Las tropas espa?olas se instalan en precarias condiciones en Kabul
Los mandos niegan que est¨¦n pagando el precio de llegar los ¨²ltimos
Los primeros soldados espa?oles llegados a Afganist¨¢n no se han llevado ninguna sorpresa. Esperaban un pa¨ªs pobre, destruido por 23 a?os de guerra: eso es lo que han encontrado. Pero su preocupaci¨®n inmediata no es la dram¨¢tica situaci¨®n de los afganos, sino la suya propia y la de los compa?eros cuya llegada deben preparar. 'Estamos tan en precario que a partir de ahora s¨®lo podemos mejorar', comentaba un suboficial.
El contingente espa?ol debe afrontar el recelo afgano hacia los soldados occidentales
Los 11 miembros de la Escuadrilla de Apoyo al Despliegue A¨¦reo (EADA) pasaron su primera noche hacinados en un habit¨¢culo de cuatro metros cuadrados, el antiguo cuarto donde estaba la instalaci¨®n del aire acondicionado de la terminal nacional del aeropuerto de Kabul, con el ventanuco entreabierto para que no falte ox¨ªgeno, a pesar de que en el exterior el term¨®metro marc¨® 17 grados bajo cero.
Algo m¨¢s de suerte tuvieron los 15 integrantes del Escal¨®n Avanzado del Ej¨¦rcito de Tierra. Tambi¨¦n durmieron en el suelo, pero en el segundo piso del edificio de oficinas de una antigua f¨¢brica en cuya restauraci¨®n, incluida la colocaci¨®n de cristales, trabajan contrarreloj las fuerzas multinacionales. Pese a ello, un oficial llegado directamente desde Ceuta confesaba que pas¨® fr¨ªo. Horas despu¨¦s las temperaturas experimentaron un brusco descenso.
El teniente coronel Alfonso Juez, responsable interino del destacamento, negaba ayer que los espa?oles est¨¦n pagando el precio de haber llegado los ¨²ltimos, cuando los mejores sitios ya est¨¢n ocupados. 'Nos han ubicado en unos emplazamientos en los que, en mejores o peores condiciones, seremos capaces de meternos', explicaba. 'El problema aqu¨ª es incluso de espacio f¨ªsico. Las ¨¢reas de asentamiento son muy limitadas, y estamos verdaderamente apretados'.
Ayer llegaron en dos H¨¦rcules otros 48 espa?oles, que se sumaron a los 26 del s¨¢bado, y hoy deben incorporarse otros 30. Pero el grueso de los 450 soldados no viajar¨¢ antes del 2 de febrero.
Los espa?oles se repartir¨¢n entre cuatro acuartelamientos: la plana mayor y el apoyo log¨ªstico, en la antigua factor¨ªa en la que ya se ha instalado el Escal¨®n Avanzado; los ingenieros y desactivadores de explosivos, en unas naves al otro lado de la carretera de Jalalab, a las afueras de Kabul, ambas en lo que fue el antiguo pol¨ªgono industrial de Pol-i-Charji, ahora devastado; el Escuadr¨®n de Apoyo al Despliegue A¨¦reo y los cuatro helic¨®pteros Super Puma, en el aeropuerto de la capital, y la unidad m¨¦dica del Ej¨¦rcito del Aire en la base a¨¦rea de Bagram, a 46 kil¨®metros de Kabul.
Las unidades espa?olas estar¨¢n, pues, dispersas y, salvo la de apoyo log¨ªstico, que seguir¨¢ bajo control nacional, adscritas al jefe brit¨¢nico o alem¨¢n que dirija al conjunto de ingenieros o helic¨®pteros, ya que Espa?a no ha logrado el mando de ninguno de los regimientos que integran la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF). Pese a ello, el capit¨¢n Andr¨¦s Cast¨¢n est¨¢ convencido de que los afganos acabar¨¢n apreciando la diferencia de trato entre los espa?oles y los dem¨¢s contingentes occidentales, como ha ocurrido en la antigua Yugoslavia.
A juicio de este oficial, uno de los dos que visitaron la zona las pasadas navidades, salvar el abismo cultural ser¨¢ el segundo gran reto de esta misi¨®n. El primero es proyectar y mantener una fuerza a 6.000 kil¨®metros de distancia.
El destacamento espa?ol pretende entablar desde el principio relaciones con la poblaci¨®n local, y para ello ha incluido un traductor nativo en su avanzadilla. Un empe?o que no le resultar¨¢ f¨¢cil.
Dos fueron las instrucciones que recibieron los soldados nada m¨¢s pisar Afganist¨¢n. Que tuvieran mucho ojo con las minas y evitaran salirse de los caminos asfaltados y que fueran muy cuidadosos con los trabajadores locales.
En teor¨ªa, ning¨²n afgano puede circular por la zona militar del aeropuerto sin autorizaci¨®n, y los soldados espa?oles, como los dem¨¢s, deber¨ªan detener a quien no la tenga. Pero un militar estuvo a punto de ser acuchillado por ello hace pocos d¨ªas y el per¨ªmetro exterior del aeropuerto sigue bajo vigilancia de muyahidin armados.
La actitud de los afganos hacia la fuerza multinacional es ambigua. Las milicias de la Alianza del Norte recelan de los soldados occidentales, a los que ven como potenciales invasores, y en el Gobierno provisional, s¨®lo el primer ministro, Hamid Karzai, apoya su presencia e incluso su expansi¨®n fuera de Kabul. Una medida imprescindible si se quiere garantizar la seguridad y estabilidad en el conjunto del pa¨ªs, amenazada por el bandolerismo y la rivalidad entre los se?ores de la guerra.
Pero queda mucho trabajo por hacer, s¨®lo en la capital afgana. 'La situaci¨®n es tan precaria que esto va a tardar en ponerse en marcha', reconoc¨ªa ayer el teniente coronel Juez. Sus hombres se mostraban dispuestos a trabajar desde el primer d¨ªa. Si hay luz el¨¦ctrica, de noche, y si no, de sol a sol.
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