'La primera obligaci¨®n de un escritor es arremeter contra la opini¨®n p¨²blica'
Al borde de los ochenta a?os, Crist¨®bal Serra (Palma de Mallorca, 1922) dice con horror que ha acabado escribiendo mucho. Mucho, dice: alrededor de una decena de libros, cargados de brevedad. Aunque es cierto que en los ¨²ltimos tiempos las ediciones se han agolpado, para el gusto de un temperamento refractario a la cantidad: Bitzoc public¨® en 2000 su ensayo autobiogr¨¢fico, titulado con la habitual elegancia, Las l¨ªneas de mi vida, y un a?o m¨¢s tarde, Diario de signos, uno de los libros, con P¨¦ndulo y Augurio Hipocampo, donde mejor se concentra la po¨¦tica dictada por Lao-ts¨º: 'Percibir lo m¨¢s peque?o, ah¨ª ten¨¦is la clarividencia'. Ahora Tusquets edita Efigies, una antolog¨ªa de enormes aforismos que Serra ha escogido con el cuidado, la gracia y la profundidad con que ha escogido siempre sus propios pensamientos.
'Mucho del gran arte espa?ol sabe a ajo. Nuestra literatura tiende a lo plebeyo. Es el lastre de Quevedo'
'El significado de las palabras se convierte para los poetas poco profundos en un escollo'
'La imaginaci¨®n no nos encadena, pero tambi¨¦n tiene l¨ªmites'
PREGUNTA. He seleccionado unos cuantos aforismos de Efigies y le propongo que hagamos la entrevista con ellos.
RESPUESTA. Encantado.
P. Pues comencemos por Chuang-ts¨º: 'Los excesos de la inteligencia y de la acci¨®n traen descompuesto al mundo'.
R. Yo creo que ¨¦ste es el m¨¢s actual de todos los aforismos del libro. El tao¨ªsmo ten¨ªa el sentido de la armon¨ªa y consideraba que el exceso de inteligencia es inarm¨®nico. La verdad es que yo no tengo muy buen concepto del dogma del progreso indefinido. La inteligencia moderna es luciferina. Como dice el propio autor 'desmorona las monta?as, seca los r¨ªos y perturba la sucesi¨®n de las cuatro estaciones'. En cuanto a la inacci¨®n no se ha de tomar en sentido absoluto, claro. La acci¨®n debe tener su medida. Creo que los mediterr¨¢neos tenemos el sentido de esa medida y que los n¨®rdicos no lo tienen. Ahora el mundo mercantil ha convertido la literatura en una acci¨®n. Hay que tener una gran capacidad para oponerse a esa afrenta.
P. William Blake: 'El gusano perdona al arado que lo ha partido'.
R. Hace muchos a?os que le¨ª a Blake. Es el m¨¢s grande de los poetas ingleses. Mayor que Shakespeare. Shakespeare era un genio torrencial, qui¨¦n lo duda, que a veces se deja llevar por el verbalismo. El esp¨ªritu de Blake me parece superior. Este aforismo suyo resume el g¨¦nero, tal como yo lo entiendo. El aforismo, a diferencia de la m¨¢xima, se desentiende de lo humano. Ese gusano responde a un anticipo de la moral nietzscheana, de ese estar por encima del Bien y del Mal. A la prosa de Blake no se le ha dado la importancia que merece. Y es magn¨ªfica.
P. Pascal: 'La imaginaci¨®n no hace sabios a los locos, pero los hace felices, todo lo contrario de la raz¨®n que no arranca a nadie de su condici¨®n miserable'.
R. Pascal ten¨ªa un concepto pesimista del hombre. Es natural. Es dif¨ªcil llamarse hombre cristiano y no tenerlo. Nunca crey¨® que la raz¨®n fuera suficiente. ?l sabe que la raz¨®n no puede liberarnos. No sirve para esclarecer el misterio. La imaginaci¨®n acepta el misterio y del misterio se nutre. Es m¨¢s salut¨ªfera. Pero el mensaje de Pascal a¨²n es m¨¢s problem¨¢tico. Es cierto que la imaginaci¨®n no nos encadena, pero tambi¨¦n tiene l¨ªmites. Cuando se pierde la noci¨®n del l¨ªmite se pierde todo.
P. 'Donde est¨¢ la infancia est¨¢ la edad de oro', escribe Novalis.
R. No fue el primero que habl¨® de la infancia en esos t¨¦rminos. El primero fue Jesucristo. La esencia del cristianismo es lo infantil, lo espont¨¢neo. En un libro de Clemente de Alejandr¨ªa, titulado El pedagogo, tengo anotado algo sobre el logos infantil. Y una frase concluyente: 'Los ni?os somos nosotros'. Se trata de un sue?o muy cristiano. La infancia es el amuleto con el que debemos preservarnos.
