Schwarzie contra todos
All¨¢ por la agitada d¨¦cada de los setenta, Charles Bronson construy¨® su fama de duro titular del cine americano de entonces con un pu?ado de filmes que, en la onda ideol¨®gica de Harry el sucio, pero con protagonismo no de polic¨ªas, sino de personajes an¨®nimos, pretendi¨® levantar los alica¨ªdos ¨¢nimos estadounidenses tras el varapalo vietnamita. Ya saben: el hombre com¨²n puede ser un h¨¦roe, si est¨¢ donde debe estar o si, en la mayor parte de las veces, el malvado destino encarnado por enemigos de la naci¨®n se ceba con ¨¦l para ponerlo a prueba.
Con protagonismo nada menos que de un bombero, h¨¦roe por definici¨®n en el imaginario popular americano, y esforzados ciudadanos-modelo tras la salvajada del 11-S, Schwarzie se lanza por parecidos derroteros bronsonianos para encarnar a un ciudadano cualquiera, un bombero infortunado. Tanto como para ver saltar por los aires, ante sus propias narices, a su mujer y a su hijo, y para mayor escarnio, por su impuntualidad a la hora de llegar a una cita.
DA?O COLATERAL
Director: Andrew Davis. Int¨¦rpretes: Arnold Schwarzenegger, Elias Koteas, Francesca Neri, Cliff Curtis, John Turturro, John Leguizamo. G¨¦nero: acci¨®n, EE.UU., 2001. Duraci¨®n: 115 minutos.
Con este arranque, una total impunidad a la hora de hacer cre¨ªble a su personaje y al abordar el esquema m¨¢s habitual en el cine de aventuras -el protagonista solitario y de buen coraz¨®n que se define por su capacidad para actuar sobre la realidad y transformarla; mejor si es de manera violenta-, Andrew Davis construye la previsible narraci¨®n de una dudosa haza?a. Solo contra todos, el armario musculoso austriaco la emprende contra guerrilleros colombianos, taimados agentes de la CIA y dem¨¢s previsible fauna, con s¨®lo su poder¨ªo f¨ªsico y su superior agudeza... y con la ancestral justificaci¨®n de la venganza como motor de su sanguinario comportamiento.
O sea, para entendernos, una de guerra fr¨ªa, pero con colombianos en lugar de sovi¨¦ticos. Ni mejor ni peor que cualquier subproducto de ese peculiar fil¨®n del cine fuertemente ideologizado, aunque recubierto del pelaje de la aventura, el asunto huele, adem¨¢s, a desembozado oportunismo, al hacer de las razones de los oponentes al h¨¦roe un batiburrillo en el que la justicia de sus argumentos se pierde en sus injustificables acciones..., una operaci¨®n ret¨®rica tan vieja como el mundo. Tiene todo el estruendo, las acrobacias y los efectos especiales que han hecho de este cine una pieza apreciada por espectadores sin ambiciones y con exceso de adrenalina: a ellos, y s¨®lo a ellos, est¨¢ destinado tan peregrina como previsible reivindicaci¨®n del hero¨ªsmo an¨®nimo.
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