Una belleza terrible
Cuentan que hace unos a?os le pidieron a un alto dirigente chino su valoraci¨®n de la Revoluci¨®n Francesa. 'Es demasiado pronto para opinar', respondi¨®. No sucede as¨ª con los acontecimientos del siglo XX, en el que la historia se vio sometida a una aceleraci¨®n extenuante. Tanto que, si se hubiera esperado un poco m¨¢s, quiz¨¢ habr¨ªa sido demasiado tarde para opinar sobre la centuria pasada. Gestado al mismo tiempo que los ¨²ltimos hechos que recoge, el libro llega como un s¨ªntoma extremo de las postrimer¨ªas finiseculares. Igual que le pas¨® a la antig¨¹edad tard¨ªa, la modernidad tard¨ªa se complace en los ep¨ªtomes hist¨®ricos, en los res¨²menes de res¨²menes, que si est¨¢n bien escritos, como ¨¦ste, resultan grat¨ªsimos para el lector.
HISTORIA INTELECTUAL DEL SIGLO XX
Peter Watson Traducci¨®n de David Le¨®n G¨®mez Cr¨ªtica. Barcelona, 2002 965 p¨¢ginas. 40 euros
Una historia intelectual del siglo XX -en contra de lo que humildemente plantea Watson- no debe leerse como un complemento o un contrapunto, sino como una historia central del siglo XX, que no en vano ha sido el siglo intelectual por excelencia. A nadie le sorprender¨¢ encontrar en estas p¨¢ginas las causas o las consecuencias de la Revoluci¨®n sovi¨¦tica, nuestra guerra civil, las dos mundiales, el nazismo, el Vaticano II o la llegada a la Luna.
Como les pasa a algunas pel¨ªculas, este libro llevaba en ingl¨¦s un t¨ªtulo muy distinto del que se le ha dado en castellano. A Terrible Beauty -cita de Yeats- parece en principio que guarda poca relaci¨®n con Historia intelectual del siglo XX. Sin embargo, si se tienen en cuenta los dos, se logra una s¨ªntesis del esp¨ªritu de este ensayo, que va m¨¢s all¨¢ de una historia de las mentalidades para dar cabida a tantas manifestaciones de la creatividad humana que puede leerse como una historia de la ciencia, del arte, del cine (y hasta de la poes¨ªa: los poetas, ahora se ve, tuvieron un peso intelectual determinante).
A pesar de trabajar con singularidades tan heterog¨¦neas, Watson consigue armon¨ªa y amenidad en su narraci¨®n de casi mil p¨¢ginas. Las transiciones suelen ser felices: de Eliot a Pirandello, por su equivalencia desolada. De Cole Porter a Auden, por una comparaci¨®n de Graham Greene. De Madame Curie a Einstein, porque dieron -?qui¨¦n iba a imaginarlo?- un paseo juntos a la orilla de un lago suizo.
Quienes quieran consultarlo como enciclopedia (al rev¨¦s que Borges) echar¨¢n de menos un ¨ªndice tem¨¢tico. Claro que pueden ayudarse de los nombres en negrita que salpican el texto y el ¨ªndice onom¨¢stico. En ese caso quedar¨¢n perplejos al constatar que no se cita a Unamuno y s¨ª a Reagan.
Parece ya indudable que el XX fue un siglo que dependi¨® asombrosamente de la escol¨¢stica. En lo grande y en lo peque?o. Aqu¨ª veremos que Bertrand Russell dedic¨® en sus Principia Mathematica una p¨¢gina a demostrar que 1+1=2. Y que su disc¨ªpulo Wittgenstein concluy¨®, despu¨¦s de largas reflexiones, que el futuro es impredecible. S¨®lo la ciencia aplicada deja una estela de optimismo. En el siglo XX se descubri¨® la adrenalina. Se inventaron nuevos materiales y palabras, como plexigl¨¢s y celof¨¢n. 'Tambi¨¦n se ha calculado la edad de los oc¨¦anos'. Y se escuch¨® 'la arritmia de las m¨¢quinas'.