P. Lichtenberg: 'En nuestros d¨ªas tres ocurrencia y una mentira hacen a un escritor'.
R. Habr¨ªa que saber si el aforismo tiene car¨¢cter contingente o permanente, ja, ja. Pero vaya, no dudo de que los d¨ªas de Lichtenberg son los nuestros. Ahora he acabado de leer este libro de S¨¢nchez Drag¨®, la carta al Papa. Bueno, es un hombre que ha viajado mucho. Pero me da la impresi¨®n de que se atribuye una experiencia interior, un esp¨ªritu que no tiene. Habla de la Biblia de una forma espiritualmente muy plebeya y desde luego en su libro hay muchas ocurrencias y m¨¢s de una mentira. ?No hay duda de que Sat¨¢n, antes que cualquier otra cosa, es un mentiroso! Otro ocurrente era Cela. Siento decirlo, porque me apreciaba mucho, pero su literatura s¨®lo son ocurrencias. A la genialidad por la ocurrencia.
P. Joubert, el ligero: 'Los escritores excelentes escriben poco'.
R. Sin ninguna duda. Y bien me duele el aforismo porque ¨²ltimamente he escrito mucho. Por escribir hasta he escrito sobre asnos, ja, ja, El asno inveros¨ªmil, que es lo ¨²ltimo que he hecho y que saldr¨¢ publicado dentro de poco. Me parece que ya he perdido el sentido del l¨ªmite, al que alud¨ªa Joubert, que es, quiz¨¢, el aforista que prefiero. Hay dos tipos de escritores, bueno, hay muchos tipos, pero ahora quiero hablar de los escritores poderosos, musculados, que son capaces de echarse sobre la espalda una gran prosa y una obra monumental, tipo Balzac, y luego los escritores alambique. Los escritores alambique someten a la prosa a una gran depuraci¨®n, haci¨¦ndola circular mil veces por la retorta. Parad¨®jicamente, el resultado es todo lo contrario de una prosa alambicada: es un destilado transparente. Eso es Joubert y eso me habr¨ªa gustado ser a m¨ª, pero est¨¢ claro que he fracasado.
P. Chamfort, el terrible: 'Existen siglos en los que la opini¨®n p¨²blica es la peor de las opiniones'.
R. Estoy seguro de que el aforismo cuadra perfectamente con nuestro tiempo. Para Chamfort, la opini¨®n p¨²blica era la peor opini¨®n posible. Tambi¨¦n Her¨¢clito ten¨ªa una opini¨®n muy negativa de la opini¨®n, una palabra que usaba siempre en un sentido muy peyorativo. Hoy todo el mundo puede opinar, y adem¨¢s est¨¢ contento y orgulloso de hacerlo. Naturalmente, la primera obligaci¨®n del escritor es arremeter contra la opini¨®n p¨²blica, ser intempestivo y estar fuera de lugar. ?se es el programa.
P. Nietzsche, ese nombre que al decir de Renard llevaba tantas letras in¨²tiles: 'San Pablo. Sin las agitaciones y las tormentas de aquel esp¨ªritu, no habr¨ªa habido mundo cristiano: apenas hubi¨¦ramos o¨ªdo hablar de una secta jud¨ªa, cuyo jefe muri¨® en la cruz'.
R. Leyendo El Anticristo, uno se da cuenta de que el destino de ese libro no es Cristo sino san Pablo. El ap¨®stol era un prodigioso dial¨¦ctico y uno s¨®lo tiene que leer las cartas de los g¨¢latas y la de los corintios, que son un prodigio de sutileza, y que revelan al hombre y al escritor. Ya debe saber usted que yo creo que todo arranca del cristianismo. Y quien le ha dado fundamento y sentido al cristianismo ha sido san Pablo. As¨ª, no es de extra?ar que Nietzsche topara con ¨¦l.
P. L¨¦on Bloy: 'Los imb¨¦ciles son escurridizos e impermeables como una clara de huevo'.
R. Era un hombre terrible. La escritura de su diario, del que yo hice a?os atr¨¢s una antolog¨ªa, y de donde est¨¢n extra¨ªdos estos fragmentos, est¨¢ llena de injusticias tremendas. Pero tambi¨¦n de honradez y de verdad. Bloy era un hombre que cre¨ªa preciso tener enemigos. Pero, a veces, y analizando las cosas desde otro punto de vista, te preguntas si su violencia no es un recurso estil¨ªstico antes que otra cosa.
