El gran amor secreto de Pedro Salinas
Se publica por primera vez una selecci¨®n de las cartas del autor de 'La voz a ti debida' a Katherine Whitmore
La pr¨®xima semana se pondr¨¢ a la venta el libro de Pedro Salinas Cartas a Katherine Whitmore (Tusquets), epistolario seleccionado, prologado y anotado por Enric Bou, y aceptado por los herederos del poeta, sus hijos Solita y Jaime, en el que se incluyen 151 de las 354 cartas que componen la colecci¨®n. De hecho, la colecci¨®n de cartas y poemas que Salinas envi¨® a la profesora estadounidense entre 1932 y 1947 se puede consultar en la Houghton Library de la Universidad de Harvard desde el pasado 1 de julio de 1999, si bien ¨¦sta es la primera vez que se publican.
El volumen tiene un indiscutible valor para los estudiosos de la obra de Pedro Salinas. Dos de sus poemarios m¨¢s importantes, La voz a ti debida y Raz¨®n de amor, fueron publicados en 1933 y 1936, respectivamente, es decir, en plena explosi¨®n amorosa del autor y, consecuencia de ello, epistolar. El deslumbramiento del poeta ante la bella profesora de Kansas es incuestionable y confiere a estas cartas un valor complementario, pues en ellas su autor no busca la perfecci¨®n estil¨ªstica a la que aspira el creador, sino que su fin no es otro que seducir a quien le sedujo, tratar de transmitir y compartir las emociones y sentimientos que despiertan en ¨¦l su presencia o sus recuerdos, olvid¨¢ndose del resto de los mortales. El que ha sido considerado como uno de los mejores poetas del amor de la literatura espa?ola del siglo XX se muestra en estas cartas como un enamorado m¨¢s: exultante y feliz hasta rozar en ocasiones el humano y gozoso rid¨ªculo. 'Ayer, primer d¨ªa de clase de literatura contempor¨¢nea, sin p¨²blico, sin nadie. ?D¨®nde estaba mi p¨²blico? Ten¨ªa delante rostros torpes, ininteligentes, feos. ?D¨®nde estaba mi sonrisa, mi rostro medio vuelto, mi inteligencia hecha persona, hecha delicia en atenci¨®n? Me pas¨¦ el tiempo de clase diciendo una conferencia a la ventana, a lo que ve¨ªa por la ventana...', escrib¨ªa a su amada en la segunda de sus cartas.
Una demostraci¨®n del talento de quien desde el sentimiento es capaz de alcanzar la belleza
Jorge Guill¨¦n establece la cronolog¨ªa de la relaci¨®n e identidad de la dama
La cronolog¨ªa de la relaci¨®n y las pistas sobre la identidad de la dama las establece Jorge Guill¨¦n a?os despu¨¦s de la muerte de su gran amigo Salinas, y de ella deja sobria constancia Enric Bou: Katherine Prue Reding, nacida en Kansas en 1897, se especializ¨® en lengua y literatura espa?ola por dicha Universidad. M¨¢s tarde ense?¨® en Richmond (Virginia) y, desde 1930, en Smith College, en Northampton (Massachusetts). Pas¨® el verano de 1932 en Madrid, donde conoci¨® a Pedro Salinas y -como dir¨ªa Danielle Steel, por ejemplo- surgi¨® el amor. Unas semanas m¨¢s tarde, la dama regres¨® a Northampton. Katherine Reding pas¨® el curso acad¨¦mico 1934-1935 en Madrid, en donde quiso poner fin a la relaci¨®n con el poeta tras comprobar que la mujer de Pedro Salinas, enterada del apasionado idilio, intent¨® suicidarse. La guerra civil y el exilio de Salinas y los suyos en Estados Unidos, en 1936, lo dificultaron. En 1939, Katherine decidi¨® casarse con Brewer Whitmore, tambi¨¦n profesor en Smith College, y adoptar su apellido. Mantuvieron todav¨ªa alg¨²n espor¨¢dico encuentro, aunque la relaci¨®n al parecer hab¨ªa terminado tiempo atr¨¢s. En la primavera de 1951 se vieron por ¨²ltima vez. Meses m¨¢s tarde, el 4 de diciembre de ese mismo a?o, mor¨ªa Pedro Salinas. Katherine Whitmore muri¨® en 1982.
Una intensa historia de amor que en realidad tuvo una corta existencia (dos veranos y un curso acad¨¦mico) y que, sin embargo, conmovi¨® al poeta con una constancia, fuerza y creatividad dif¨ªcilmente imaginables. Como la propia Whitmore explica en un texto de 1979, 'este sencillo relato de la uni¨®n y separaci¨®n de Salinas y su 'amada' no da cuenta de la riqueza de nuestro encuentro. Fue emocionante, alegre, devastador y triste para ambos. Verdaderamente ten¨ªa Beauty and Wonder and Terror , cita del Epipsychidion de Shelley que sirve de prefacio en La voz a ti debida. Cuando releo sus cartas despu¨¦s de tantos a?os y paso las p¨¢ginas de los exquisitos vol¨²menes que encuadern¨® especialmente para m¨ª, me pregunto c¨®mo el destino pudo ser tan amable'.
