Llorar con Argentina
Aunque las im¨¢genes de los disturbios en Argentina han pasado fugazmente por las pantallas de nuestros televisores, apenas le importa a nadie en Estados Unidos. No es m¨¢s que otro desastre en un pa¨ªs peque?o y lejano, del que no sabemos nada, un pa¨ªs tan remoto como, por ejemplo, Afganist¨¢n, y con las mismas remotas posibilidades de afectar a nuestras vidas.
No hago esta comparaci¨®n a la ligera. Puede que la mayor¨ªa de la gente de aqu¨ª crea que esto no es m¨¢s que otra terrible crisis latinoamericana, pero para gran parte del mundo las pol¨ªticas econ¨®micas de Argentina ten¨ªan estampada por todas partes la etiqueta made in Washington. El catastr¨®fico fracaso de esas pol¨ªticas es, sobre todo, un desastre para los argentinos, pero tambi¨¦n es un desastre para la pol¨ªtica exterior estadounidense.
As¨ª es como los latinoamericanos ven la historia: Argentina, m¨¢s que ning¨²n otro pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo, se apunt¨® a las promesas del neoliberalismo promovido por Estados Unidos (liberal en el sentido de mercados libres, no en el de Ted Kennedy). Se redujeron aranceles, se privatizaron empresas p¨²blicas, se abrieron las puertas a las multinacionales y el peso se fij¨® al d¨®lar. Wall Street se puso muy contento, y el dinero empez¨® a entrar; durante alg¨²n tiempo pareci¨® que las econom¨ªas de libre mercado estaban justificadas, y sus defensores no dudaron en atribuirse el m¨¦rito.
Despu¨¦s, todo empez¨® a fallar. No fue sorprendente que la crisis financiera asi¨¢tica de 1997 tuviera repercusiones en Latinoam¨¦rica, y que al principio Argentina pareciera menos afectada que sus vecinos. Pero mientras que Brasil se recuper¨®, la recesi¨®n sigui¨® avanzando en Argentina.
Podr¨ªa explicar con todo detalle las causas de la depresi¨®n econ¨®mica argentina: ten¨ªa m¨¢s que ver con la pol¨ªtica monetaria que con los mercados libres. Pero, como es comprensible, no se puede molestar a los argentinos con estas distinciones tan sutiles, sobre todo porque Wall Street y Washington les dijeron que los mercados libres y una moneda fuerte eran inseparables.
Es m¨¢s, cuando la econom¨ªa se puso mal, el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que gran parte del mundo considera -con bastante raz¨®n- una sucursal del Departamento del Tesoro estadounidense, result¨® completamente in¨²til.
Hace meses, quiz¨¢ a?os, que los responsables del FMI saben que la pol¨ªtica de un peso por un d¨®lar no pod¨ªa sostenerse. Y el FMI pod¨ªa haber ofrecido consejo a Argentina sobre la forma de escapar de su trampa monetaria, y cobertura pol¨ªtica para los l¨ªderes argentinos mientras hac¨ªan lo que hab¨ªa que hacer. Pero, en vez de eso, los responsables del FMI recetaron austeridad y m¨¢s austeridad hasta el final, como los m¨¦dicos medievales, que insist¨ªan en sangrar a sus pacientes y repet¨ªan el procedimiento aunque con ello les hicieran enfermar a¨²n m¨¢s.
Ahora en Argentina reina el caos y algunos observadores incluso equiparan la situaci¨®n con la de la Rep¨²blica de Weimar. Y los latinoamericanos no consideran a Estados Unidos un espectador inocente.
No estoy seguro de cu¨¢ntos estadounidenses, incluso entre la ¨¦lite pol¨ªtica, lo entender¨¢n. Las personas que animaron a Argentina a seguir su desastrosa pol¨ªtica est¨¢n ahora muy ocupadas reescribiendo la historia, ech¨¢ndole la culpa a las v¨ªctimas. En cualquier caso, somos famosos por lo mal que se nos da vernos como los dem¨¢s nos ven. Seg¨²n una encuesta reciente de Pew sobre 'l¨ªderes de opini¨®n', el 52% de los estadounidenses creen que a la gente le gusta nuestro pa¨ªs porque 'hace muchas cosas buenas'; s¨®lo el 21% de los extranjeros y el 12% de los latinoamericanos pensaban lo mismo.
?Y qu¨¦ pasa a continuaci¨®n? La mejor esperanza para un cambio en Argentina era una devaluaci¨®n ordenada. Pero eso parece ahora una perspectiva lejana.
En su lugar, el nuevo Gobierno argentino har¨¢ retroceder el reloj. Impondr¨¢ controles al cambio y cuotas a la importaci¨®n, d¨¢ndole la espalda a los mercados mundiales. No se sorprendan si tambi¨¦n vuelve a la antigua ret¨®rica antiamericana.
Estas pol¨ªticas retr¨®gradas funcionar¨¢n, en el sentido de que producir¨¢n una mejora temporal en la situaci¨®n econ¨®mica, como ocurri¨® con otras pol¨ªticas parecidas en los a?os treinta. Darle la espalda al mercado mundial es malo para el crecimiento a largo plazo, y la propia historia de Argentina es la mejor prueba de ello. Pero, como dijo John Maynard Keynes, a la largo todos estaremos muertos.
El pasado abril, George W. Bush volvi¨® a vender la propuesta del ?rea de Libre Comercio de las Am¨¦ricas como un importante objetivo de pol¨ªtica exterior, que 'construir¨ªa una era de prosperidad en un hemisferio de libertad'. Si ese objetivo era verdaderamente importante, acabamos de sufrir un gran rev¨¦s. No lloren por Argentina, lloren con ella.
? 2002, New York Times News Service.
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