ficci¨®n alienadora y, as¨ª como Napole¨®n foment¨® los nacionalismos resistentes en Europa con sus guerras invasoras al grito, liberal y republicano, de '?Viva la Naci¨®n!'... francesa, as¨ª la Euroam¨¦rica imperialista ha provocado los integrismos marxistizantes asi¨¢ticos en el pasado y el nacionalismo fundamentalista isl¨¢mico en el presente.
El proyecto pugnante real, que es la depredaci¨®n del orbe, queda encubierto por un conflicto emocional entre civilizaciones, valores y creencias. Por supuesto, nuestro Cesar Imperator es cristiano, liberal y humano, a diferencia de los nuevos b¨¢rbaros. Dios bendice a Am¨¦rica y Espa?a sigue teniendo su peque?o centinela de Occidente frente al terrorismo mundial.
No tuvieron que esforzar mucho la mollera los mentores del primer capitalismo para arrastrar a las masas a la emoci¨®n nacional-religiosa. Toda religi¨®n, como ya viera Durkheim, es un fen¨®meno cultural local de ra¨ªz ¨¦tnica. Sirvi¨® en la Edad Media europea a reyes 'cat¨®licos' para, a sus ¨®rdenes, movilizar poblaciones con santos y v¨ªrgenes de apropiaci¨®n frente a rivales de otra creencia o de la misma cristiandad. En la Edad Moderna se utiliz¨® para hacer de ortodoxias y heterodoxias cristianas fundamentos nacionales de los pueblos monarquizados. Y todav¨ªa hoy resuenan los ecos del God, King, Country brit¨¢nico, traducido al carlismo como Dios, Patria y Rey o al nacionalismo de Torras i Bages con su 'Catalunya ser¨¤ cristiana o no ser¨¤', tan evocado recientemente entre nosotros ante el moro invasor.
En paradoja aparente, fue el proceso moderno de secularizaci¨®n el que entra?¨® a¨²n m¨¢s la religi¨®n en la vivencia nacional hasta hacer del nacionalismo una forma secular de ella. Del colectivo humano se hizo una sustancia y se le asign¨® un alma o 'esp¨ªritu del pueblo'. Se cre¨® un fundamentalismo trascendente e intemporal (la 'eterna metaf¨ªsica de Espa?a'). Se aplic¨® el principio eclesi¨¢stico, excluyente e intolerante, de extra natione nulla salus y, en fin, se cay¨® en la dial¨¦ctica fratricida amigo-enemigo (Ca¨ªn y Abel) respecto al resto de unas naciones sustentadas por interesadas ficciones similares. De poco sirvi¨® el intento de Hobbes o Bodino de imaginar el Estado como superaci¨®n de las guerras entre iglesias para crear la naci¨®n secular y tolerante. Fueron precisamente los detentadores del poder estatal los que trocaron las pugnas civiles religiosas en guerras internacionales de religi¨®n nacionalista.
Como se deduce, la religi¨®n ha cumplido en Occidente un papel legitimador de la barbarie y movilizador de fanatismos que no s¨®lo ha adormecido la raz¨®n ciudadana como un opio, sino que ha excitado el deseo de agresi¨®n y de rapi?a, propio de un primitivismo irracional e inhumano. ?Con qu¨¦ facilidad irreflexiva lo hemos visto as¨ª de claro los euroamericanos el 11 de septiembre del a?o muerto respecto al mal¨¦fico ex agente de la CIA (?ex?) Bin Laden! Pero eso, exactamente eso que vengo diciendo, es lo que define el fundamentalismo nacionalista cristiano de quienes, con la autocreada excusa del terrorismo rival, practican los genocidios econ¨®micos y b¨¦licos que les conducen al dominio universal de sus intereses.
?Puede decirse, en consecuencia, que han vivido este a?o los cristianos de Euroam¨¦rica una Navidad cristiana, s¨ªmbolo de la encarnaci¨®n del esp¨ªritu universal de amor en la tierra?
Recordemos lo muy olvidado de tanto sabido. El cristianismo, de entrada, no es una religi¨®n en el sentido usual de la palabra, pero Tertuliano origin¨® el malentendido al apropiarse para su fe en Cristo el uso romano de la palabra religio, que equival¨ªa a forma de ser y de proceder propia de ese pueblo; algo entre el actual american way of life y nuestro tarann¨¤. El cristianismo desacraliz¨® las religiones como hechos culturales locales ('ni jud¨ªos ni gentiles'), rechaz¨® las idolatr¨ªas de lo nacional ('Dios y C¨¦sar') e inspir¨® con su personalismo universalista los movimientos emancipadores modernos liberales, democr¨¢ticos, internacionalistas y pacifistas.
Para el cristianismo no comprometido con los poderes imperantes la naci¨®n no es una sustancia sacra, sino una comunidad de personas que pactan libremente las reglas de su convivencia. El solo fundamento leg¨ªtimo de la naci¨®n son los derechos humanos, los cuales, al ser universales, carecen de fronteras y tab¨²es nacionales. La naci¨®n no puede confundirse con la religio socialmente mayoritaria ni puede obligar a nadie a enfrentarse con nadie en su nombre, si no es en defensa de los derechos humanos universales.
Mientras estas ideas no sean asumidas por nuestra cultura pagana y b¨¢rbara, el cristianismo seguir¨¢ siendo un fracaso tan tenaz como su esperanza hasta que, un d¨ªa, el mundo pueda vivir por fin una Navidad verdadera.
arcelona.?
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de B
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.