Naturalmente no todo es exquisito en tan abundante correspondencia. ?se es, tambi¨¦n, uno de sus aspectos m¨¢s atractivos. As¨ª, descendiendo a un terreno m¨¢s prosaico, Pedro Salinas le explica en enero de 1933 a la destinataria de sus desvelos sus quehaceres acad¨¦micos, que en este caso son los de formar parte de un tribunal de oposiciones: 'Y soy juez este invierno de dos tribunales de oposici¨®n a c¨¢tedra de universidad, de La Laguna y Valencia. Las primeras empezaron ayer; somos cinco jueces, presididos por Unamuno. Los dem¨¢s: Guill¨¦n, mi gran amigo, la bestia de Hurtado, el autor de ese manual desdichado, y Valbuena, profesor de Barcelona. Un quinteto divertid¨ªsimo, porque al poner al lado a Hurtado, que tiene menos esp¨ªritu que un ladrillo y es siempre celui que ne comprend pas, y a Unamuno es formidable'.
Pocas semanas m¨¢s tarde la manifestaba su desprecio por uno de los opositores, precisamente el que ten¨ªa mayor fama de erudito: 'Detesto, entre otras cosas, la moderna tendencia de los estudios literarios porque permiten a cualquier mediocre aproximarse a una gran alma, a un Garcilaso, a un Leopardi, a un Heine, sin la menor afinidad espiritual, ni curiosidad mental, en nombre del criterio hist¨®rico, como se aproximar¨ªa a otro autor cualquiera. Eruditos sin alma'.
Apuntes, bocetos de sus conceptos de la literatura, de la pol¨ªtica, de la vida, excelentes descripciones de gentes y paisajes, y sobrevolando todo ello el omnipresente amor, narrado y sentido de mil formas distintas: 'El amor no es otra cosa que localizar en un ser, en un nombre, en una vida, dentro de los l¨ªmites de un rostro y un cuerpo, todo un mundo de abstracciones y anhelos, de espacios infinitos e irrealidades sin medida. Todo toma cuerpo y carne'.
Estas Cartas a Katherine Whitmore son, probablemente, uno de las m¨¢s apasionados y sinceros alegatos en favor del amor, a la vez que una espl¨¦ndida demostraci¨®n del talento de quien desde el sentimiento es capaz de alcanzar la belleza. Un ¨²ltimo ejemplo de c¨®mo lo cotidiano puede alcanzar la perfecci¨®n: Whitmore recuerda una tarde en la playa de Ifach que inspir¨® uno de sus poemas favoritos de La voz a ti debida: '?Qu¨¦ d¨ªa sin pecado! / La espuma, hora tras hora, / infatigablemente, fue blanca, blanca, blanca. / Inocentes materias, / los cuerpos y las rocas / -desde c¨¦nito total / mediod¨ªa absoluto- / estaban / viviendo de la luz y en ella. / A¨²n no se conoc¨ªan / la conciencia y la sombra'.
'Ciegos en medio de la luz...'
Ocho meses despu¨¦s de que Salinas descubriera a Katherine Whitmore en la ¨²ltima fila del aula en la que daba sus clases sobre la generaci¨®n del 98, en Madrid, y cuando llevaba cinco o seis meses sin verla, pues ella hab¨ªa vuelto a Estados Unidos, el enamorado contesta a una de sus cartas: 'Qu¨¦ de noches me he despertado, a altas horas, alarmado, como si hubiese o¨ªdo un grito, y era s¨®lo mi alma, que se preguntaba, anhelosa: '?Te querr¨¢ a¨²n?'. Sensaci¨®n espantosa de que en aquel momento, sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo, t¨² estabas empezando a dejar de quererme. Pero t¨², Katherine, con un tacto y una delicadeza incomparables, poco a poco, has ido venciendo, has ido inclin¨¢ndome a creer en una posibilidad de nuestro amor. En la posibilidad de nuestro amor. En la posibilidad esencial, b¨¢sica, la interior. Y en la otra, asimismo, alma, en la exterior. 'Nos veremos. No lo dudes nunca'. As¨ª, ?qu¨¦ gusto, qu¨¦ alegr¨ªa! El ni?o d¨¦bil que hay en m¨ª se consuela en estas palabras, se refugia en ellas, cobra ¨¢nimos y fuerza, cree en todo, todo posible. Lo exterior y lo interior. El plazo inmenso, sin l¨ªmite, de querernos, y el plazo concreto, con fecha de vernos. Mi alma, mi vida necesitan saber que tu amor es posible lejos y cerca, entre tus brazos y con tu sombra. Ten¨ªa un temor, inmenso. Se me representaba imposible. Katherine, vas venciendo. Otra victoria tuya. No creas, no, que estoy seguro, no, que no dudo ya. Eso no ser¨¢ jam¨¢s. Tu amor es demasiado precioso para que yo me crea firmemente su due?o. Siempre temblar¨¦, Katherine. Seguridad, nunca. Confianza, s¨ª. ?sa es la victoria que est¨¢s ganando, alma, lo mismo en lo general que en los detalles. Tengo confianza. Vivo m¨¢s tranquilo, camino por mis d¨ªas con menos recelo. Pero no olvido que la vida y todas sus grandes cosas son eternas y moment¨¢neas, y que de pronto en un instante podemos quedarnos ciegos en medio de la luz, muertos en medio de la vida, solos en medio del amor'.
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