Alm¨ªbar marciano

?C¨®mo es posible que en el dulz¨®n y hueco melodrama c¨®smico de X-Pax gente adornada con las excepcionales calidades interpretativas de Jeff Bridges y Kevin Spacey, que son de esa casta que se come cruda a las c¨¢maras que se les ponen delante, haga el canelo de manera tan asombrosa que les reduzca a un par de perplejos aprendices a dos velas? La elocuencia del director debe ser tan disuasoria que su locuaz nada que decir se ha convertido en la penosa falta de expresividad de que hacen gala aqu¨ª dos gigantes de la pantalla reducidos a enanos.

Es invasor el tono trist¨®n, en el borde de lo cursi, de esta aparatosa y empalagosa met¨¢fora de la vida extraterrestre de este mundo, cuyo juego a la ambivalencia es tan tosco y visible que roza el descaro o la mentecatez. Y, obviamente, la cosa tiene por fuerza angelicales poderes somn¨ªferos. Y duerme, aunque haya momentos en los que algunas chispas de inteligencia cinematogr¨¢fica salten de conversaciones cara a cara entre Spacey y Bridges, que redimen as¨ª en parte la falta de sustancia del desprop¨®sito.

Pero no es ¨¦sta la norma. La norma es en X-Pax una lluvia de vaciedades, de az¨²cares y de chalaneos con trolas metaf¨ªsicas, a ver si alguna cuela. No se entiende que Spacey y Bridges se enrolen en la cosecha de algodones de esta nader¨ªa atiborrada de sentimentalidad tan pasada de rosca y de alcances tan cortos que ni siquiera su parte cruda, que es la reducci¨®n final a hombre del arc¨¢ngel marciano que s¨²bitamente llega a las aceras de Nueva York procedente de las estrellas, ofrece credibilidad, es tambi¨¦n puro vac¨ªo.