Prohibiciones
La decreciente influencia de los estados en las decisiones comerciales va acompa?ada de su creciente interferencia en las decisiones personales. Mientras que las empresas tienden a obedecer s¨®lo las leyes del mercado, los individuos cada vez tienen m¨¢s normas que cumplir. Los mismos que consideran inadmisible la regulaci¨®n de la libertad de mercado creen que la libertad de los individuos para consumir drogas, morir dignamente o navegar por Internet debe ser restringida.
Esta contradicci¨®n encuentra un aliado involuntario en la resistencia de la gente a asumir las consecuencias de sus acciones, un comportamiento cada vez m¨¢s frecuente entre nosotros. Ni los estudiantes de Sevilla son responsables de su entrada violenta en el rectorado, ni los muchachos que fallecieron en M¨¢laga son responsables de su muerte, aunque tomaron libremente una sustancia que no est¨¢ sujeta a ning¨²n control sanitario y que ya hab¨ªa provocado desgracias semejantes. Esta actitud, que nos convierte a los ciudadanos en ni?os irresponsables de los que alguien debe cuidar, resulta c¨®moda pero a la larga nos esclaviza, porque implica una cesi¨®n de soberan¨ªa, una renuncia a ejercer nuestra real gana en ¨¢mbitos donde nadie salvo nosotros deber¨ªa dictar sus leyes. La infantilizaci¨®n de los ciudadanos, fomentada por pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n, es aprovechada siempre por todos los gobiernos (especialmente si est¨¢n en manos de los defensores de las libertades empresariales), para reducir las libertades individuales.
En una reacci¨®n muy propia de nuestro tiempo, que no entiende la pol¨ªtica a largo plazo sino la soluci¨®n inmediata de problemas inmediatos, muchos gobiernos regionales han anunciado 'leyes secas' para acabar con el botell¨®n. La que prepara la Junta, seg¨²n ha dicho Manuel Chaves, ser¨¢ especialmente dura. La experiencia sin embargo nos dice que las prohibiciones ad hoc no solucionan los problemas causados por los nuevos fen¨®menos sociales; m¨¢s bien ocultan temporalmente sus manifestaciones externas, que reaparecen m¨¢s tarde junto a problemas adicionales. ?Acaso hemos terminado con la inmigraci¨®n ilegal prohibiendo que se produzca? ?Acaso han terminado con las drogas los cincuenta a?os de cruzada internacional contra su consumo? Me maravilla nuestra resistencia a aceptar que muertes como las de M¨¢laga se habr¨ªan evitado si Sanidad controlara la composici¨®n de todas las drogas, lo cual pasa necesariamente por su legalizaci¨®n.
El descanso de los vecinos no se garantiza prohibiendo el alcohol en la calle, sino educando a los ni?os para que no hagan ruido por la noche. La obligaci¨®n c¨ªvica de guardar silencio durante el descanso de los dem¨¢s afecta a las reuniones de j¨®venes, pero tambi¨¦n, aunque guste menos, a la terraza que hay debajo de mi casa, a las estridentes exaltaciones religiosas o nacionalistas subvencionadas por los gobiernos regionales, y a los autom¨®viles, que me sobresaltan casi todas las noches y que provocan, por cierto, m¨¢s muertes juveniles que el alcohol o las drogas, sin que nadie haya propuesto la prohibici¨®n de los coches o restricciones en el permiso de conducir.
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