En lo hondo, el XX es un siglo de desencantos. Solemos pensar en el marxismo y el psicoan¨¢lisis, pero hay m¨¢s. En 1928, Margaret Mead dio a conocer la sexualidad gozosa de los adolescentes de Samoa. En 1983, Derek Freeman acus¨® a los samoanos de conflictivos, problem¨¢ticos, y de resentidos, incluso contra Margaret Mead. Lo bello -lo terrible- de este libro es que antes o despu¨¦s ofrece el reverso de cada dato. El del siglo entero. Absolutamente recomendable.
La prueba y los indicios
SE ACUMULAN los libros que hacen balance intelectual del siglo XX. Si ¨¦ste de Watson tiende a ser un an¨¢lisis, las Gram¨¢ticas de la creaci¨®n de Steiner se aproximaban a una s¨ªntesis. Watson prefiere la enumeraci¨®n y apenas interviene. Steiner reflexiona en¨¦rgicamente y su razonamiento preside todo el discurso. La diferencia entre ellos es la que separa al historiador del pensador. En un punto intermedio se sit¨²a el monumental libro que Jacques Barzun titul¨® Del amanecer a la decadencia, con su ensayo sobre los cinco siglos de la Modernidad. Sobre el pesimismo de todos ellos pesa uno de los libros cruciales del XX, La decadencia de Occidente, de Spengler. Sobre ¨¦se, La decadencia y ca¨ªda del Imperio Romano, de Gibbon, y sobre aqu¨¦l, los Anales de T¨¢cito. Tambi¨¦n aportan visiones de conjunto otros rastreos aparentemente parciales. Alberto Manguel -En el bosque del espejo- fingi¨® limitarse al lenguaje, sabedor de que el logos es la puerta del cosmos. A la ciencia fingi¨® limitarse Michel Cazenave en el magn¨ªfico Diccionario de la ignorancia que dirigi¨® en 1998. Su inter¨¦s, por encima de todo, est¨¢ en que invoca la ignorancia: es una recopilaci¨®n de lo que no sabemos, no ya porque aborde zonas habitualmente desatendidas desde la cultura m¨¢s literaria, sino porque esas zonas presentan todav¨ªa muchos interrogantes. Por eso habr¨¢ notado el lector que las recopilaciones de lo que sabemos suele hacerlas una sola persona, pero las de aquello que ignoramos son obra de varios autores. Como una haza?a ya irrepetible se ve desde aqu¨ª el desaf¨ªo al que se enfrent¨® a mediados del siglo XX el fil¨®logo Erich Auerbach cuando escribi¨® M¨ªmesis, toda una historia de la literatura occidental concebida como una unidad, desde Homero hasta Virginia Woolf. Exiliado del nazismo, sin su biblioteca, Auerbach trabaj¨® en unas condiciones que eran a la vez dificil¨ªsimas e ideales. Su memoria le gui¨® por el reino infinito de la literatura, hasta llegar al siglo XX, a lo largo de un camino extraordinario. Ahora, con la proliferaci¨®n de datos, Internet incluida, va a ser cada vez m¨¢s raro que se nos proporcionen perspectivas personales. La cultura biogr¨¢fica ser¨¢ sustituida por la bibliogr¨¢fica. Estos libros han de ser vistos como los ¨²ltimos frutos de una ¨¦poca. La gran semejanza entre la Antig¨¹edad Tard¨ªa y la Modernidad Tard¨ªa -otros la llaman posmodernidad- es que cada vez m¨¢s se redactan res¨²menes de res¨²menes, manuales y recopilaciones. En el siglo VII, Isidoro de Sevilla escribi¨® sus Etimolog¨ªas, una obra que mezclaba historia, enciclopedia y diccionario. Est¨¢ com¨²nmente aceptado que con Isidoro se cierra la Antig¨¹edad. Han cambiado mucho las cosas, y un solo libro no es prueba suficiente. Pero cuando se acumulan los indicios, ?hemos de dar por concluida definitivamente la Modernidad?
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