P. Claudel: 'El lenguado, antes de morir, deja a sus hijos esta herencia inestimable: '?Sed lisos!'.
R. Ah, este aforismo. Es extraordinario. Forma parte de los que llamo aforismos f¨ªsicos. Es casi impenetrable. En una primera instancia remite a un consejo evang¨¦lico: 'Sed humildes'. All¨ª donde todo es llaneza. Pero la elecci¨®n del lenguado, brillante y misteriosa, le da una rareza muy seductora. De la confrontaci¨®n entre el consejo paterno y la inexorabilidad org¨¢nica de la bestia nace, adem¨¢s, una iron¨ªa muy delicada.
P. 'El poeta no tiene que so?ar m¨¢s: debe observar. Tengo la convicci¨®n de que es por ese lado por donde la poes¨ªa debe renovarse', de Renard.
R. Esto es aplicable a poetas que admiro mucho, como Fran?ois Ponge. El poeta sue?a porque observa. O como fray Luis de Granada, que me parece un poeta mucho m¨¢s interesante que su casi hom¨®nimo fray Luis de Le¨®n. Fray Luis de Granada era un poeta de las cosas, y pod¨ªa serlo porque las cosas est¨¢n muy animadas. La poes¨ªa debe ser una extracci¨®n. Siempre una extracci¨®n.
P. 'Presumir de 'realista', de 'fuerte', cosa tan corriente en Espa?a, es el despecho y el consuelo de no ser espiritual y delicado', Juan Ram¨®n.
R. Un aforismo trazado con escalpelo, que anatomiza una gran parte del homo hispanicus. Hay que reconocer que mucho del gran arte espa?ol sabe a ajo. El pintor Solana, y con ¨¦l un gran n¨²mero de pintores y de escritores, es grande para todo aquel al que no repugne el olor a ajo. No hay vuelta de hoja: la veta art¨ªstica espa?ola lleva este olor. Nuestra literatura tiende a lo plebeyo y eso es lo que m¨¢s me retrae de ella. Es el lastre de Quevedo, que es un escritor important¨ªsimo, pero con demasiado regusto. Cervantes, no. A pesar del sanchopanzismo, Cervantes no. Cervantes tiene ¨¢ngel. Y su humor es completamente distinto del humor gen¨¦rico de los espa?oles.
P. El sorprendente Jerzy Lec: 'A muchos poetas les perturba que las palabras tengan adem¨¢s un significado'.
R. Es verdad que ya por el sonido las palabras existen. Pero no basta. La falta de rigor es, en poes¨ªa, un error de bulto. Y muchos poetas parecen desconocerlo. El significado de las palabras se convierte para los poetas poco profundos en un escollo. Para los buenos poetas, claro, es el mejor aliado.
P. Acabo con su Chesterton querido: 'Nunca he tomado en serio mis libros, pero tomo muy en serio mis opiniones'.
R. Acert¨® much¨ªsimo. Quiz¨¢ sea por eso. Fue un vanguardista. Sus ensayos me lo parecen especialmente. Los escritores ingleses van solos. Exc¨¦ntricos. Suelen decir la verdad.
P. Un aforismo de Vauvenargues, que usted incluye en la selecci¨®n, tal vez explique el porqu¨¦ de una ausencia: 'La Rochefoucauld no era pintor, talento sin el cual es dif¨ªcil ser elocuente. Ten¨ªa la libertad y la osad¨ªa que caracterizan al genio, pero su estilo no era gracioso, ni conmovedor, ni vehemente, ni sublime'.
R. As¨ª es. La Rochefoucauld no era un aforista. Era un epigram¨¢tico. Un labrador de m¨¢ximas. Las labraba como medallones.
P. Leopardi.
R. Algo de lo que me ha pasado con Machado y su Juan de Mairena. Sentencioso. Enfadoso. Algo romo.
P. Kafka.
R. ?Sabe...? Yo pienso de Kafka lo que opinaba Panini. No me interesa, Kafka ha acabado decepcion¨¢ndome y en especial sus aforismos. A veces me parece un te¨®logo casu¨ªstico.
P. Borges.
R. No lo encuentro dotado para el aforismo. Es un hombre muy inteligente, de una cultura extraordinaria. A veces se enga?a a s¨ª mismo, porque es mucho m¨¢s racional de lo que aparenta o le gustar¨ªa ser. Es un tipo muy mitificado en Espa?a. No hace tanto que aqu¨ª nadie lo le¨ªa.
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